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domingo, agosto 24, 2008

HISTORIA DE LA SALUD EN CALBUCO


HISTORIA DE LA SALUD EN CALBUCO


RESEÑA BIBLIOGRAFICA – Primera Parte

Por JOSE D: MANSILLA ALMONACID


Dos fechas conmemorativas con relación a la salud pública en Calbuco se han celebrado en el último tiempo. El 7 de abril de 2007 se cumplieron 100 años de la fundación del Hospital de Calbuco: y El 8 de marzo recién pasado se conmemoran 100 años desde que fuera inaugurado oficialmente. Para honrar estos centenarios se ha publicado el mas importante texto sobre historia calbucana escrito en los últimos años. Nos referimos al libro “Calbuco, Castro y Quellón 1962 – 1973. Memoria y Salud en la XII zona” de los médicos Yuri Carvajal Jorge Minguell, Homero Vásquez y Carlos Yurac, quienes -desde la Memoria y la mirada de la Microhistoria Local, como vívidos actores sociales, gracias a su profesión de médicos- nos relatan los sucesos ocurridos en las localidades sureñas en una época crucial de nuestra historia nacional.

I

Los más lejanos antecedentes documentales que conocemos de la práctica de la medicina alopática en Calbuco, es la actuación del Cirujano Mayor Juan Isidro Zapata, natural de Lima, quien entre 1787 y 1797 estuvo dos veces “destacado en el Fuerte de San Miguel de Calbuco, Frontera de los Enemigos de Tierra por orden del Gobierno de Chiloé atendiendo asuntos del Real Servicio” durante una epidemia que afectó a la tropa y el paisanaje de la región[1].

Ya en el siglo XIX quienes ejercen actividades sanitarias son los Vacunadores Departamentales, quienes realizan la “inoculación del fluído”, para combatir la viruela. Se recuerda a José Blanco y José María Bustamante[2] entre otros. El primer médico que presta servicios en Calbuco es el Doctor Don Ramón Ortiz Cerda en noviembre de 1881. En 1882 se establece en Calbuco la Dispensaría, voz española con la que se conocían los sanatorios o consultorios médicos de atención ambulatoria de la época. Se le asignaron $450 anuales pesos para gastos operacionales. Otros médicos pioneros de la atención sanitaria en Calbuco fueron Don Isaías Grez nombrado médico de Calbuco en 1886 y Don Matías Yuraseck quién fue designado en 1888 con un sueldo de $ 500[3].

II

LOS DOCTORES YURAC Y ROMERO

Volviendo al texto reseñado:

Desde hace un largo tiempo ya, que tengo guardadas las notas que tomé en la relectura de este importante texto. La primera vez que me asomé a sus páginas fue en características muy singulares: Un pariente debió someterse a una intervención quirúrgica en el hospital de Carabineros Teniente Merino. Mientras esperaba el resultado de la operación me leí de una sola tirada este extraordinario texto, viviendo los sentimientos encontrados que su lectura sugiere y provoca.

Porque en sus páginas encontramos las vivencias, la existencia de la pequeña comunidad calbucana de entonces, vista por jóvenes profesionales, en un tiempo donde la profesión de médico era una misión en la sociedad, con un vuelo más alto que el actual hedonismo individualista. Pero no es nostalgia lo que se encuentra en estas páginas sino la participación de las personas que se involucraron en la modernización de la salud en el sur de la patria. Ese es el hilo central de la historia.

De alguna manera la misión de los médicos de la década del 50 al 70, emerge con cierta semejanza a la labor de los evangelizadores del siglo XVIII, porque el paisaje bordemarino condiciona la labor sanitaria a las navegaciones y regresos por los archipiélagos.

Pero dejemos hablar a los protagonistas de esta historia: El Doctor Señor Carlos Yurac, su señora esposa la doctora Gloria Romero, el doctor Don Carlos Minguell.

IIa

Don Carlos Yurac, era chilote; terminado sus estudios de medicina se cruza en Santiago con el doctor Don Silvio Roncone, quien le insta a convertirse a ser Médico General de Zona, volver a la provincia y desarrollar una labor concordante con los ideales del socialismo de entonces. Se prepara para el desafío practicando obstetricia en el Hospital Barros Luco Trudeau. Por ese entonces lee el texto de Gustavo Molina y Guillermo Adriasola sobre Administración sanitaria “Se me abrió un mundo –dice- y supe que tenía que hacer en el hospital de Calbuco. Concebí un plan de salud integral para Calbuco, basado en su realidad y delineando un futuro”[4].

Para entonces el doctor Yurac ha formado familia con su colega la medico pediatra señora Gloria Romero y son padres de Vesna. “Calbuco no era un puesto –escriben-, era una misión. Sentíamos con Gloria que devolvíamos a la sociedad lo que nos había dado al formarnos como médicos”[5].

La pareja de médicos arriba a Calbuco en junio de 1962. Instalados en la isla pusieron en marcha los postuladlos de salud pública del doctor Molina y la clínica aprehendida en los hospitales Salvador, Calvo Mackenna, Barros Luco –centros médicos donde se incorporó el doctor Yurac para traer esas experiencias a Calbuco.

Anecdóticamente nos cuenta que en la isla funcionaba un sistema de camilleros, formados por cuatro personas que cargaban una angarilla donde se conducían a los enfermos al hospital. De aquí se deduce que había real necesidad de modernizar la salud, redistribuyendo los recursos para que llegaran a los modestos habitantes de las zonas remotas y rurales como era Calbuco y sus aledaños.

Encontraron aliados en la comunidad religiosa de la Sagrada Familia. Los curas holandeses le hicieron un espacio en la lancha en que misionaban en las islas. Así se llevaba la salud espiritual y física a los campesinos. Preocupación fundamental fue la atención periférica de la salud, crearon la posta de la población Texas, la de Abtao y la estación medica en Tabón, para lo cual capacitaron a los pobladores interesados.

Un duro revés fue el incendio del Hospital la noche del 11/12 de octubre de 1962. Este incendio redujo a cenizas el hospital calbucano. Si bien no hubo que lamentar ninguna pérdida de vida humana, gracias a la acción de bomberos, personal del hospital, sacerdotes y vecinos.

A la mañana siguiente: “restos calcinados de fichas clínicas se esparcieron por todo el pueblo y volaban con el viento que se levantó”[6]. La biblioteca de los doctores atesorada por años, sólo eran unos libros chamuscados y quemados en los terrenos aledaños.

