CONFLICTOS SOCIALES EN CALBUCO
HISPANO: LOS INDIOS REYUNOS CONTRA EL GOBERNADOR DE CHILOE (1761-1765)[1] PARTE 1
JOSE D. MANSILLA-UTCHAL ALMONACID
caicaen@gmail.com
RESUMEN
PALABRAS
CLAVE: Chiloé, Sociedad, Indios; Gobernadores
ABSTRACT
KEY WORDS: Chiloe, Society, Indians,
Governors
PRESENTACIÓN
Llevan años
demandando, y también por años han sido burlados por estos gobernadores. Por
eso, este verano –desamparando sus familias y desafiando las prohibiciones de
no ausentarse del Archipiélago sin licencia- han concurrido en número de tres
embajadas a Concepción y Valparaíso a presentarse ante las más altas
magistraturas del reino de Chile.
Los
protagonistas de estos episodios son los indios reyunos de las reducciones de
Caicaén, Men Men, Abtao y Chayahué, del partido de Calbuco donde se encuentra
el fuerte de San Miguel, guarnición que custodia la frontera septentrional de
Chiloé.
El tratamiento
de estos hechos es un trabajo incompleto, un tiento de lo que fue la relación
de los indios con la sociedad española, sus instituciones y los representantes
de ese poder. El trabajo está por supuesto abierto a la crítica, especialmente
de aquellos en cuyos campos se mete en forma sigilosa a cazar datos tal vez
torpemente.
Sin embargo
creo que es tiempo que tales acontecimientos dejaran de ser una curiosidad, o
fueran señalados como notas a pie de página. No sé si el intento esté
equivocado o sea prematuro, pero creí necesario andar por este camino, tratando
de lograr una imagen un tanto coherente, ordenada, limitada de espacio de una
serial de datos, muchos de ellos dispersos.
Esta es una
historia de hombres calbucanos, emparentados con nuestros ancestros que en su
lucha por valores tan universales como defender su casa, su gente, tienen plena
vigencia hoy. Estos indios reyunos aceptando los marcos sociales y la realidad
de su época creyeron que con la unión, su esfuerzo, su valentía esa sociedad
era susceptible de mejorarla, y como ellos mismos están fuertemente integrados
a ese mundo creen posible reformarla.
En esta sociedad, con conceptos tan
arcaicos se encuentran estratificadas las dos repúblicas: Españoles e indios.
Los primeros se agrupan en beneméritos o nobles, españoles medios y españoles
pobres. La sociedad india está constituída por cuatro grupos con
características jurídicas distintas: los de encomienda, los reyunos, los de la
corona o neófitos y un grueso contingente tributario que no está adscrito a
alguna encomienda[3].
En la cabeza de esta sociedad se
encuentra el gobernador de Chiloé, máxima autoridad de la provincia y "que representa al
gobierno central de Chile en calidad de funcionario administrativo con cargo
temporario, sueldo fijo y poderes definidos[4]"
Cuando las huestes de Martin Ruiz de
Gamboa se empoderan de Chiloé, al poblador aborigen de las islas "se le
consideró como era de derecho ya definido en la época de la ocupación, en
calidad de vasallo libre, tributario del rey de España[5]" y como aliciente para los conquistadores se
les ofreció repartir entre ellos a los naturales existentes en las zonas
ocupadas, en calidad de encomendados.
En su encuentro y relación con el
español, el aborigen es obligado a un servicio forzado, regulado por la
práctica jurídica que imponía el invasor. La tributación a poco de andar se
convirtió en el trabajo personal del indio para goce del encomendero.
Esta apropiación de mano de obra fue
fundamental para que el español se proveyera de medios para sustentarse y en
Chiloé la institución se desarrolló con una estrictez y rigurosidad semejante a
los primeros dias de la llegada del español a América, y a pesar de las
normativas y ordenanzas que se dictaron para morigerar su aplicación, estas
fueron resistidas latamente por los feudatarios hasta el dia de la extinción de este sistema de prestación
económica en 1782.
El indígena chilote, sometido, pero
no vencido, resistió rechazando los excesos de los encomenderos en diferentes
formas a lo largo de los siglos de dominación, tensionando la sociedad colonial
con pleitos, disputas incluso alzamientos desencadenados que alcanzaron niveles
dramáticos como la rebelión de 1712.
