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domingo, febrero 02, 2020

LOS INDIOS REYUNOS DE CALBUCO CONTRA EL GOBERNADOR DE CHILOE (1761-1765) PARTE 1


CONFLICTOS SOCIALES  EN CALBUCO HISPANO: LOS INDIOS REYUNOS  CONTRA  EL GOBERNADOR DE CHILOE (1761-1765)[1] PARTE 1
JOSE D. MANSILLA-UTCHAL  ALMONACID
caicaen@gmail.com
RESUMEN
 Como consecuencia de la gran rebelión indígena de 1598 la ciudad de Osorno fue despoblada. Sus habitantes huyeron a Chiloé. En su huída fueron acompañados por un contingente de indios auxiliares o conas, quienes se quedaron a vivir en reducciones cerca de los fuertes españoles.  Por esta lealtad fueron exonerados de pagar tributos y se denominaron “reyunos”, conservando una cierta autonomía en relación a sus congéneres. Con el correr del tiempo, fueron paulatinamente siendo  gravados y bravados con trabajos  por los  gobernadores de Chiloé. Iniciaron  entonces una aguerrida  escalada de resistencia en los estrados de la Real Audiencia hasta restaurar el reconocimiento definitivo de su condición de indios libres. Esta decisión fue decisiva para que los indios de Chiloé iniciaran acciones para la extinción de las encomiendas.

PALABRAS CLAVE: Chiloé, Sociedad, Indios; Gobernadores

ABSTRACT

 As a consequence of the great indian rebellion in 1598, the city of Osorno became depopulated. Its inhabitants ran away to Chiloe. In they run away they were accompanied by a contingent of assistant indians or “conas” who stayed in settlements near the Spanish forts. Due to loyalty to they were exempted from paying tributes and then, they called themselves “reyunos” keeping a certain degree of autonomy in relations to other indians. As time passed by, they were gradually being charged with taxes and exploited with hard works by the Chiloé governors.  Then, they started a brave resistance in the Real Audiencia´courtrooms until they got the definitive acknowledgment of being  free indigenous. Their decision was decisive, so that the Indians of Chiloé started their fight for the extintion of encomiendas.

KEY WORDS: Chiloe, Society, Indians, Governors


PRESENTACIÓN
 En la madrugada del 17 de febrero de 1764, una pequeña embarcación se hace a la mar desde la punta Lavapié para enfrentar el golfo de Arauco. Está tripulada por cinco caciques, dos ayudantes y diez mocetones. Han viajado durante varios días, procedentes del fuerte San Miguel de Calbuco, -desde donde han salido sigilosamente-, afrontando oleajes y ventarrones del mar Océano, para arribar a Concepción y entrevistarse  con el Protector de Indios Teodoro Martínez de Saavedra, pedir protección al presidente de Chile Antonio Guill y Gonzaga e invocando su condición de indios reyunos, reclamar justicia de las Audiencias contra el abusivo  trato que sufren de los gobernadores de Chiloé.

Llevan años demandando, y también por años han sido burlados por estos gobernadores. Por eso, este verano –desamparando sus familias y desafiando las prohibiciones de no ausentarse del Archipiélago sin licencia- han concurrido en número de tres embajadas a Concepción y Valparaíso a presentarse ante las más altas magistraturas del reino de Chile.

Los protagonistas de estos episodios son los indios reyunos de las reducciones de Caicaén, Men Men, Abtao y Chayahué, del partido de Calbuco donde se encuentra el fuerte de San Miguel, guarnición que custodia la frontera septentrional de Chiloé.

El tratamiento de estos hechos es un trabajo incompleto, un tiento de lo que fue la relación de los indios con la sociedad española, sus instituciones y los representantes de ese poder. El trabajo está por supuesto abierto a la crítica, especialmente de aquellos en cuyos campos se mete en forma sigilosa a cazar datos tal vez torpemente.