La contundente respuesta con que los médicos de Calbuco enfrentaron esta adversidad los dignifica como héroes en tiempo de paz. En efecto, los enfermos, “yacían en la pampa sobre mantas y colchones rescatados del siniestro” y allí mismo “ante la presencia de la presidenta de la Cruz Roja se decidió trasladar a los pacientes al local de esa institución”[7]. Cumpliendo esa tarea, la misma noche usando unas angarillas con patas que sirvieron como camas de emergencia.
Los médicos también perdieron lo que era su hogar, sus pertenencias personales.

En la antigua Royal salvada del incendio, José Moneva escribió el oficio Nº 1 del Hospital de Emergencia a la Dirección de Zona comunicándole el desastre. Los directivos de la Salud le ofrecieron a los médicos trasladarse al Hospital de Achao, pero Don Carlos y la señora Gloria optaron por quedarse el Calbuco. No teniendo habitaciones en la isla se instalaron en la localidad de Fresia. ¡El doctor Yurac recorrió 8 horas diarias durante meses para atender a los pacientes de Calbuco!. Finalmente se instalaron en San Rafael, desde donde atendían operaciones, emergencias, atravesando en bote el canal, en la húmedas noches calbucanas.

Todo el equipo humano del hospital se involucró al lado de los dos médicos e hizo un trabajo tan eficiente en el pequeño local de la Cruz Roja que al poco tiempo la comunidad no notaba la diferencia en la atención hospitalaria, ya que el Hospital de Emergencia se fue expandiendo con piezas, bodegas, oficinas. José Moneva, Nelly Sánchez, Nora Ulloa, Melania Cárcamo, Mercedes Gallardo, la señora Adelaida, Lucy Montaña, Brisilia Mansilla, Ema Alvarado, Ramón González “procuraron soluciones sencillas a las grandes dificultades logísticas que demanda el funcionamiento de un hospital” Escribe el doctor Yurac: “Repaso en mi mente los rostros de esos funcionarios, y veo claramente que eran nobles y sencillas personas, volcadas a servir a la comunidad, sin estridencias, con historias que no aparecen en los periódicos...”[8]

El trabajo de salud tuvo énfasis en la atención rural y en las campañas de vacuna. En sus periplos por las islas llevaban cientos de jeringas esterilizadas en largas tablas envueltas que llamaban “guaguas”. Un método aprendido de los yanquis durante el terremoto de 1960. Con ello vacunaban cientos de niños, especialmente inoculando la “triple”, entonces en fase piloto. Una atención importante fue la prolongación de la lactancia para mitigar el raquitismo.

También pioneramente se abrió una ficha a los recién nacidos. Se comenzó a inscribir los nacimientos por el Oficial Civil en el Hospital. Se regularizó la inscripción de defunciones y se hospitalizaban las madres junto con sus hijos. Nunca un enfermo grave quedó sin un familiar que los acompañara. “El hombre pasaba a ser un sujeto en salud y no un objeto”[9].

IIb

El doctor Yurac se trasladó a Castro. Allí entre 1972 y 1973 llegó a ser Director del hospital castrino. Bajo su dirección se refaccionó el edificio hospitalario, quedando como nuevo. Se intensificó el plan de entrega de leche, se crearon: el hogar de la madre campesina para alojar a las embarazadas de las islas; el primer jardín infantil de la región; el Cuerpo de Voluntarios de Salud Rural. Se ideó un nuevo plan de acción para el “Cirujano Videla”, barco que hacia rondas por la cordillera llevando leche y medicamentos y atención primaria y dental. Un pesado camión se habilitó como unidad móvil y se construyó una docena de postas rurales. Es decir un vasto plan de modernización donde no se escatimaron los pocos recursos que disponían el Gobierno Popular de Salvador Allende

Contrastan estas realizaciones en Salud con el discurso del general golpista Leigh –sin tener además competencia en las materias- quien expresó en julio de 1974: “Además de politizar definitivamente los servicios, facilitar la indisciplina, favorecer el ausentismo, desquiciar sus jerarquías, agotar y hacer perder incalculables recursos materiales; el gobierno marxista organiza y pone en marcha todo un siniestro sistema paralelo y clandestino de salud, destinado a apoyar la guerra civil”.[10]

Mientras los médicos, funcionarios y la gente veían que la gestión apuntaba al progreso de la salud, hubo personeros que se fueron desperfilando. (Es que para entonces, ya la antipatria –tan bien representada por ese propietario de un diario con nombre mitológico que es el dios de los ladrones- se había sentado en Washington a tomar tecito con el Secretario de Estado Mr. Kissinger para traicionar a Chile, Su Presidente y su pueblo[11]).

Así llegó septiembre del 1973 “con una terrible fractura que se estaba asomando en horizonte”, mientras los termocéfalos gritaban en las calles el inútil y desmovilizador slogan: “el que no salta es momio”[12], los cuerdos sólo pensaban en lo que se venía.

Una decena de médicos atendía el hospital de Castro: R, Acevedo, O. Puerta, O Marabolí, L. Landa, G. Romero, C. Yurac y Omar Osorio, Francisco Guerrero y Raúl Miserda, “Estos tres últimos de oposición, estaban en huelga” y eran tenaces opositores al programa de Salud de la UP y llegaron “a tener un papel violento y delator después del once”[13].

Esa mañana del martes once, el doctor Yurac –ya premonitoriamente en conocimiento que el golpe se venía- asistió a su despacho en el hospital. Hasta allí “subieron los médicos golpistas y gritaban enfurecidos, querían sacarme de la Dirección. Algunos funcionarios leales los hicieron retroceder”[14].

El 27 de septiembre don Carlos Yurac fue destituido de su cargo de Director del hospital. No sin antes pasar por la pesadilla de recibir anónimas llamadas con amenazas por teléfono, las acusaciones que tenía un hospital clandestino en su casa, hospitales para la guerrilla en las postas rurales y hasta en una pieza debajo del estanque de agua del hospital. Lo acusaron de tener fotos con Allende (cuando el Presidente navegó en el Buque Sanitario Cirujano Videla), etc. Era continuamente requerido a declarar, porque algunos médicos presionaban para que allanasen su casa, incluso los médicos delatores viajaron a Puerto Montt con cargos y acusaciones al mando militar.