ORIGEN DE LOS
INDIOS REYUNOS
En su afán de extender sus dominios
y la búsqueda de nuevas rutas, el invasor hispano incursiona en estos parajes,
donde luego llega a establecerse. En 1567 trasponen el canal de Chacao, fundan
los poblados de Castro y Chacao.
Asentadas esas poblaciones los
hispanos exploran los parajes del Reloncaví. Luego los aborígenes de esta región
fueron apresados y enviados a trabajar a las minas del Norte y las estancias de
las
cercanías de Osorno[6].
Producto de la gran rebelión
indígena iniciada en 1598, las ciudades del sur fueron arrasadas. Osorno que
resistió el asedio durante mas de tres años fue finalmente abandonada por los
españoles quienes huyeron hacia Chiloé, fundando los fuertes de San Miguel en
Calbuco y San Antonio de la
Ribera en Carelmapu donde se ampararon.
En si hégira los españoles fueron
acompañados por un contingente de indios conas quienes contribuyeron a proteger
a los derrotados pobladores. Esta hueste se engrosó con los caciques de
Guanauca, los que jurando lealtad al rey de España se instalaron en las
reducciones de Abtao y Caicaen, en las cercanías del fuerte San Miguel
Se establece así una estratégica
línea de frontera, desde Carelmapu hasta Calbuco que protege las entradas por
el norte de Chiloé, hasta las primeras décadas del siglo XIX. Protegiendo esa
frontera, durante gran parte del siglo XVII, los reyunos auxilian a los
españoles en la contención de las amenazas de los indios juncos, sirven plazas
como soldados en los fuertes, centinelas en Chayahué, San Gallán y Llaicha. Por
el hecho de haber contribuido a la traslación de los pobladores de Osorno a
Chiloé y su permanencia como auxiliar junto a los españoles, la Corona les reconoció esta
condición y les otorgó una gratificación vitalicia de 300 pesos anuales -que se
pagaban junto con el sueldo de los soldados de Chiloé- por la vía del Real
Situado. Este pago era ejecutado por el gobernador de Chiloé y fue en la
práctica una retribución en especies.
Olguín Bahamondes ve en esta acción
"una reminiscencia de la práctica en la reconquista castellana medioeval de
otorgar condición especial a los habitantes de comarcas fronterizas[7]"
Las primeras décadas del siglo XVI,
fueron períodos de esporádicas escaramuzas en contra de los indios juncos y
aprovechando la dictación de las leyes que permitían la esclavitud de los
indios tomados en guerra, las guarniciones de Calbuco y Carelmapu, auxiliados
por los indios de Caicaén y Abtao salían en malocas a apresar indios, los que
vendían en la zona central de Chile, repartiéndose españoles e indios, las
ganancias[8]
Las relaciones que mantiene este
grupo con las autoridades españolas es a través de un gobernadorcillo, cargo
reconocido por el gobernador de la provincia y los comandantes de las
guarniciones de Chiloé. Los pleitos y diferencias entre los reyunos eran
resueltos y dirimidos por esta autoridad. Conservan por lo tanto una cierta autonomía
en relación a sus congéneres chilotes.
EL SERVICIO AL REY SE CONVIERTE EN SERVICIO PERSONAL PARA EL GOBERNADOR
Sin embargo la condición de
exoneración de cargas fue transitoria. En su calidad de vasallos libres del rey
poco a poco fueron transformándose en sirvientes del gobernador y demás
autoridades que se sentían representantes del monarca y en razón de recibir una
pensión del Rey fueron siendo obligados a cumplir con una serie de prestaciones[9]
El sentido jurídico original se fue
desdibujando con el tiempo. Ya en 1668 los indios calbucanos se quejaban en un
documento que
en muriendo un indio en la guerra sirviendo a Su Majestad le cogen los
hijos y se los llevan los españoles para servirse de ellos y los pasan por
encomienda y haciendo encomendados a los que Su Majestad ha dado por libres y
tiene en su real cabeza, y por cuanto los soldados de infantería española que
asisten en aquella reducción, suele cada uno con su mano de capitán llevarse
uno o dos indios y muchachos para que les sirvan, y lo mismo hacen los
capitanes de amigos y luego los piden por encomienda, siendo los que los habia
de defender, sus mayores enemigos y los que mas mal les hacen.
La
documentación examinada nos señala que ya en la segunda mitad del siglo XVII
los indios reyunos, sus descendientes, y deudos comenzaron a ser soterradamente
trasladados a estancias de españoles situados en otros lugares del
Archipiélago, luego se solicitaba que estos indios fueran encomendados.