Sin embargo creo que es tiempo que tales acontecimientos dejaran de ser una curiosidad, o fueran señalados como notas a pie de página. No sé si el intento esté equivocado o sea prematuro, pero creí necesario andar por este camino, tratando de lograr una imagen un tanto coherente, ordenada, limitada de espacio de una serial de datos, muchos de ellos dispersos.

Esta es una historia de hombres calbucanos, emparentados con nuestros ancestros que en su lucha por valores tan universales como defender su casa, su gente, tienen plena vigencia hoy. Estos indios reyunos aceptando los marcos sociales y la realidad de su época creyeron que con la unión, su esfuerzo, su valentía esa sociedad era susceptible de mejorarla, y como ellos mismos están fuertemente integrados a ese mundo creen posible reformarla.

LA SOCIEDAD CHILOTE DEL SIGLO XVIII

 La producción historiográfica sobre Chiloé ha profundizado en algunos aspectos sociales y económicos del siglo XVIII develando la existencia de una casta de beneméritos mentalmente anclados en el siglo XVI para quienes la servidumbre del indígena era algo natural y justo[2].

En esta sociedad, con conceptos tan arcaicos se encuentran estratificadas las dos repúblicas: Españoles e indios. Los primeros se agrupan en beneméritos o nobles, españoles medios y españoles pobres. La sociedad india está constituída por cuatro grupos con características jurídicas distintas: los de encomienda, los reyunos, los de la corona o neófitos y un grueso contingente tributario que no está adscrito a alguna encomienda[3].

En la cabeza de esta sociedad se encuentra el gobernador de Chiloé, máxima autoridad  de la provincia y "que representa al gobierno central de Chile en calidad de funcionario administrativo con cargo temporario, sueldo fijo y poderes definidos[4]"

Cuando las huestes de Martin Ruiz de Gamboa se empoderan de Chiloé, al poblador aborigen de las islas "se le consideró como era de derecho ya definido en la época de la ocupación, en calidad de vasallo libre, tributario del rey de España[5]"  y como aliciente para los conquistadores se les ofreció repartir entre ellos a los naturales existentes en las zonas ocupadas, en calidad de encomendados.

En su encuentro y relación con el español, el aborigen es obligado a un servicio forzado, regulado por la práctica jurídica que imponía el invasor. La tributación a poco de andar se convirtió en el trabajo personal del indio para goce del encomendero.

Esta apropiación de mano de obra fue fundamental para que el español se proveyera de medios para sustentarse y en Chiloé la institución se desarrolló con una estrictez y rigurosidad semejante a los primeros dias de la llegada del español a América, y a pesar de las normativas y ordenanzas que se dictaron para morigerar su aplicación, estas fueron resistidas latamente por los feudatarios hasta el dia  de la extinción de este sistema de prestación económica en 1782.

El indígena chilote, sometido, pero no vencido, resistió rechazando los excesos de los encomenderos en diferentes formas a lo largo de los siglos de dominación, tensionando la sociedad colonial con pleitos, disputas incluso alzamientos desencadenados que alcanzaron niveles dramáticos como la rebelión de 1712.

ORIGEN DE LOS INDIOS REYUNOS

 Hemos dicho que los protagonistas de estos hechos son indios  de las reducciones de Abtao, Chayahué, Men-Men y Caicaén. El origen  de este importante gregal indígena hay que rastrearlo desde antes de la conquista: De la atenta lectura de las crónicas antiguas se desprende que las riberas de Chacao, Reloncaví, Ralún las islas, estuvieron pobladas de gente, cuya huella de sus pasos y la singladura de sus dalcas están señaladas en la geografía que conservó la lengua vernácula.

En su afán de extender sus dominios y la búsqueda de nuevas rutas, el invasor hispano incursiona en estos parajes, donde luego llega a establecerse. En 1567 trasponen el canal de Chacao, fundan los poblados de Castro y Chacao.

Asentadas esas poblaciones los hispanos exploran los parajes del Reloncaví. Luego los aborígenes de esta región fueron apresados y enviados a trabajar a las minas del Norte y las estancias de las
cercanías de Osorno[6].