A fines de septiembre, Yurac se traslada a Santiago al Hospital Barros Luco[15]. Mientras arreglaba el traslado de su familia se encontró con el médico de Calbuco el doctor Jorge Minguell, exonerado y trasladado a Castro.

Mas de treinta años después de estos sucesos, las memorias del doctor Yurac no invitan a recordar, conocer y reflexionar sobre nuestra Microhistoria Calbucana, en años tan cruciales cuando la angurria empresarial coludida con los soldados abortó la democratización de Chile.

¡Gracias Don Carlos Yurac y Señora Gloria Romero por su gestión en Calbuco!
¡Honor y Gloria siempre para Ustedes de todos los calbucanos de corazón noble!

Ojalá sus palabras: “con la plata del cobre se levante un hermoso puente que libere las estancadas aguas del canal Caicaen y permita que las mareas vuelvan a enfrentarse como maravilla de la naturaleza”[16], sean escuchadas por quienes perdieron la democracia en las armas de los militares y que después de recuperada por el pueblo, los mismos la vendieron a los empresarios cuyo sistema social, por lo visto en los recientes acontecimientos: en Educación, la Araucanía y el apaleo de pobladores y trabajadores salmoneros en Calbuco nos están señalando que nuevamente “en Chile el fascismo ha asomado su feo rostro”[17]

Continúa.
_________________

NOTAS

[1] Juan Isidro Zapata, fue destinado posteriormente a la isla Juan Fernández. En 1810 abrazó la causa independista y se exilió en Mendoza. Allí llegó a ser el médico de cabecera del General Don José de San Martín y le acompañó en el Cruce de los Andes. En Chiloé ofició también de tanatólogo al efectuar exhumaciones de cadáveres y practicar las autopsias para la aplicación de justicia en hechos delictivos en Chonchi y Gueltin, en el tranquilo Chiloé del siglo XVIII.
[2] Este último fue además Gobernador del Departamento de Carelmapu, jurisdicción que comprendía los poblados de Calbuco, Carelmapu y Maullín.
[3] Don Matías Yuraseck fue además Médico en Campaña durante la guerra de 1879.
[4] Yuri Carvajal Jorge Minguell, Homero Vásquez y Carlos Yurac: Calbuco, Castro y Quellón 1962 – 1973. Memoria y Salud en la XII zona pp. 32
[5] Op. Cit. Pp. 32
[6] Op. Cit. Pp. 38
[7] Op. Cit. Pp.40
[8] Op. Cit. Pp.4
[9] Op. Cit. Pp.50
[10] Op. Cit. Pp. 126
[11] El Premio Nacional de Literatura Armando Uribe dice que lo vio.
[12] Op. Cit. Pp.59
[13] Op. Cit. Pp. 50 Y subrayado por nosotros.
[14] Op. Cit. Pp.60
[15] A pesar de todo, Yurac corrió mejor suerte que algunos de sus amigos: El educador Sanitario Don Marcelo Guzmán fue muerto aplicándosele “la ley de la fuga” (pp.58); o sea asesinado cobardemente por la espalda por quienes siguieron tranquilamente tomando su desayuno. El Mercurio escribió que planeaba envenenar el agua potable de Iquique. Dejó 5 pequeños hijos.
[16] Op. Cit. Pp. 48
[17] Palabras de Salvador Allende el 21.05.1973

lunes, agosto 04, 2008

RANQUIL LOS QUE VAN QUEDANDO EN EL CAMINO

Ranquil
los que van quedando en el camino
...

CONFLICTO CAMPESINO Y REPRESIÓN VIOLENTA EN EL VALLE DE LONQUIMAY (ALTO BIO-BIO) EN 1934
JOSE MANSILLA ALMONACID

...y yo he venido a buscar
la espantable verdad de 1934,
esa verdad siempre escamoteada
por la historia con esa manera
perfecta y frugal que ella administra
cuando es escrita por los caballeros,
sobre todo por los terratenientes.

Patricio Manns, Actas de Alto Bío-Bío


PRIMERA PARTE: OBJETIVO, MÉTODO Y ANTECEDENTES

Introducción:

En el invierno de 1934, miles de pequeños colonos campesinos fueron desalojados por la fuerza del fundo Ranquil, en el valle de Lonquimay, Alto Bío-Bío.
Los colonos que se vieron envueltos y fueron víctimas de una legalidad cruzada, que les despojaba de las tierras que habían ocupado y trabajado por años, se organizaron en forma espontánea, fragmentada y explosiva en defensa de la tierra. El gobierno de Arturo Alessandri envió tropas, aviones, para reprimirlos brutalmente.
Luego de algunas escaramuzas, fueron derrotados por la superioridad de fuerzas y armamentos. Los muertos fueron lanzados a los ríos, los colonos que aceptaron reubicarse fueron aventados a otros lugares inhóspitos, las mujeres violentadas, las familias fueron diezmadas y disgregadas. Las fuerzas militares apresaron a más de 450 campesinos pobres, los que amarrados a las cinchas de los caballos iniciaron un viaje a pie hasta la ciudad de Temuco, distante unos 300 kilómetros del lugar de los sucesos. Sólo llegaron con vida unos 40 prisioneros. Los otros quedaron muertos en los caminos.
El Estado aprovechó este alzamiento campesino aislado -de reivindicación de la propiedad de la tierra-, para levantar la imagen de una insurrección planificada y coordinada contra la Patria por agentes y agitadores internacionales e inició una feroz represión contra la oposición en las principales ciudades de Chile.
Luego de estos sucesos, el movimiento campesino chileno logró articularse, creando en 1935 la Liga Nacional de Defensa de los Campesinos Pobres, lo cual será el inicio de un poderosos movimiento campesino que fue un importante actor en todo el posterior proceso de la Reforma Agraria.

