LEYENDA DORADA DE LAS
LUMINARIAS DE SAN MIGUEL DE CALBUCO
El fuego ha estado presente en el hombre desde el
alba de la humanidad y esta se ha fascinado con él. Cuando hace unos 500.000
años aprendió a dominarlo y se sirvió de él para entibiarse, cocinar sus
alimentos y defenderse de las alimañas, cobró conciencia de su superioridad
sobre los animales.
En las noches prehistóricas, el hombre a la luz
de las llamas encontró que el fuego era un aliado para su supervivencia.
Removiendo brasas de la fogata observó que las puntas de los palos endurecían y
se convertían en eficaces armas de cacería. Este principio de la aplicación del
fuego como generador de técnicas ha permitido que miles de generaciones hayan
sabido usar el fuego para extraer energía de los materiales o poder moldearlos
a gusto.
Junto con las manos –la principal herramienta del
hombre- el fuego tiene una parte fundamental en la construcción de la cultura.
El hombre seguro de sus bondades le dio características sacras y lo veneró en
los templos. El culto al fuego atraviesa todas las edades históricas y las
religiones de la humanidad, con ligeras variaciones en su ritualidad.
En la religión judía por ejemplo la festividad de
las luminarias está asociada a una antiquísimo hecho: Hanuka o Fiesta de las
Luminarias.
Alejandro Magno, al conquistar el imperio persa
en el siglo IV a.n.e. se convirtió en el dueño de Palestina. Muchos judíos
asimilaron la cultura griega y abandonaron el judaísmo. Con el tiempo –durante
la dinastía seleucida, las capas elitistas y aristocráticas de la sociedad de
Judea ocuparon puestos de poder representando el poder central del imperio y
traicionando sus creencias y a su pueblo instaban al pueblo a renegar del
judaísmo.
En el siglo II a.n.e. se ordenó a los judíos
abandonar su religión judía y suspender los sacrificios rituales que según la
ley mosaica se hacían para honrar al Dios Único. El mismo Templo de Jerusalén
fue profanado colocándose en el patio central una estatua de Zeus. Los judíos
hashmoneos se rebelaron, dirigidos por Matityahu, quién pasó el mando a su hijo
Yhehuda nombrado el Macabeo quien liberó a Judea del yugo griego opresor en el
año 165
a .n.e.
Después de la victoria, al llegar a Jerusalén,
limpiaron de iconos paganos y asearon el profanado templo, y el 25 de kislev
(~noviembre) de 165
a .n.e fue nuevamente santificado al encenderse las
luminarias del Santo Candelabro. Dice el relato del Talmud, que la vasija con
el aceite de oliva purificado que encontraron servía solo para iluminar ese
día, pero que milagrosamente en la menorá duró ocho días.
En consecuencia de este hecho se proclamó el día
de Hanuka, la
Fiesta de las Luminarias, encendiéndose desde entonces, en
recuerdo, velas durante ocho días; la primera noche se enciende solo el brazo
mayor y una vela, y cada noche se va aumentando el encendido en una vela, hasta
el último día en que toda la januquia se enciende completa “para destacar el
triunfo del pueblo judío y su liberación del yugo opresor.
Históricamente las luminarias son fogatas
pequeñas que linean los caminos. La cristiandad consagra estas luminarias como
las lumbres que guiaron a José y María hasta el pesebre donde nació Jesús,
cuando deambulaban buscando una posada para pernoctar.
Antiguamente se encendía estas fogatas para
orientar a los aldeanos y campesinos que asistían a medianoche a la misa del
gallo, que se hace para conmemorar a este pariente de los animales del pesebre
de Belén, quien desanimado porque ningún humano había venido a saludar al Niño
Jesús, voló a lo alto de las rocas y desde allí anunció la llegada del Mesías.
Se dice también que prodigiosas luminarias señalaron el camino a los pastores y
a los tres reyes sabios que llegaron a homenajearlo.