Producto de la gran rebelión indígena iniciada en 1598, las ciudades del sur fueron arrasadas. Osorno que resistió el asedio durante mas de tres años fue finalmente abandonada por los españoles quienes huyeron hacia Chiloé, fundando los fuertes de San Miguel en Calbuco y San Antonio de la Ribera en Carelmapu donde se ampararon.

En si hégira los españoles fueron acompañados por un contingente de indios conas quienes contribuyeron a proteger a los derrotados pobladores. Esta hueste se engrosó con los caciques de Guanauca, los que jurando lealtad al rey de España se instalaron en las reducciones de Abtao y Caicaen, en las cercanías del fuerte San Miguel

Se establece así una estratégica línea de frontera, desde Carelmapu hasta Calbuco que protege las entradas por el norte de Chiloé, hasta las primeras décadas del siglo XIX. Protegiendo esa frontera, durante gran parte del siglo XVII, los reyunos auxilian a los españoles en la contención de las amenazas de los indios juncos, sirven plazas como soldados en los fuertes, centinelas en Chayahué, San Gallán y Llaicha. Por el hecho de haber contribuido a la traslación de los pobladores de Osorno a Chiloé y su permanencia como auxiliar junto a los españoles, la Corona les reconoció esta condición y les otorgó una gratificación vitalicia de 300 pesos anuales -que se pagaban junto con el sueldo de los soldados de Chiloé- por la vía del Real Situado. Este pago era ejecutado por el gobernador de Chiloé y fue en la práctica una retribución en especies.

Olguín Bahamondes ve en esta acción "una reminiscencia de la práctica en la reconquista castellana medioeval de otorgar condición especial a los habitantes de comarcas fronterizas[7]"

Las primeras décadas del siglo XVI, fueron períodos de esporádicas escaramuzas en contra de los indios juncos y aprovechando la dictación de las leyes que permitían la esclavitud de los indios tomados en guerra, las guarniciones de Calbuco y Carelmapu, auxiliados por los indios de Caicaén y Abtao salían en malocas a apresar indios, los que vendían en la zona central de Chile, repartiéndose españoles e indios, las ganancias[8]

Las relaciones que mantiene este grupo con las autoridades españolas es a través de un gobernadorcillo, cargo reconocido por el gobernador de la provincia y los comandantes de las guarniciones de Chiloé. Los pleitos y diferencias entre los reyunos eran resueltos y dirimidos por esta autoridad. Conservan por lo tanto una cierta autonomía en relación a sus congéneres chilotes.

EL SERVICIO AL REY SE CONVIERTE  EN SERVICIO PERSONAL PARA EL GOBERNADOR

Sin embargo la condición de exoneración de cargas fue transitoria. En su calidad de vasallos libres del rey poco a poco fueron transformándose en sirvientes del gobernador y demás autoridades que se sentían representantes del monarca y en razón de recibir una pensión del Rey fueron siendo obligados a cumplir con una serie de prestaciones[9]

El sentido jurídico original se fue desdibujando con el tiempo. Ya en 1668 los indios calbucanos se quejaban en un documento que

en muriendo un indio en la guerra sirviendo a Su Majestad le cogen los hijos y se los llevan los españoles para servirse de ellos y los pasan por encomienda y haciendo encomendados a los que Su Majestad ha dado por libres y tiene en su real cabeza, y por cuanto los soldados de infantería española que asisten en aquella reducción, suele cada uno con su mano de capitán llevarse uno o dos indios y muchachos para que les sirvan, y lo mismo hacen los capitanes de amigos y luego los piden por encomienda, siendo los que los habia de defender, sus mayores enemigos y los que mas mal les hacen.

La documentación examinada nos señala que ya en la segunda mitad del siglo XVII los indios reyunos, sus descendientes, y deudos comenzaron a ser soterradamente trasladados a estancias de españoles situados en otros lugares del Archipiélago, luego se solicitaba que estos indios fueran encomendados.