Metodología

Este texto es el resultado de una somera indagación al tema propuesto para destacar la masacre de campesinos que estremeció a Chile en junio-julio de 1934, junto al río Bío-Bío, el majestuoso río de nuestros antepasados entre araucarias y cumbres nevadas; como un aspecto relevante de la historia social chilena.
Estos sucesos están entrelazados por elementos referidos al problema del origen y tenencia de la tierra, la constitución de la gran propiedad territorial, la condición de actores sociales no hegemónicos, los dispositivos ideológicos y justificativos de la represión estatal en la construcción del país y las lecturas que de “estos fogonazos de la muerte” que sellan la legítima insurrección campesina de Ranquil hicieron posteriormente los campesinos organizados
[1]
Las interrogantes básicas que se tratan de responder y desarrollar en este pequeño ensayo es: ¿Cuál fue el origen y la causa del conflicto?, ¿Cómo se desarrolló el conflicto?, ¿Quiénes fueron los actores involucrados?, ¿Cuál fue la suerte de los vencidos?, ¿Cómo operó el aparato estatal en la represión de los comuneros de Ranquil? y ¿Sacó alguna lección el campesino chileno de esta masacre?.

Análisis bibliográfico
El material accesible a Ranquil, se encuentra:

a) En el reportaje y la crónica de la época: diarios y revistas; especialmente en el Diario Austral de la ciudad de Temuco y La Opinión, diario opositor a Alessandri.
El profesor Palacios señala que la prensa oficialista de la época hace una selección y secuencia de los acontecimientos para demostrar ante la opinión pública que la patria, la familia y la propiedad están en peligro; por lo que es necesario restablecer el orden y la seguridad, desdibujando la realidad, con lo que se construye una imagen que favorece a los hacendados, los pulperos y la acción represiva de la fuerza publica
[2].
b)La creación literaria, también se ha nutrido del suceso de Ranquil. Con gran fuerza narrativa ha descrito el escenario, las costumbres y tradiciones de los comuneros, sus dolores, alegrías y sueños. Denuncia el problema social y narra los sucesos. Sin embargo ha mistificado los hechos más que explicarlos: Tenemos la novela Ranquil de Reinaldo Lomboy; la obra teatral Los que van quedando en el camino de Isidora Aguirre y el ensayo Actas del Alto Bío-Bío de Patricio Manns.
c) También encontramos testimonios escritos por aquellos que pertenecen y defienden el modelo Democrático-Liberal. Abundan en detalles y antecedentes verificables documentalmente. Las explicaciones y análisis de estos reflejan su particular visión del mundo.
Es el caso de Germán Troncoso: Bío-Bío Sangriento, visión desde el punto de vista del carabinero; Harry Fahrenkrog
[3]: La verdad sobre la revuelta de Ranquil, que rescata la visión de los pulperos y colonos pudientes; René Peri Fagestrom: Sucesos del Alto Bío-Bío, quién nos ofrece una visión sesgada.
En las Historias compendiadas y/o generales relativas al siglo XX encontramos breves descripciones o citas sobre los acontecimientos de Ranquil. Es el caso de Gonzalo Vial que en su Historia de Chile en el Siglo XX subtitula un escueto artículo como: "La primera rebelión campesina de Chile tiene poco (o nada) de positivo: originada en una suicida temeridad comunista, derivó de ella una serie de crímenes vulgares, y fue aplastada por una feroz represión"
[4]
d) La huella de Ranquil ha quedado en numerosos y variados documentos (libros, periódicos, revistas, archivos, censos, catastros, fotografías, planos, mapas, etc. Estos documentos oficiales y privados (directos e indirectos), que se encuentran dispersos en diferentes instituciones no están catalogados, haciendo difícil su ubicación. Otros son documentos policiales o militares de casi nulo acceso. Es posible también que muchos papeles hayan sido destruidos. La información contenida en esta documentación permitirá que el estudio sobre los sucesos de Ranquil puedan ser profundizados.
e) Para el desarrollo de esta aproximación al tema utilizamos como texto guía la investigación del profesor Germán Palacios: Ranquil: La violencia en la expansión territorial de la Propiedad Agrícola, trabajo con el cual obtuvo su Maestría en Ciencias Sociales en la Universidad Arcis, en 1992.
Es, a nuestro, juicio el mayor aporte historiográfico que se ha hecho sobre el tema, y por supuesto, hacemos nuestra la visión que expone.
g) Teniendo nuestro trabajo la característica de Ensayo, o por decir mejor, un bosquejo de trabajo, con las limitaciones de páginas y de tiempo, no accedimos a todas las fuentes impresas. Por la misma razón de temporalidad no incorporamos todas las variables principales que sobre este tema pueden darse. Incluso es posible, por esta limitación objetiva, que al exponer este movimiento social nos quedemos atrapados en la masacre, o caigamos en histerologías.
En la parte final se adjunta la bibliografía efectivamente consultada.