Paulatinamente los servicios que los reyunos prestaban a la Corona se fueron ampliando:
trabajan en la refacción de los fuertes, fabricación de cureñas, construcción
de piraguas, ocupados en construir navíos para facilitar la comunicación con el
continente, la recolección de los diezmos por todo el Archipiélago donde
consumían meses de trabajo quedando prácticamente en calidad de servidores
personales del Gobernador, sin remuneración alguna.
LOS INDIOS
ENTRAN EN CONFLICTO CON EL GOBERNADOR DE CHILOÉ
En los oficios
que hemos visto exponen además que daban
al gobernador para que les sirvan, tres criados, al teniente español dos, al
sargento mayor dos y lo mismo al capitán el alférez y el sargento del fuerte de
Calbuco.
Comparan su
actual situación con la que tuvieron con los anteriores gobernadores. Dicen que
el gobernador Alonso del Pozo pedía 25 tablas por vasallo; que los gobernadores
Francisco Espejo como Victorino de Tineo pedían 50 tablas a cada indio. Ambos
gobernadores, dicen los indios, les daban de ración a cada vasallo reyuno: seis
chiguas de papas y seis de cebada, tres almudes de efectos, siete varas y media
de bayeta, cuatro varas de cintas para sus mujeres, dos varas y media de pañete
y dos mazos de tabaco [12].
Cansados de
estos trabajos, salieron de Abtao el cacique Don Miguel Millaraucu y el
sargento mayor Don Miguel Chabol, quienes se embarcaron desde Abtao en una
piragua, con el consentimiento del cura y vicario Joaquín de Acosta, viajaron
hasta Valparaíso y se presentaron donde el gobernador don Domingo Ortiz de
Rosas, quien los recibió, favoreció, amparó
y eximió de todos los trabajos. Regresaron los mensajeros a Chiloé donde
el gobernador Santa María hizo caso omiso de lo ordenado por el Presidente,
además prendió al cacique Millaraucu y lo mantuvo preso por dos años.
Persistieron
los reyunos en sus legítimas demandas y en agosto de 1756 se presentaron ante
el nuevo Presidente de Chile don Manuel de Amat los caciques Don Martín
Neiquil, Don Juan Puranaguel y el ayudante Miguel Cayuman, exponiendo
nuevamente sus quejas. Agregaban esta vez que habían salido fugitivos de Chiloé
por cuanto el gobernador no daba licencias a los reyunos para viajar a Chile.
Se quejan amargamente que sus antepasados solo desempeñaban oficios honrosos en
los fuertes de Maullín, Carelmapu, San Gallán y Calbuco y ahora sólo se les
ocupa en servicios particulares, piden y suplican al Capitán general de Chile
que se les descargue de aquellos trabajos.
Vista la
solicitud el Protector Fiscal don Tomás Ruiz de Azua considerando que por estar
la jurisdicción de Chiloé tan distante de las audiencias expuso que estos
excesos debían ser corregidos, pues “en los indios hace mas recomendable la
justicia su piedad, pues indefensos contra la violencia del gobernador no
tienen otro auxilio que la benignidad del superior”[13].
En su informe
a la Audiencia
pide al gobernador de Chiloé enterarse, que los caciques no están obligados a
contribución ninguna al gobernador. Debe restituir a los reyunos el precio de
las 200 chiguas de carbón, las botijas de aceite de ballena, el precio
de los alimentos que proporcionaba Martínez de Tineo, y el pago de los
salarios, todo esto por el tiempo que había ocupado a los reyunos. Pide que los
autos de esta restitución deben hacerse con asistencia del Protector de Indios
de la provincia de Chiloé y se envíen a su despacho.
Sin embargo,
Salas, el fiscal de la
Real Audiencia dictaminó que aún cuando no duda de las
denuncias de los indios, debe hacerse una indagación sumaria de los hechos
donde rindan información de los agravios recibidos. Se dicta un auto para que
se haga la notificación al gobernador de la Provincia por el
escribano de Chiloé o los alcaldes de Chiloé comunicándole a Santa María la
remisión de la indagatoria, so pena de 200 pesos, si no lo hiciere.