Paulatinamente  los servicios que los reyunos prestaban a la Corona se fueron ampliando: trabajan en la refacción de los fuertes, fabricación de cureñas, construcción de piraguas, ocupados en construir navíos para facilitar la comunicación con el continente, la recolección de los diezmos por todo el Archipiélago donde consumían meses de trabajo quedando prácticamente en calidad de servidores personales del Gobernador, sin remuneración alguna.

LOS INDIOS ENTRAN EN CONFLICTO CON EL GOBERNADOR DE CHILOÉ

 La situación se tensionó con la llegada del gobernador Domingo Santamaría en 1749. Santa María a poco de llegar conminó a los reyunos a fabricar todos los años doscientas chiguas[10] de carbón, ordenó a los vasallos del cacique de Abtao que les cortaran aparte 2.000 varas de luma, y 50 tablas de a 5 varas de largo. Por causa de estos trabajos los reyunos solo descansaban un mes; y por los trabajos y entregas de productos -invocando que eran por cuenta del Rey- no remuneraba cosa alguna; tampoco les daba ración para comida ni socorro para vestirse[11] . Se quejan, también que cada vez que los indios de Abtao cazaban alguna ballena que se adentraba en el golfo de Ancud debían entregarle dos botijas de aceite.

En los oficios que hemos visto exponen  además que daban al gobernador para que les sirvan, tres criados, al teniente español dos, al sargento mayor dos y lo mismo al capitán el alférez y el sargento del fuerte de Calbuco.

Comparan su actual situación con la que tuvieron con los anteriores gobernadores. Dicen que el gobernador Alonso del Pozo pedía 25 tablas por vasallo; que los gobernadores Francisco Espejo como Victorino de Tineo pedían 50 tablas a cada indio. Ambos gobernadores, dicen los indios, les daban de ración a cada vasallo reyuno: seis chiguas de papas y seis de cebada, tres almudes de efectos, siete varas y media de bayeta, cuatro varas de cintas para sus mujeres, dos varas y media de pañete y dos mazos de tabaco [12].

Cansados de estos trabajos, salieron de Abtao el cacique Don Miguel Millaraucu y el sargento mayor Don Miguel Chabol, quienes se embarcaron desde Abtao en una piragua, con el consentimiento del cura y vicario Joaquín de Acosta, viajaron hasta Valparaíso y se presentaron donde el gobernador don Domingo Ortiz de Rosas, quien los recibió, favoreció, amparó  y eximió de todos los trabajos. Regresaron los mensajeros a Chiloé donde el gobernador Santa María hizo caso omiso de lo ordenado por el Presidente, además prendió al cacique Millaraucu y lo mantuvo preso por dos años.

Persistieron los reyunos en sus legítimas demandas y en agosto de 1756 se presentaron ante el nuevo Presidente de Chile don Manuel de Amat los caciques Don Martín Neiquil, Don Juan Puranaguel y el ayudante Miguel Cayuman, exponiendo nuevamente sus quejas. Agregaban esta vez que habían salido fugitivos de Chiloé por cuanto el gobernador no daba licencias a los reyunos para viajar a Chile. Se quejan amargamente que sus antepasados solo desempeñaban oficios honrosos en los fuertes de Maullín, Carelmapu, San Gallán y Calbuco y ahora sólo se les ocupa en servicios particulares, piden y suplican al Capitán general de Chile que se les descargue de aquellos trabajos.
Vista la solicitud el Protector Fiscal don Tomás Ruiz de Azua considerando que por estar la jurisdicción de Chiloé tan distante de las audiencias expuso que estos excesos debían ser corregidos, pues “en los indios hace mas recomendable la justicia su piedad, pues indefensos contra la violencia del gobernador no tienen otro auxilio que la benignidad del superior”[13].