Origen de la propiedad y la tenencia de la tierra

En relación a quién es el verdadero propietario de la tierra, si el hombre de que desde tiempos inmemoriales nació y vivió en ella comunitariamente; si el hombre pobre que se arrimó entre los aborígenes, levantó familia y laborándola con esfuerzo realizó su proyecto de vida campesina.
O ¿es propietario el capitalista citadino que exhortado por el mercado y la dinámica de su ganancia se apropia de tierras vírgenes y comunitarias para explotarlas?, ¿o es el político que sirviendo intereses administra los derechos, la legalidad y la fuerza pública, cuyo conjunto hace prevalecer sobre todo y "constituye la propiedad".
En respuesta a estas propias interrogantes, el historiador Gabriel Salazar señala que "La propiedad de la tierra -la relación permanente entre la sociedad humana y su propio suelo reproductivo- no ha sido una relación natural sino social"
[5]
El poderío del capital, unido, sumado e integrado al estado han tornado caduco y sin validez todo derecho natural sobre la tierra. Y poco o nada ha servido el reclamo de los pueblos indígenas o los campesinos autóctonos que fueron los primeros colonos o productores históricos[6]
En Chile, agrega Salazar "la propiedad se constituyó en, y formó parte del mismo proceso de constitución del capital y del estado. Por lo que no se ha reconocido jamás ninguna propiedad anterior al capital o al estado"[7].
La propiedad privada de la tierra se consolidó en Egipto hace unos 5,000 años. Destruida la igualdad jurídica, se instala un sistema de clases sociales y se establece un lazo jerárquico entre el propietario del suelo y los sin tierras que pasan a perpetuidad a convertirse en siervos
[8].
En Chile al igual que en América el fundamento jurídico de la apropiación de tierras por el conquistador está dada por la Bula Intercaetera del 03.05.1493 por la cual el Papa de la Iglesia Católica concedía y asignaba las tierras descubiertas al señorío perpetuo de la corona castellana
[9]. Así al dominio y adjudicación de alguna parte de estas tierras sólo se podía acceder mediante una merced real.
En Chile esta facultad estuvo radicada principalmente en los Cabildos y en el Gobernador, quienes repartieron tierras en representación de la corona. El título legal era "merced de tierra" y entregaba la tierra al agraciado en dominio perpetuo y por lo tanto podía efectuar con ella cualquier acto o acuerdo jurídico
[10].
Se suponía que las tierras otorgadas, estaban vacías o vacantes, sin dueño. Lo que de hecho desconocía el derecho natural de los moradores primitivos, para quienes la casi totalidad de las tierras eran de uso colectivo.
Los deslindes de estas propiedades eran vagos, sin precisar: un árbol grande, una roca, un cerro lejano, las altas cumbres de la cordillera. Por lo tanto casi siempre los mercedarios se apropiaban de los terrenos aledaños: las demasías, con lo cual aumentaba la superficie original del predio. De aquí surge el criterio de reconocer como derechos adquiridos la citada ocupación de hecho.
Para evitar que las grandes propiedades fueran divididas, se establece el mayorazgo; institución que permite pasar de una generación a otra toda la tierra a manos del hijo mayor, concentrando aún más la propiedad de la tierra.
Cuando Chile logra su independencia de España y obtiene su libertad política, no se emanciparon los inquilinos del valle central en su condición de hombres ligados a la tierra, ni tampoco desapareció el hacendado de su alta posición de señor de la hacienda. Tampoco se modificó la hacienda en su calidad de unidad económica.
Durante el siglo XIX, algunos intentos reformadores de la estructura agraria fueron siempre abortados o abandonados a poco de iniciarse, ya que la aristocracia terrateniente dominó buena parte de este siglo tanto el gobierno como el país y se opuso a los cambios en el agro y en las condiciones de los trabajadores agrícolas.
Promediando el siglo XIX se hicieron intentos de colonización en el sur de Chile, los que fueron seguidos por el avance en la zona de La Frontera para radicar colonos italianos, españoles, franceses y alemanes.
A la región fronteriza de la Araucanía se envían fuertes contingentes militares, especialmente después del término del conflicto de 1879 con Perú y Bolivia, con el propósito de incorporar nuevos territorios a la propiedad agrícola. Territorios que les fueron arrebatados a los mapuches quienes las habían mantenido por siglos. Estas tierras fueron ocupadas por casi seis mil colonos chilenos y extranjeros.
En 1866, el gobierno creó las reducciones indígenas, con el propósito de proteger a los aborígenes contra la usurpación de tierras. Sin embargo continuó la corrida de cercos y ocupación de terrenos de las cercanías de las reducciones.
Encontramos que mientras un sector social del país, desde la llegada del conquistador español, construye su identidad política, económica y social en torno a la gran propiedad de la tierra, otro sector ve disgregada su identidad en la medida que pierde la posesión de la tierra. El Estado actúa o sirve de aval en la guerra y la represión, en la usurpación y el despojo contra los que se resisten a abandonar sus tierras.
Así el desalojo que afectó a los colonos, los indígenas y campesinos en Ranquil, tenía como propósito terminar de constituir la gran propiedad agrícola en el valle de Lonquimay.
El siglo XX asoma en Chile con la estructura agraria consolidad en grandes haciendas, cuyos propietarios son los grandes actores de la superestructura política, económica y social del país. Estas haciendas que existen sin ser mayormente tocadas permite la existencia de una aristocracia terrateniente, que a través de la Sociedad Nacional de Agricultura sostiene una gran influencia en las esferas del Estado. Muchos de sus integrantes son parlamentarios y ministros. Desde esos cargos obstaculizan la organización campesina y obtienen granjerías para mantener un status favorable a sus intereses.
Este grupo de poder, basamentado en la producción agrícola y en la propiedad de la tierra, de la cual se ha ido apropiando a medida que las fronteras agrícolas se expanden ha generado una disgregación de la población y cultura mapuche, dando origen a una sociedad de campesinos pobres, dispersos, cerrada a los cambios, a una sociedad a la que permanentemente se les usurpan sus tierras. Como es el caso del cacique Maripe que pierde sus tierras y la vida en Ranquil.
Por último, encontramos que la vida del inquilino en las haciendas transcurre lánguida y tristemente, no puede ganar otro salario que no sea el que paga la hacienda; no puede trabajar para otros en su tiempo libre, al igual que su familia y, tampoco puede vender o comprar fuera de la propiedad. Debe recurrir a la pulpería del dueño o administrador de la hacienda donde es esquilmado al adquirir sus alimentos y vestuario.
(Bride, 1929)
En estas condiciones, la independencia económica, adquirir una pequeña parcela para ser propietario solo formaba parte de los sueños
[11].
_______

SEGUNDA PARTE: BAJO LOS CIELOS DE RANQUIL

El río Bío-Bío nace a los pies de los Andes, enfrente a la ciudad de Temuco. Desde allí corre de sur a norte alimentado por pequeños ríos que aumentan su cauce. El río y sus tributarios corren entre las cumbres nevadas formando valles ultramontanos, que durante el invierno quedan cerrados a los viajeros del gran valle central.
Uno de estos contrafuertes montañosos es la cordillera de las Raíces, que en su vertiente oriental forma el valle de Lonquimay.
Hacia la década de 1930 se asentaban allí algunos fundos: Rahue, 28.000 há, Chilpoco 18.000 há; Ranquil 37.000há; Lolco 46.000 há y Vilucura 60.000 há
[12].
A diferencia de la zona central, donde la propiedad está basada en títulos de dominio que se remontan a la Colonia, en la zona de La Frontera, el problema de la propiedad estaba, aún en 1934, bajo la precariedad de la posesión agrícola. Esto afectaba a toda la zona y especialmente en el valle de Lonquimay, provocando numerosos litigios y violentas disputas sobre los pretendientes a la tierra. Esta situación favoreció permanentemente a los poseedores de grandes extensiones de tierra, dispuestos siempre al despojo.