Las luminarias son pues camino de luz, y su
celebración, la
Fiesta de la
Luz , que acompaña algún evento especial de triunfo y regocijo.
Con este nombre se celebran en todo el mundo
estas fiestas de Luces: En un apretado recuento encontramos que:
En Nuevo México y Texas durante el mes de
diciembre tiene lugar un impresionante festival de luces. En la ciudad y
pueblos de Alburquerque, Las Posadas, Santa Fé, Santa Ana, Phoenix, San
Antonio; se encienden miles de luminarias al anochecer. Estas luminarias son
confeccionadas con bolsas de papel kraft rellenas con arena y una vela
encendida en su centro. Con ellas se forman senderos de luces, por entre el
desierto, a lo largo de las riberas de los ríos, se iluminan los árboles, La
universidad y se hacen hermosas figuras de flores, animales, etc., con las
farolas. Durante las fiestas se ejecutan danzas de los pueblos originarios,
festivales de música, se hacen platos típicos y se degusta vino y chicha
caliente. El evento congrega miles de turistas a estos Festivales de la
Luz.
En Ávila, España, son famosas las Luminarias de
San Bartolomé de Pinares, que se hacen en honor de San Antonio Abad el 16 y 17
de enero, se encienden cientos de luminarias hechas de tomillo, piorno o retamo
negro y jara. Cada año un encargado enciende la luminaria que se hace frente de
su casa y luego va con su comitiva encendiendo las otras luminarias por las
calles del pueblo. Se aprovecha la fiesta para bendecir a los animales.
En Badajoz, las luminarias se encienden al
anochecer del primer sábado de octubre, tras el repicar de las campanas de la
iglesia. La fiesta se hace en honor a la virgen del Rosario patrona del pueblo.
Aquí se realiza una representación teatral al estilo de los autos sacramentales
de la
Edad Media donde participan más de cien
villorrios cercanos. En la trama está inclusa el desenlace que se resuelve en
esta mágica noche.
En Fontanajero, el 30 de abril, a la hora de la
puesta del sol, después del toque de campanas se encienden las Luminarias de
romero que están distribuidas por toda la población. Aquí se reparten las
tradicionales migas de testuz que consiste en después de matar el cerdo dar a
los niños el testuz y la pajarilla que se asaban fuera del pueblo, mientras
tanto los niños se columpian en una soga montada sobre una encina o chaparro y
entonan curiosas canciones.
En Ossa de Montiel se encienden ocho luminarias
durante las noches que van desde el Domingo de Resurrección al 29 de abril en
honor a San Pedro mártir de Verona. Las luminarias, hechas con sarmientos de
las viñas, se encienden a las 10 de la noche y los vecinos salen a calentarse,
comen papas asadas, beben zurra y chocolate. También hay cantos y bailes.
En Madrigal de la
Vera , la
Fiesta de las Luminarias se celebra el 7 de diciembre en honor
de la
Inmaculada. Al caer la noche se hacen enormes
hogueras de leña, tomillo y jaras, donde los vecinos degustan productos de la
matanza de animales y cantan y bailan jotas veratas.
En Belalcazar se hacen luminarias el 2 de febrero
en honor de la
Virgen de la Candelaria. En Burgohondo el día de las luminarias
se celebra la víspera de Corpus Christi. A medianoche después de un repique de
campanas a rebato se encienden cientos de luminarias donde jóvenes y viejos
arremeten saltando sobre ellas para purificarse. Al alba la gente concurre a la
misa y después al amanecer se hace una procesión del Corpus. Al paso de la
comitiva se adornan con mantelerías, colchas, altarcillos y el suelo se cubre
con ramas de espliego y pétalos de rosa.