En su informe a la Audiencia pide al gobernador de Chiloé enterarse, que los caciques no están obligados a contribución ninguna al gobernador. Debe restituir a los reyunos el precio de las 200 chiguas de carbón, las botijas de aceite de ballena, el precio de los alimentos que proporcionaba Martínez de Tineo, y el pago de los salarios, todo esto por el tiempo que había ocupado a los reyunos. Pide que los autos de esta restitución deben hacerse con asistencia del Protector de Indios de la provincia de Chiloé y se envíen a su despacho.

Sin embargo, Salas, el fiscal de la Real Audiencia dictaminó que aún cuando no duda de las denuncias de los indios, debe hacerse una indagación sumaria de los hechos donde rindan información de los agravios recibidos. Se dicta un auto para que se haga la notificación al gobernador de la Provincia por el escribano de Chiloé o los alcaldes de Chiloé comunicándole a Santa María la remisión de la indagatoria, so pena de 200 pesos, si no lo hiciere.

Pasaron los años, murió el Rey de España, asumió el sucesor Fernando VI; España declaró la guerra a Portugal, a Inglaterra; el presidente de Chile fue ascendido a virrey, J. J. Rosseau daba los toques finales al Contrato Social; mientras en Caicaén las ovejas seguían esponjando vellones, en las playas de Abtao las olas deshilachaban guijarros; pero las indagaciones nunca se hacían, los reyunos no recibían el pago de su trabajo y seguían año tras año fabricando carbón, cortando tablas y recogiendo aceite.

Decidieron entonces, aplazar sus demandas hasta que Santa María cumpliera su mandato y esperar la llegada de un nuevo gobernador.

EL NUEVO GOBERNADOR TENSIONA AÚN MÁS LA SOCIEDAD CHILOTE

Por fin en 1761, poco antes de embarcarse en El Peruano rumbo a Lima, el presidente Amat envía a Santa María a la gobernación de Juan Fernández y en su reemplazo nombra gobernador de Chiloé a Juan Antonio Garreton[14]. Santa María abandonó el Archipiélago en total impunidad.      
   Si alguna esperanza habían abrigado los reyunos, de que sus reclamos serían atendidos por el nuevo gobernador y corregidos sus excesos, en poco tiempo este demostró  que tales esperanzas eran vanas. Garreton no sólo mantuvo la situación de los indios tal como la habia dejado su antecesor, sino que gravó con nuevas cargas el trabajo de los reyunos.

Estos  se hicieron a la mar. Navegaron nuevamente mas de 1000 kilómetros de costa en sus frágiles embarcaciones y llegaron a la capital. Aquí el oidor de la Real Audiencia y el Protector General de los Naturales presentaron un escrito a nombre de los arriesgados indios que desamparando sus casas, desertaron de Chiloé, navegaron todo el litoral desde Carelmapu hasta Valparaiso. Este escrito arroja nuevos antecedentes de cómo se iba agravando la situación para los reyunos. En el reclamo indígena se nombra como extorsionador a Isidro de Vera, capitán del fuerte San Miguel y al cacique mandón  o gobernadorcillo de indios Gonzalo Collipangue.

El presidente de Chile Antonio Guill y Gonzaga el 11 de agosto de 1763, mandó que se decrete: que cualquiera de las justicias de Chiloé hagan que se les satisfaga en los indios querellantes las deudas reclamadas por los trabajos indicados. Los contenidos del cumplimiento de esta ley debían ser hechos saber al gobernador para su conocimiento.

Los bravos que habían hecho esta jornada, don Miguel Chabol, don Juan Huiliñanco, don José Taimante, don Juan Chabol y los pilotos Domingo Cares y Miguel Pincol, regresaron a Chiloé. Arribaron a Chacao el 22 de diciembre de 1763. Allí se presentaron al gobernador, quien les recibió con improperios y, según los reyunos desestimando los pliegos del presidente. Les dijo que eran unos indios picarones, amenazándolos con engrillarlos y que los haría trabajar en las encomiendas. Remitido el pliego con la orden presidencial al corregidor de Castro, arribó este a Chacao prorrumpiendo con las mismas amenazas que el gobernador.