Orígenes del conflicto

Los orígenes de los sucesos de Ranquil, se remontan al año 1881, fecha en que se llegó a un advenimiento entre Chile y Argentina por la cuestión de límites, fijando los hitos fronterizos de acuerdo a la línea de las altas cumbres y la divisoria de las aguas. A consecuencia de ese tratado quedó el valle de Lonquimay en territorio chileno
[13].
Era entonces Ministro de Guerra Francisco Puelma Tupper, quien poseía una propiedad denominada San Ignacio de Pemehue, cuyos deslindes indicaban que por el oriente limitaba con la República Argentina
[14]
Sobre la base de sus títulos de dominio, y habiéndose extendido este limite hasta los nacimientos del rió Bío-Bío, Puelma reclamó todo el territorio que era chileno e hizo ocupación del suelo apropiándoselo para sí.
Sin embargo el convenio entre las dos repúblicas era de repatriar a los ciudadanos de ambos países que quedaban en territorio extranjero.
Estudiados los antecedentes, el gobierno chileno notificó a Puelma que tenia que hacer entrega de los terrenos ocupados, con el fin de radicar en ellos a los chilenos que a raíz del tratado habían quedado en suelo argentino. Como también a los antiguos pobladores del valle
[15]. De esta manera se colonizó el valle de Lonquimay. Los terrenos aptos para la colonización quedaban al sur de los fundos Rahue y Chilpoco. Los territorios al norte de estas líneas se arrendaron a Puelma por seis años, pasados los cuales la familia Puelma siguió ocupando estos terrenos, considerándose como propietaria.
El avance de la colonización en la zona de Frontera, y un constante movimiento de población, produjo un gran tráfico de tierras, dando como resultado el problema de la legitimidad de la propiedad austral. También este era el caso de algunas propiedades en la comuna de Rahue.
Para solucionar esta situación se creó el Ministerio de la Propiedad Austral, durante el gobierno de Carlos Ibáñez. El objetivo era legalizar los títulos de dominio. Para ello había que demostrar que se ocupaban los terrenos por mas de 10 años y que se habían introducido mejoras en las propiedades.

El Sindicato Agrícola de Lonquimay

La crisis mundial generalizada del capitalismo en 1929 afectó fuertemente a Chile. Los cesantes, las quiebras, la hambruna eran un problema generalizado. Los cesantes deambulaban por el territorio y muchos llegaron a establecerse al Alto Bío-Bío. El gobierno reabrió los lavaderos de oro e inicio la construcción del Túnel Las Raices. Ambas faenas presentaban condiciones de trabajo inhumanas y con remuneraciones muy bajas.
Arribó, buscando suertes, al Alto Bío-Bío Juan Leiva Tapia, un estudiante de Leyes que junto al pulpero Bruno Ackerman organizaron en 1929 el Sindicato Agrícola de Lonquimay. Formado el sindicato se empezaron a hacer trámites para legalizar los terrenos que poseían los colonos. Al mismo tiempo la familia Puelma estaba haciendo los trámites para sanear los títulos de acuerdo la Ley de Propiedad Austral.
El sindicato otorga en 1931 apoyo al candidato Montero, solicita la creación de escuelas en la zona y dirige pliegos de peticiones al Congreso. Incluso una delegación viaja a Santiago y se entrevista con el presidente Ibáñez, para tratar el problema de radicación de los colonos y campesinos pobres. Este acuerda una solución con los campesinos. Se demuestra con esto que el sindicato no conducía a una revuelta o sublevación de colonos y campesinos. Por el contrario buscaba una solución que se acerca más a la lucha reivindicativa por la vía legal.
El sindicato tenía una composición social muy heterogénea formada por colonos, indígenas, obreros del túnel Las Raíces y de los lavaderos de oro, pequeños comerciantes y empleados de las pulperías que pretendían acceder a la propiedad de tierra
[16]

La insoportable legalidad del despojo

Frente a la reclamación que la familia Puelma hizo de la propiedad de los territorios, el 14.08.1929, el Ministerio de Fomento por decreto 3871 les reconoció que los títulos y deslindes reclamados estaban conforme a derecho.
De esta manera los colonos repentinamente se encontraron con la noticia de que estos terrenos habían sido otorgados en propiedad a los herederos de la sucesión Puelma, que era la reclamante principal.
Se estudió un arreglo en acuerdo con la sucesión, pero los acontecimientos políticos del año 30 imposibilitaron su cumplimiento.
Se entró entonces, en un clima social inestable. Los colonos realizaban presiones, movilizaciones. El sindicato viajaba a Santiago para buscar soluciones. Así se obtuvo la suspensión del decreto 3871 y se dictó la resolución 265 del 27.03.1931 que reconocía los terrenos litigados como fiscales. Este decreto nombra una comisión que determinaría los deslindes originarios de la propiedad y además estudiaría la formación y ubicación de un pueblo, el cual se fundó mas tarde con el nombre de 23 de Enero y cuya acta de fundación fue posteriormente robada.
La Comisión en el terreno, verificó que los terrenos en litigio no estaban comprendidos dentro de los deslindes primitivos, que las escrituras de 1901 presentadas por la familia Puelma estaban con los deslindes originarios alterados. Este informe sirvió de base para dictar el decreto 1730 del 31 .7.1931, donde se expone la situación; pero a renglón seguido aplica la Ley de Propiedad Austral, que otorgaba facultades al Presidente para reconocer como válidos títulos de propiedad que comprobaran la posesión material del predio de 10 años anteriores a la fecha de reconocimiento por el Presidente.
Este último considerando del decreto 1730 del Ministerio de Tierras y Colonización es el que deja la posibilidad de fallar a favor de los hacendados, para posteriormente proceder al desalojo.
También se dispuso que de los terrenos reconocidos a Francisco Vial, se dejaran 30.000 há para radicar definitivamente a los colonos. Por la fecha se otorgó validez a los títulos del fundo Guayalí con una reserva de 4.000 há para los colonos.
La ley estipulaba un plazo de seis meses para interponer reclamos al fallo. Como no hubo reclamos los comuneros estimaron que esos terrenos eran fiscales y no de Francisco Vial.
En julio de 1930 se comenzó a radicar a los colonos. Pero como se dijo los hechos políticos frenaron la gestión. Los colonos siguieron movilizándose. Al mismo tiempo los grandes propietarios, Bunster y Puelma Castillo comenzaron a correr los cercos, periódicamente se expulsaba de los fundos a pequeños grupos de ocupantes de tierras, otros eran implacablemente perseguidos y algunos mas rebeldes eran asesinados.
En 1932 en un pliego dirigido al Senado, el sindicato pide que no se innove respecto de los terrenos fiscales, que se hagan las demarcaciones y parcelaciones definitivas, que se cumpla la expropiación de las 4.000 há del fundo Guayalí y que se investigue la desaparición del acta de fundación del Pueblo 23 de Enero, acto realizado para desconocer la entrega de terrenos fiscales; y que se suspenda la persecución y lanzamiento de colonos
[17]. Esta vez no hubo respuesta. Porque con Alessandri en el poder se favorece a los hacendados para reiniciar gestiones que permitieron derogar los decretos firmados por Ibáñez; y logran que se emita un segundo dictamen que restablece en toda su integridad el decreto 3871 de 1929 y se declaran ilegales los actos posteriores[18]. La sentencia de muerte para los comuneros de Ranquil esta sellada con esta resolución. Sobre esta triquiñuela legal se procedió al ilegal desalojo masivo y definitivo de los primeros ocupantes de estas tierras, de los inquilinos que tenían derecho a la tierra y los indios que vivían en sus reducciones cada día mas estrechas.