Pasaron los
años, murió el Rey de España, asumió el sucesor Fernando VI; España declaró la
guerra a Portugal, a Inglaterra; el presidente de Chile fue ascendido a virrey,
J. J. Rosseau daba los toques finales al Contrato Social; mientras en
Caicaén las ovejas seguían esponjando vellones, en las playas de Abtao las olas
deshilachaban guijarros; pero las indagaciones nunca se hacían, los reyunos no
recibían el pago de su trabajo y seguían año tras año fabricando carbón,
cortando tablas y recogiendo aceite.
Decidieron
entonces, aplazar sus demandas hasta que Santa María cumpliera su mandato y
esperar la llegada de un nuevo gobernador.
EL NUEVO
GOBERNADOR TENSIONA AÚN MÁS LA SOCIEDAD CHILOTE
Por fin en
1761, poco antes de embarcarse en El
Peruano rumbo a Lima, el presidente Amat envía a Santa María a la
gobernación de Juan Fernández y en su reemplazo nombra gobernador de Chiloé a
Juan Antonio Garreton[14].
Santa María abandonó el Archipiélago en total impunidad.
Si alguna esperanza habían abrigado los
reyunos, de que sus reclamos serían atendidos por el nuevo gobernador y
corregidos sus excesos, en poco tiempo este demostró que tales esperanzas eran vanas. Garreton no
sólo mantuvo la situación de los indios tal como la habia dejado su antecesor,
sino que gravó con nuevas cargas el trabajo de los reyunos.
Estos se hicieron a la mar. Navegaron nuevamente
mas de 1000
kilómetros de costa en sus frágiles embarcaciones y
llegaron a la capital. Aquí el oidor de la Real Audiencia y el
Protector General de los Naturales presentaron un escrito a nombre de los
arriesgados indios que desamparando sus casas, desertaron de Chiloé, navegaron
todo el litoral desde Carelmapu hasta Valparaiso. Este escrito arroja nuevos
antecedentes de cómo se iba agravando la situación para los reyunos. En el reclamo
indígena se nombra como extorsionador a Isidro de Vera, capitán del fuerte San
Miguel y al cacique mandón o
gobernadorcillo de indios Gonzalo Collipangue.
El presidente
de Chile Antonio Guill y Gonzaga el 11 de agosto de 1763, mandó que se decrete:
que cualquiera de las justicias de Chiloé hagan que se les satisfaga en los
indios querellantes las deudas reclamadas por los trabajos indicados. Los
contenidos del cumplimiento de esta ley debían ser hechos saber al gobernador
para su conocimiento.
Los bravos que
habían hecho esta jornada, don Miguel Chabol, don Juan Huiliñanco, don José
Taimante, don Juan Chabol y los pilotos Domingo Cares y Miguel Pincol,
regresaron a Chiloé. Arribaron a Chacao el 22 de diciembre de 1763. Allí se
presentaron al gobernador, quien les recibió con improperios y, según los
reyunos desestimando los pliegos del presidente. Les dijo que eran unos indios
picarones, amenazándolos con engrillarlos y que los haría trabajar en las
encomiendas. Remitido el pliego con la orden presidencial al corregidor de
Castro, arribó este a Chacao prorrumpiendo con las mismas amenazas que el
gobernador.
Varios dias se
tomó el gobernador para seguir algunas tramitaciones referentes al pliego. El
día 24 de enero de 1764 despachó un exhorto al capitán de amigos de la
reducción de Abtao del tenor siguiente: “con la mayor brevedad remitirá a este
puerto a todos los caciques de su distrito para hacer saber la providencia que
condujeron los caciques que regresaron a este puerto del reino de Chile remitida
del muy ilustre señor Presidente...”[15]
Cuando
llegaron los caciques al palacio del gobernador se encontraron con una gran
concurrencia de vecinos: los más conspicuos integrantes de la sociedad
feudataria chilote están representados en la reunión cerrando filas junto a
Garreton en una clara intención de amedrentamiento. Asi lo declara veladamente
Garreton, quien procedió a amonestar a los reyunos dando a conocer un auto
emanado en diciembre de 1752 del presidente de Chile en que notifica al cacique
Cristóbal Caura que no practique el exceso de salir de la provincia de Chiloé
sin licencia del gobernador, ni aún con la finalidad de recurrir al Superior
Gobierno y/o Real Audiencia, so pena de destierro por un año si es cacique y
cien azotes si el prófugo era indio[16]. Todos los caciques, indios, capitanes de
amigos, protectores de naturales, clérigos, debían darse por enterado de la
vigencia de este bando.
