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jueves, junio 25, 2015

CALBUCO. IMAGENES PARA EL ARTE DE LA MEMORIA


CALBUCO. IMAGENES PARA EL ARTE DE LA MEMORIA

Sergio O. Vargas Almonacid, José D. Mansilla-Utchal Almonacid y José M. Vivar Díaz. Calbuco. Imágenes para el Arte de la Memoria (Vol 1). Calbuco, Ediciones Caicaén, Impresión América Impresores (Edición financiada con Aportes de Municipalidad de Calbuco y Agrupación Cuadernos de Caicaén, Calbuco), 2013, 182 páginas, fotografías.

Portada del Libro (14x21 cmts) 

Un repositorio fotográfico de Calbuco sin duda valioso e indispensable desde todo punto de vista, de momento que reúne en este primer volumen, imágenes que dan cuenta de lo que ha sido y es esa ciudad. En él vemos lo que tiene de entrañable y memorable dicha ciudad, para todos sus habitantes y para todo aquél que desee acercarse al conocimiento de ella, pues estamos ante su paisaje, sus instituciones, sus catástrofes, sus celebraciones (religiosas y profanas), sus personajes, la práctica deportiva, las visitas destacadas, en fin, todo lo que es parte de su desenvolvimiento en el tiempo.

La obra comienza con una presentación en la cual los autores declaran que su intención – modesta, al decir de ellos – no era otra que “ poner al alcance de los calbucanos y de quienes se interesan en nosotros como pueblo, parte de su acervo iconográfico, un inventario catastral preliminar de las imágenes del pasado calbucano” (p. 10). Luego, siguen la Introducción y un pequeño texto en que se presenta a Calbuco, llamado “Calbuco: la Isla de las Aguas Azules y el Archipiélago Mágico. Calbuco en la Región de Los Lagos”, ambos escritos a cargo de José Mansilla-Utchal Almonacid, connotado historiador de la vecina ciudad de Calbuco y uno de los mayores divulgadores de su cultura. En el primero de ellos, don José Mansilla-Utchal hace la declaración expresa: “La fotografía consigue preservar en el tiempo la grandeza de los instantes, la trascendencia de los acontecimientos, los pequeños actos comunes, la relevancia de algunas escenas. Con todas estas imágenes es posible conformar la memoria colectiva…” (p. 14), con lo que nos hace recordar a Pierre Nora, cuando leemos en la obra “Pierre Nora en Les Lieux de Mémoire” (traducción al castellano de algunos de sus textos): «La memoria es la vida, siempre encarnada por grupos vivientes y, en ese sentido, está en evolución permanente, abierta a la dialéctica del recuerdo y de la amnesia, inconsciente de sus deformaciones sucesivas, vulnerable a todas las utilizaciones y manipulaciones, capaz de largas latencias y repentinas revitalizaciones.»

Este trabajo, en el cual básicamente se presentan fotografías de la colección de don Sergio O. Vargas Almonacid, que era acreedor de una gran presentación en público, fundamentalmente en la tierra calbucana, se dio a conocer casi en silencio, en razón de que inesperadamente falleció don Sergio, y, su “lanzamiento” fue dejado para otra oportunidad.

TOMADO DE: Ediciones Revista “Llanquihue Historia”.

Página 60 del libro: "LECHERAS DE SAN RAMÓN"

miércoles, junio 10, 2015

BARRUEL: MEMORIAS DE CHILOE Y PUEBLOS SEPTENTRIONALES EN EL SIGLO XX

Esteban Barruel. Memorias de Chiloé y Pueblos Septentrionales en el Siglo XX.
Apuntes para la Elaboración de una Historia Oral. Achao-Ancud-Castro- Chonchi-Dalcahue-Puqueldón-Queilen-Quellón-Quemchi-Calbuco-Carelmapu-Maullín-Pargua-Puerto Montt.
Ancud, Edición Trama Impresores de Concepción, 2013, 561 páginas, fotografías.



Un libro de gran formato, en el cual Esteban Barruel, – seudónimo literario del historiador calbucano Roberto Barría –, ha querido establecer un registro vía entrevista de los recuerdos, de la memoria, de las “cosas que han sucedido y todavía están presentes”, en cada uno de los mayores de las distintas ciudades y pueblos que componían el Chiloé colonial, a quienes grabó en conversación, y, que es valorable, en razón de que las reproducciones arrojan luces esclarecedoras, respecto del pasado de esta zona, de lo que ya no es y fue, pero que permanece sin irse de las memorias.

El libro se abre con una presentación del Doctor en Historia Rodolfo Urbina Burgos, la cual nos hace reparar en lo válido del trabajo de Barruel, exalta su trabajo como un aporte para la Historia Oral de la gente común y, declara concretamente el aprecio por las entrevistas hechas, pues se está recogiendo, para los tiempos venideros, lo que recuerdan, lo que pueden rememorar y conversar personas que conocieron otros tiempos, muy distintos a los actuales en donde lo colectivo casi no tiene sentido. Acto
continuo, el autor nos ofrece una Introducción, en la cual informa que la elaboración de este libro se inició el año 2006, con un trabajo de campo, llevado a cabo en distintos sitios que componen los pueblos septentrionales y el Chiloé del siglo XX, para seguidamente ilustrarnos acerca de lo que es la Historia Oral, sin olvidarse de indicarnos los propósitos de la investigación, el contexto temporal y espacial y las fase y procedimientos.