En México, en el municipio de Higueras el 11 de
diciembre en la plaza del poblado y calles cercanas se encienden las luminarias
hechas de ramos de candelilla. Al atardecer frente a la iglesia se congrega la
gente donde los matachines bailan sin parar. A las 20 horas se hace una misa y
cuando esta concluye las campanas repican sin cesar. En la calle, el obispo
–que viene de Monterrey- bendice las luminarias y estas se encienden, mientras
los matachines, algunos vestidos de blanco llevando en la espalda el símbolo
del ángel que une el cielo y la tierra tocan sus tambores, bronces y violines.
En Guatemala, las luminarias se festejan como “la
Quema del Diablo”, representado el triunfo de la
Virgen de la
Inmaculada Concepción sobre Satanás, la victoria del bien sobre
el mal. Las fogatas se hacen con la creencia de sacar los malos espíritus del
hogar.
En Conchudo, Perú, cada 13 de septiembre la gente
que baja de la sierra a las fiestas patronales enciende luminarias al amanecer
al Señor de las Animas. En el peruano pueblo serrano de Llapo, cada 20 de
noviembre en honor de la virgen de Copacabana se encienden luminarias que
tienen formas de castillos, dragones u hombres pirotécnicos con la leña que han
cortado desde hace un mes atrás[1].
En Colombia se celebra la Noche de las Velitas,
una de las fiestas más tradicionales que se hace en honor de la Virgen de la
Inmaculada Concepción la noche del 7 de diciembre. Ese día se decoran los
balcones de patios, andenes, calles, parques y plazas con velas y farolas de
papel en honor a la Virgen María. La fiesta da comienzo a las celebraciones
navideñas. En Medellín se realiza además en esta noche un desfile llamado
“desfile de mitos y leyendas”, donde cobran vida los diferentes mitos y
leyendas colombianas[2]
Como hemos podido leer, en todo el mundo, con
un calendario muy diverso se encienden luminarias, por lo cual estas no son
fuegos privativos como los de San Juan. Destacando además que actualmente las
luminarias están firmemente asociadas a lo religiosidad cristiana.
La
Imagen de San Miguel de Calbuco
1º.- Se dice que la imagen:
a) pertenece a la escuela de imaginería quiteña y
b) fue traída desde Osorno por los españoles en 1602.
a) pertenece a la escuela de imaginería quiteña y
b) fue traída desde Osorno por los españoles en 1602.
La escuela de imaginería quiteña se desarrolla
especialmente desde el siglo XVII. Si la imagen vino de Quito, debe haber
llegado a Osorno antes de 1598, pero por entonces no se desarrollaban en Quito las
técnicas y estilos como está hecha la imagen de San Miguel.
De acuerdo a nuestras investigaciones, el fuerte
de San Miguel fue instalado en la primera quincena de mayo de 1603 (Proponemos como fecha el 8 de mayo de 1603). La huida
desde Osorno a Guanauca y posterior llegada a Calbuco y Carelmapu es una
dolorosa página de vivencia barroca, ya que los pobladores, los soldados, los
indios amigos del Reloncaví que habían sido enviados forzadamente a trabajar a
Osorno, desde 1567 hasta 1578 aproximadamente hicieron una esforzada marcha en
la cual las mujeres, según Rosales “iban dejando tirados en el campo a sus
hijos por no poderlos cargar”. En la corta distancia de un poco más de 20
leguas murieron 24 personas por hambre y fatiga. En esas condiciones el acarreo
de imágenes religiosas nos parece dudoso. Por lo menos los cronistas no citan
que asi haya ocurrido, como en otros lugares y situaciones que lo señalan tan nítidamente.