Garreton que
ha demorado todo este tiempo para dilatar una defensa, le dá a este bando toda
la gravedad de las circunstancias y hace firmar como testigos a los presentes
en la asamblea, entre ellos: El corregidor de Castro Ignacio Vargas, los
escribanos Francisco de Andrade y Francisco Javier Gómez, los maestres de campo
Juan de Loayza, Lorenzo de Cárcamo, Juan Eusebio Salcedo, Fermín de Barrientos,
Bartolomé de Cárcamo, el sargento mayor Mateo Abraham Evrard y una docena de
beneméritos que se autodenominaba la nobleza de Castro, entre ellos Antonio
Silberio Rubau quién en 1759 era encomendero de Puluqui.
Cuentan los
reyunos que el gobernador ofreció pagarles “cien pesos en efectos por la
recogida de los diezmos y mientras tanto debían trabajarle una piragua[17]”
Nota del autor:
CONTINÚA EN PARTE 2 [Dejanos tu comentarios]
NOTAS
[1]
Este artículo fue publicado en
la Revista ESPACIO REGIONAL Revista de Estudios Sociales del Departamento de
Ciencias Sociales de la Universidad de los Lagos Volumen 2, Número 3 Año 2006
Osorno Chile pp. 29-45
[2].
Rodolfo Urbina Burgos: Población
Indígena, Encomienda y tributo en Chiloé. 1567-1813. (Valparaiso 2004), 30
[3].
Existe un grupo de indios que no está adscrito a encomienda alguna y en los
recuentos de población a medida que disminuye el número de encomendados,
aumenta el de estos indios a los que historiografía chilote no ha establecido
su status dentro de la sociedad chilote.
[6]
Tenemos evidencia de la existencia de estos indios en la estancia Guanauca del encomendero
Carrillo quien en 1585 poseía centenares de cabezas de ganado. Los indios se
ocupaban en los obrajes de lana cuyos productos eran vendidos en unos 12.000
pesos, suma considerable en esa época. Además se cultivaba lino, se recogía oro
y se fabricaba miel. Veáse: José D. Mansilla-Utchal Almonacid: “Origen de la Ciudad de Calbuco” Cuadernos
de Caicaen no 1 (1992), 23 y
[10]
Chigua: Medida de capacidad equivalente a seis almudes. Un almud equivale a
un volumen de ocho litros.
[11]
En el caso de las declaraciones de los testigos de este documento hemos
conservado su estilo expresivo.
[12]
Esto es el pago que recibía cada reyuno en tiempo de estos gobernadores a
prorrata de los 300 pesos de asignación que era remitida por el Real Situado.
[13]
Algunos indios de Chiloé en contra de sus encomenderos 1756 Archivo Histórico
Nacional de Chile Fondo Capitanía General ( En adelante citado como ANS CG)
Volumen 510
[14]
A la fecha de su nombramiento Juan Antonio Garreton y Pibernat era comisario
general de caballería del ejercito en la provincia de Valdivia. Tuvo
participación en el intento del presidente Amat de restablecer el camino entre
Concepción y Chiloé. Debían salir dos expediciones, una desde Valdivia y otra
desde Chiloe y encontrarse en el río
Bueno. Santa Maria recibio tardíamente la comunicación por lo tanto no se movió
de Chiloé. Garreton con cien hombres y una tropa de indios auxiliares penetró
por los llanos, fundó el fuerte Huequecura, y en las márgenes del rio Bueno el
de San Fernando. Una noche de enero fue atacado por los indios juncos debiendo
replegarse. Días después sorprendieron los juncos a los indios auxiliares los
cales fueron pasados a cuchillo por ayudar a los españoles. Cuando Amat llegó a
Lima encargó al franciscano Merino de Heredia que cantara en versos esta
batalla para darse lustre de las proezas que hizo durante su gobierno. En ella
Garreton es cantado como héroe. El texto se titula “Relación de la gloriosa función que lograron las armas españolas la
noche del 27 de enero del año 1759, mandadas por el comisario jeneral de
caballería don Juan Antonio Garretón i Pinebart...”. Vease: Diego Barros
Arana Historia Jeneral de Chile Tomo VII, 212.
[15] Algunos
indios en contra de sus encomenderos 1756, ANS CG Vol 510
[16]
Algunos indios en contra de sus encomenderos 1756, ANS CG Vol 510
[17]
Abraham de Silva Molina: Historia de Chiloé Tomo IV, 235 (inédita) EN:
ANS Fondo Varios Volumen141