TERCERA PARTE: DESALOJO Y RESISTENCIA

En el verano de 1934 una comisión apoyada por la “acción persuasiva” de carabineros, comenzó a trasladar a los colonos sin distinción si estaban o no radicados, desde terrenos fértiles a los cajones cordilleranos, risqueríos que solo eran habitables en verano
[19].
Los lotes asignados no eran más que campos baldíos. Tuvieron que construir rancherías para albergarse. Muchos no tuvieron tiempo de recoger sus cosechas. Los pastos escaseaban, la nieve terminó de matar los escasos hatos de ganado. Esta situación llevó a los colonos a la desesperación
[20]. También en Guayalí los colonos fueron arrinconados a lugares inhóspitos.

El desalojo y la Resistencia

Desde un comienzo y a pesar de las numerosas publicaciones de la prensa, el gobierno aparece negando el lanzamiento.
El primero en denunciar a través de telegramas al Presidente de la República del despojo fue el diputado Huenchullan
[21]. Se hicieron gestiones para que el estado comprara el fundo Guayalí por medio de la Caja de Colonización, pero Gobierno y terratenientes estaba sordos.
El testimonio de una sobreviviente de Ranquil doña Clementina Sagredo dice: “En abril de 1934 fuimos lanzados junto con 63 familias desde Nitrito donde vivíamos tranquilamente cultivando nuestras tierras, pero el señor Vial consiguió lanzarnos con la fuerza publica y nos dejó sin un palmo de terreno y en medio de unos riscos en la cordillera”
[22].
Las órdenes del desalojo fueron impartidas a través del Ministerio del Interior y ejecutadas por el Intendente de Cautín. No se ha podido establecer que hubiera orden de un juez competente.
El desalojo produjo una dispersión de los colonos en el valle; otros se fueron a Santa Bárbara, y por ultimo muchos aceptaron una parcelita d 30 a 40 ha. en los roqueríos de Llanquen.
Sin embargo surgió una resistencia espontánea, un estallido de campesinos esquilmados durante siglos que acababan de quitarles sus pobres y magras tierras
[23].
La resistencia como una forma de no aceptar abandonar sus tierras y pertenencias; el no querer ser lanzados a los caminos, que tampoco eran de ellos, no dejar quemar sus casas, no aceptar el atropello a sus familias, fue lo que motivó la defensa de la tierra en el valle de Lonquimay. Se unieron colonos pobres, campesinos, gente de los lavaderos de oro, obreros del túnel Las Raíces, indígenas de Ralco, como el cacique Ignacio Maripe. Sin casa, con el frío y el hambre acosándolos, asaltaron las pulperías, lo que fue hecho por grupos aislados.
De inmediato, la prensa estatal construye un supuesto plan revolucionario a nivel nacional que contemplaba el alzamiento de Ranquil. Se acusa a los rebeldes de asesinar a latifundistas, los cuales días después aparecen vivos dando entrevistas en la ciudad de Victoria, El camino para la represión estaba constituido.

Represión y cárcel

La resistencia espontánea de no dejarse despojar de sus tierras, ranchos, por último de sus pertenencias personales, produjo el mas grande operativo represivo que el país conociera a esa fecha. Aparte del contingente local de carabineros, Guardia Civil, 300 carabineros abandonaron Santiago entre las sombras de la noche en un tren especial que salió de la Estación Central a las 3:15 de la madrugada para cercar “a los facciosos del Alto Bío-Bío”.
Por otro lado se implementó un operativo de apoyo aéreo para observación y apoyo logístico. También la patronal constituyó Guardias Blancas para defender sus fundos, y ciudades, fuera de Ranquil. La prensa que en un comienzo escribía sobre el desalojo, cambió su lenguaje y los comuneros eran ahora: salteadores, ladrones, gente sin ley, luego se transforman en revoltosos, sediciosos, rebeldes, resistencia armada, insurrección armada.
Constituidos en Lonquimay, Temuco y Santa Fé, los carabineros, más los llegados de la capital, la Guardia Civil, se lanzaron hacia el valle cordillerano a reducir a los campesinos, que desconociendo las tácticas policíaco-militares, fueron atrapados entre dos fuegos con las fuerzas al mando del Comandante Delano Soruco.
Se produjeron escaramuzas en Nitrito y el 2 de julio de 1934 en el Puente de Ranquil, unos 200 campesinos se enfrentaron con una caballería compuesta de unos 10 jinetes armados con garrotes a las balas de cientos de carabinas.
Aquí no hubo enfrentamientos, sólo una sangrienta persecución de campesinos, los que corriendo por las llanuras y el silencio de los cerros, vieron apagados sus sueños bajo los cielos de Ranquil.
Más de 60 campesinos fueron muertos y arrojados a los ríos, allanadas las casas, violentadas las mujeres, pateadas las embarazadas, y los indios torturados hasta la muerte: “Era una cacería que no terminaba nunca”.
Unos 450 campesinos fueron apresados y llevados atados a Temuco, caminando descalzos por senderos cubiertos de nieve. Cada cierto trecho sacaban unos presos de la columna y partían con los policías. “Se despedían de nosotros con una mirada triste”. Luego los policías regresaban solos. Después de asesinarlos fríamente, los echaban al Bío-Bío o quedaban expuestos en los caminos; las aves carroñeras terminaban por blanquear los despojos, de los que iban quedando en el camino.
El senador Juan Pradenas refiriéndose a la desaparición de prisioneros en Ranquil en la sesión del 24 de agosto de 1934 en el Senado dijo:
“De estas 500 personas prisioneras tomadas por las fuerzas del comandante Delano Soruco, llegaron 32 detenidos a Temuco.
¿Dónde están los demás señor Presidente?”
[24]
A partir de la situación concreta que es Ranquil, se produce una represión generalizada, lejos del valle de Lonquimay.
Ahora ya no se reprime solo a colonos pobres, sino que se trata de reprimir el conjunto del movimiento sindical de la época.
En Lota se detienen dirigentes sindicales, acusados de subversivos. En San Felipe son detenidos algunos comunistas que repartían proclamas incendiarias, Se allana el Local de la FOCH en momentos que se efectuaba un congreso y se llevan detenidos a 300 delegados, Se allana y destruye el diario La Opinión, se ordena la detención de Elias Lafferte y Contreras Labarca, de paso se reprime a los estudiantes. Se allana el local de la Caja de Seguro Obligatorio; los detectives entran unos extraños paquetes y luego retornan más tarde para allanar de nuevo encontrando armas y 10000 estoques que resultaron ser el fierro que se usaba en la construcción del 2° piso del edificio.
Junto a esto el Gobierno levanta la acusación de la existencia de un complot dirigido por Moscú.
Se destinó un juez para investigar los sucesos de Ranquil. Cuando comenzó a realizar las indagaciones sobre los hechos y aparecer la verdad de lo ocurrido, el Gobierno dictó una ley de amnistía general de todos los actores involucrados, con lo cual un manto de encubrimiento, selló los sucesos.
Sin embargo, el recuerdo de la masacre de Ranquil, sostenido como memoria emblemática por el movimiento campesino, impulsara las nuevas luchas reivindicativas en el futuro. Ya en 1935 se organiza la Liga Nacional de defensa de los Campesino Pobres.