Varios dias se tomó el gobernador para seguir algunas tramitaciones referentes al pliego. El día 24 de enero de 1764 despachó un exhorto al capitán de amigos de la reducción de Abtao del tenor siguiente: “con la mayor brevedad remitirá a este puerto a todos los caciques de su distrito para hacer saber la providencia que condujeron los caciques que regresaron a este puerto del reino de Chile remitida del muy ilustre señor Presidente...”[15]

Cuando llegaron los caciques al palacio del gobernador se encontraron con una gran concurrencia de vecinos: los más conspicuos integrantes de la sociedad feudataria chilote están representados en la reunión cerrando filas junto a Garreton en una clara intención de amedrentamiento. Asi lo declara veladamente Garreton, quien procedió a amonestar a los reyunos dando a conocer un auto emanado en diciembre de 1752 del presidente de Chile en que notifica al cacique Cristóbal Caura que no practique el exceso de salir de la provincia de Chiloé sin licencia del gobernador, ni aún con la finalidad de recurrir al Superior Gobierno y/o Real Audiencia, so pena de destierro por un año si es cacique y cien azotes si el prófugo era indio[16].  Todos los caciques, indios, capitanes de amigos, protectores de naturales, clérigos, debían darse por enterado de la vigencia de este bando.

Garreton que ha demorado todo este tiempo para dilatar una defensa, le dá a este bando toda la gravedad de las circunstancias y hace firmar como testigos a los presentes en la asamblea, entre ellos: El corregidor de Castro Ignacio Vargas, los escribanos Francisco de Andrade y Francisco Javier Gómez, los maestres de campo Juan de Loayza, Lorenzo de Cárcamo, Juan Eusebio Salcedo, Fermín de Barrientos, Bartolomé de Cárcamo, el sargento mayor Mateo Abraham Evrard y una docena de beneméritos que se autodenominaba la nobleza de Castro, entre ellos Antonio Silberio Rubau quién en 1759 era encomendero de Puluqui.

Cuentan los reyunos que el gobernador ofreció pagarles “cien pesos en efectos por la recogida de los diezmos y mientras tanto debían trabajarle una piragua[17]

Nota del autor: CONTINÚA EN PARTE 2 [Dejanos tu comentarios]
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NOTAS