En este texto podemos encontrar lo que recuerdan personajes tan destacados como Mario Barrientos Vivar, Oscar Heisele Quempowski, Floridor Cárdenas, Luis Rojas Quijada, Luisa Subiabre, por nombrar algunos, pero, en último término, se disfruta leyendo lo que responden los 63 entrevistados, cuando son preguntados por el historiador Esteban Barruel.


TOMADO DE: Ediciones Revista “Llanquihue Historia”.

lunes, junio 01, 2015

LAS MANOS MANCHADAS DE CHILE

Las manos manchadas de Chile
Vivian Lavín A. Domingo 31 de mayo 2015 12:17 hrs.
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Marcharon con las manos en alto. Ay, de despertar yo vengo/ con mi carita negra/ que nuestra gente aquí/ se está muriendo… Entonaba el grupo de estudiantes de Teatro de la Universidad Católica que inició la marcha del jueves pasado por el centro de la capital. Con los rostros y las manos teñidas de blanco realizaron lo que ellos denominaron El Funeral de la Libertad: un lamento triste y cadencioso. Ay, de despertar yo vengo/con mi carita negra/ que me han venido a decir/ que nada está sucediendo./ Negra es la herida,/ canto yo a los cuatro vientos./ Roja es la herida/ que lleva mi descontento.


Era una suerte de llanto colectivo, por la violencia, por la muerte de dos de los suyos hace unas semanas, por el grave estado de salud de otro… El dolor y la peregrinación de más de cien mil jóvenes fueron ignorados. Los medios de comunicación tradicionales ni siquiera mencionaron la estética y ética de su paso por la Alameda, menos aún cuando de rodillas y con los brazos en alto hacían su rogativa por la libertad frente al Palacio de La Moneda. En cambio, a la vieja usanza de los métodos de desinformación y manipulación de la dictadura, las pantallas de televisión y los diarios sobre esa jornada desplegaron las imágenes de los destrozos causados por un puñado de antisociales que de manera inaudita supera a Carabineros… ¿un cuerpo policial que se considera uno de los mejores del mundo?
Las manos blancas e impolutas de nuestros jóvenes frente al palacio presidencial fueron un llamado a nuestra conciencia. A la conciencia de un país dominado por quienes tienen las manos teñidas de sangre o de corrupción, y que se niegan a mostrarlas, que las esconden, las disfrazan. Manos pertenecientes a una clase política y empresarial, eclesiástica y jurídica, en su mayoría cómplice cuando no culpable, de una forma de contagio que ha hecho de Chile un país enfermo.


Nuestros jóvenes son nuestros Semmelweis. Ese obstetra húngaro cuyo nombre completo era Ignác Fulöp Semmelweis, quien ha sido reconocido como personaje del año por la UNESCO, no a manera de homenaje, sino que como un muy tardío acto de desagravio, a quien demostró, hace 170 años, que era la falta de medidas higiénicas básicas de los profesionales que atendían a las mujeres que daban a luz, lo que transmitía las enfermedades y ocasionaba sus muertes. El padre de la asepsia y nadie lo sabe. Pero por haber establecido que eran los propios médicos los que contagiaban y por ello mataban a sus pacientes simplemente por no lavarse las manos infectadas, hizo caer a Semmelweis en desgracia al punto de ser rechazado por la comunidad científica de su país quedando como un paria.

El cruel trato que recibiera el malogrado Semmelweis es el mismo que damos hoy a nuestros jóvenes que de manera valiente y persistente salen a mostrarnos esas manos infectadas de corrupción o de desidia que manejan los hilos del poder y que nos están matando.
Las manos de nuestros jóvenes, en cambio, son inteligentes y se dan cuenta cómo es el juego de esas otras manos que se han venido estrechando de manera constante y dolosa durante años, mezclándose, viralizándose. Esas manos que hace unas décadas cargaban un fusil revolucionario pero que hoy se cruzan convenientemente con las de quienes se negaban a firmar los recurso de amparo para proteger la vida de los perseguidos; manos que salieron del país con un pasaporte rojo y una enorme letra L que se enlazan alegremente con las de quienes en su ausencia compraron a precio vil las empresas del Estado… Manos con manos, contagiándose unas a otras en una cadena infecciosa e imposible de determinar.

Manos que cuando son apuntadas por otras más jóvenes, abiertas en lo alto y pintadas de blanco acusándolos de la pandemia que nos azota, se hacen las ignorantes, las ofendidas, como aquellas de los médicos húngaros colegas de Semmelweis.
A las manos jóvenes, por el atrevimiento de acusar a La Moneda y a sus cómplices, esos guardianes policiales, políticos, operativos, empresariales, las maltratamos, excluimos, las matamos…

Semmelweis murió en un hospital siquiátrico debido a una septicemia que se ocasionó él mismo intentando demostrar su teoría. Su muerte es un oscuro presagio para esas manos que hoy siguen su ejemplo de valentía y clarividencia
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TOMADO DE : RADIO ELECTRÓNICO UNIVERSIDAD DE CHILE