CONCLUSIONES

De lo que he concluido de las lecturas de los textos, y mi primer contacto con el tema, (exceptuando el texto del profesor Palacios) es que Ranquil se inserta en la historia solo como una narración de los sucesos, lectura histórica que esta presentada desde el punto de vista del vencedor.
En este caso la clase dominante y el aparato represor estatal.
Estos relatos son capaces de distorsionar la realidad ya que todo lo que no obedece al orden establecido queda marginado.
Se constata, una vez más, que la violencia y el despojo han sido una constante para constituir la propiedad territorial.
En Ranquil el desalojo es sistemáticamente negado por el Estado, aunque se tenía conocimiento de él.
La resistencia de los colonos y su organización fue incapaz de enfrentar la represión,
En la represión no solo actúan las fuerzas del orden sino también civiles organizados por empleados estatales.
La represión, que termina en masacre, cacería y desaparición de prisioneros provocó una disgregación de la población en el Alto Bío-Bío.
De los relatos e informaciones en los diarios se nota la influencia que este relato ejerce en la opinión pública.
La protesta de los campesinos se la identifica como una estrategia de subversión mandada desde el exterior
La clase dominante, los terratenientes reclaman para que el estado termine con los subversivos
La solicitud es encadenada por el derecho a la propiedad, se acusa a los comuneros de marxistas, se le pide a la autoridad que defienda la familia, la libertad y la democracia.
Se usa la represión actuando en nombre del bien común
La violencia de los grupos dominantes, del Estado, es considerada casual, coyuntural, por lo tanto no se investigan los hechos.

BIBLIOGRAFIA:

Obras Generales;

Jorge Mc Bride: Chile, su tierra y su gente. Santiago ICIRA 2ª edición. (1934)
Luis Vitale; Las rebeliones de los primeros movimientos sociales de la historia hasta el siglo XVI En:
www.manzinger.cl

Sobre Ranquil:
Harry Fahrenkrog: La verdad sobre la revuelta de Ranquil. Edit. Universitaria Santiago 1985
Patricio Manns: Actas del Alto Bío-Bío edit. Meridión 2ª edic. Santiago, 1988
Reinaldo Lomboy; Ranquil edit. Orbe 4ª edic, 1958
Isidora Aguirre: Los que van quedando en el camino, impr. Müller Santiago 1970
José Vega D. Años de lucha Impr. Horizonte Santiago 1962
Arturo Huenchullan: Los sucesos del Alto Bio-Bio y el diputado Huenchullan. Impr. Selecta Santiago 1934
German Palacios: Ranquil: La violencia en la expansión de la propiedad agrícola. Ediciones ICAL Santiago 1992.
Reinaldo Morales: ¿La historia vuelve a repetirse? Relato de la matanza de campesinos e indígenas en Ranquil. Sitio web
NOTAS

[1] Cfr. Germán Palacios: Ranquil la violencia en la expansión de la propiedad agrícola Santiago, 1992.
[2] Palacios: Op. Cit. p. 9
[3] Tuve la oportunidad de trabajar con un descendiente directo del Señor Fahrenkrog y conocer lo que se recuerda de los hechos en la tradición familiar
[4] Gonzalo Vial: Historia de Chile en el Siglo XX, Santiago 2003 p. 189
[5] Gabriel Salazar en el prólogo de Ranquil, La violencia.... de G. Palacios p. 3
[6] Ib. p. 4
[7] Ib. ídem
[8] Luis Vitale: Las rebeliones de los primeros movimientos sociales de la historia hasta el siglo XVI. Avance de investigación. En la web: www. Mazinger.cl
[9] José Mansilla: Notas sobre el origen de la propiedad territorial en Chiloé Septentrional. Revista Cuadernos de Caicaén Nº 6 Calbuco 2003.
[10] Ib. Idem
[11] Palacios: Ranquil....p. 47
[12] Harry Fahrenkrog: La verdad sobre la revuelta de Ranquil. p. 21
[13] Fahrenkrog: op. cit. p. 18
[14] Ib. p.20
[15] Ib. p.21
[16] Palacios op. cit. p.64
[17] Palacios p. 70
[18] ídem p. 71
[19] ib. ídem
[20] Fahrenkrog. Op cit. p. 39
[21] Los Sucesos del Alto Bío-Bío y el diputado Huenchullan
[22] Citado por Palacios p. 73
[23] Elias Laferte: Vidas Ilustres 1971 p. 276
[24] José Vega Díaz, Años de Lucha 1962