[1] Este artículo fue publicado en la Revista ESPACIO REGIONAL Revista de Estudios Sociales del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de los Lagos Volumen 2, Número 3 Año 2006 Osorno Chile pp. 29-45
[2]. Rodolfo Urbina Burgos: Población Indígena, Encomienda y tributo en Chiloé. 1567-1813. (Valparaiso 2004), 30
[3]. Existe un grupo de indios que no está adscrito a encomienda alguna y en los recuentos de población a medida que disminuye el número de encomendados, aumenta el de estos indios a los que historiografía chilote no ha establecido su status dentro de la sociedad chilote.
 [4] Rodolfo Urbina Burgos; "Notas para el estudio del oficio de gobernador de Chiloé durante el Período indiano" Revista Chilena de Historia del Derecho no 10 Santiago (1984), 205
 [5] Carlos Olguín  Bahamondes: “Condición jurídica del indígena de Chiloé en el derecho indiano “1978  Revista Chilena de Historia del Derecho no 7 (1978), 158
[6] Tenemos evidencia de la existencia de estos indios en la estancia Guanauca del encomendero Carrillo quien en 1585 poseía centenares de cabezas de ganado. Los indios se ocupaban en los obrajes de lana cuyos productos eran vendidos en unos 12.000 pesos, suma considerable en esa época. Además se cultivaba lino, se recogía oro y se fabricaba miel. Veáse: José D. Mansilla-Utchal Almonacid: “Origen de la Ciudad de Calbuco” Cuadernos de Caicaen no 1 (1992), 23 y
 [7] Olguín: “Condición jurídica “, 162
 [8] No están exentas de desgracias en estas correrías; en 1627 el gobernador Páez de Castillejo organizó una maloca en las cercanías de Valdivia para capturar indios y esclavizarlos. El viaje se hizo por mar en un navío que naufragó en la punta Quedal, pereciendo centenares de indios calbucanos que iban en la expedición.
 [9]A poco de llegar los jesuítas solicitaron indios calbucanos para ocuparlos como remeros de sus misiones evangelizadoras. Acompañan a los soldados españoles al sur de Chiloé, cuando hay rumores de asentamiento de blancos en esas latitudes. En 1675 treinta picas de indios amigos fueron junto al capitán Antonio de Vea hasta el archipiélago de Guayaneco. En 1721 el Cabildo de Castro remitió un memorial al rey solicitando que los indios de Calbuco y Abtao se emplearan en construir una fragata de 16 a 18 varas de quilla para conducir tablas, tributos, llevar el situado y dar avisos al gobernador del Reino. Participaron en la expedición punitiva que hizo el gobernador Ignacio de la Carrera a los Llanos durante el alzamiento de 1655. En 1712 durante el alzamiento general de los indios encomendados de Chiloé, los reyunos se mantienen fieles a los españoles. Acompañan al alférez de infantería Mateo Abraham Evrard del fuerte de Calbuco hasta el golfo de Penas en 1743 en busca de los despojos de la fragata inglesa Wager. Luego veinte caciques de Calbuco y Abtao integran la expedición de Manuel Brizuela hasta las cercanías de la isla Tenqueguén donde queda de centinela el cacique don Diego Laiquen. Una tercera expedición comandada por Evrard también integrada por caciques chonos, llegó nuevamente a la isla de Inche donde se construyó un fuerte bautizado como San Fernando de Inche donde estuvieron dos caciques de Calbuco durante 18 meses custodiando el fuerte hasta que se despobló.
[10] Chigua: Medida de capacidad equivalente a seis almudes. Un almud equivale a un volumen de ocho litros.
[11] En el caso de las declaraciones de los testigos de este documento hemos conservado su estilo expresivo.
[12] Esto es el pago que recibía cada reyuno en tiempo de estos gobernadores a prorrata de los 300 pesos de asignación que era remitida por el Real Situado.
[13] Algunos indios de Chiloé en contra de sus encomenderos 1756 Archivo Histórico Nacional de Chile Fondo Capitanía General ( En adelante citado como ANS CG) Volumen 510
[14] A la fecha de su nombramiento Juan Antonio Garreton y Pibernat era comisario general de caballería del ejercito en la provincia de Valdivia. Tuvo participación en el intento del presidente Amat de restablecer el camino entre Concepción y Chiloé. Debían salir dos expediciones, una desde Valdivia y otra desde Chiloe y encontrarse en  el río Bueno. Santa Maria recibio tardíamente la comunicación por lo tanto no se movió de Chiloé. Garreton con cien hombres y una tropa de indios auxiliares penetró por los llanos, fundó el fuerte Huequecura, y en las márgenes del rio Bueno el de San Fernando. Una noche de enero fue atacado por los indios juncos debiendo replegarse. Días después sorprendieron los juncos a los indios auxiliares los cales fueron pasados a cuchillo por ayudar a los españoles. Cuando Amat llegó a Lima encargó al franciscano Merino de Heredia que cantara en versos esta batalla para darse lustre de las proezas que hizo durante su gobierno. En ella Garreton es cantado como héroe. El texto se titula “Relación de la gloriosa función que lograron las armas españolas la noche del 27 de enero del año 1759, mandadas por el comisario jeneral de caballería don Juan Antonio Garretón i Pinebart...”. Vease: Diego Barros Arana Historia Jeneral de Chile Tomo VII, 212.
[15] Algunos indios en contra de sus encomenderos 1756, ANS CG Vol 510
[16] Algunos indios en contra de sus encomenderos 1756, ANS CG Vol 510
[17] Abraham de Silva Molina: Historia de Chiloé Tomo IV, 235 (inédita) EN: ANS Fondo Varios  Volumen141

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