Recordemos además que durante los años de asedio a Osorno, la ciudad fue arrasada y quemada, especialmente sus iglesias. I. Vázquez de Acuña dice que posterior a esta huída se hizo “un reparto de imágenes en Castro”, pero discrepamos de esta apreciación. En 1616 el capitán Juan de Arostegui, declaró que fue uno de los diez arcabuceros que salió a repeler el ataque del escuadrón del general mapuche Pelantaru en la ciudad de Osorno, cuando el “enemigo estaba dando saco a la Iglesia Mayor maltratando las imágenes de Nuestra Señora y Jesucristo Resucitado que tenían atado con una soga y alanceándoles, haciendo otras maldades y crueldades semejantes”[4]. En el mismo documento se relata que un día estando guarnecidos en un cerro cercano, las tropas de Pelantaru prendieron fuego a la Iglesia, consumiéndose todo su contenido. Se podría argüir que fanatismo religioso de los conquistadores permitiò conservar la imagen de San Miguel, pero cuando Brouwer asaltó a Carelmapu las iglesias y imágenes que allí se conservaban fueron destruidas y los españoles prefirieron conservar la vida antes que salvar las imágenes religiosas.
Recordemos además que durante los años de asedio a Osorno, la ciudad fue arrasada y quemada, especialmente sus iglesias. I. Vázquez de Acuña dice que posterior a esta huída se hizo “un reparto de imágenes en Castro”, pero discrepamos de esta apreciación. En 1616 el capitán Juan de Arostegui, declaró que fue uno de los diez arcabuceros que salió a repeler el ataque del escuadrón del general mapuche Pelantaru en la ciudad de Osorno, cuando el “enemigo estaba dando saco a la Iglesia Mayor maltratando las imágenes de Nuestra Señora y Jesucristo Resucitado que tenían atado con una soga y alanceándoles, haciendo otras maldades y crueldades semejantes”[4]. En el mismo documento se relata que un día estando guarnecidos en un cerro cercano, las tropas de Pelantaru prendieron fuego a la Iglesia, consumiéndose todo su contenido. Se podría argüir que fanatismo religioso de los conquistadores permitiò conservar la imagen de San Miguel, pero cuando Brouwer asaltó a Carelmapu las iglesias y imágenes que allí se conservaban fueron destruidas y los españoles prefirieron conservar la vida antes que salvar las imágenes religiosas.
San Miguel de Calbuco es una imagen de gran volumen
comparada con las imágenes de la época que se conservan en otras iglesias de nuestro pais, de arribo temprano a Chile en el siglo XVI (por ej. La virgen del Socorro
traída por Valdivia, la virgen de Corinto en la región del Maule), lo que nos
inclina a creer que su factura es mas cercana al siglo XVII que al anterior. El
colorido original de la pátina y la forma del vientre guarda un cierto parecido con la
imagen de San Sebastián de Yumbel y algunas imágenes de México.
Nuestra hipótesis sobre la imagen de San
Miguel de Calbuco es que se trata de una escultura de origen español, posiblemente
realizada en un taller de imaginería sevillano, donde se trabajaba en forma
colectiva, y que sigue los moldes clásicos de Montañés, Cornejo, Pacheco,
Roldán.
Desgraciadamente la imagen no tiene marcas o sellos visibles que pueda identificar sus autores ni aclarar certeramente su origen. La imagen llegó a Calbuco después de 1620, posiblemente donado al fuerte y a los indios reyunos por el rey Felipe IV, quién fue un gran donante de imágenes religiosas a los tercios indianos. Esto ocurre por el tiempo que le fueron otorgados el premio anual de 300 pesos a los indios reyunos por su jurada fidelidad al Rey de España.
Desgraciadamente la imagen no tiene marcas o sellos visibles que pueda identificar sus autores ni aclarar certeramente su origen. La imagen llegó a Calbuco después de 1620, posiblemente donado al fuerte y a los indios reyunos por el rey Felipe IV, quién fue un gran donante de imágenes religiosas a los tercios indianos. Esto ocurre por el tiempo que le fueron otorgados el premio anual de 300 pesos a los indios reyunos por su jurada fidelidad al Rey de España.
Decíamos que de un rápido recuento sobre el
asunto se tiene:
Quien haya visto una ruca actual, o la imagen
histórica de una de estas podrá preguntarse al comparar una luminaria con una
ruca: ¿quién escribió esta lesera? Y ¿quién y porqué la siguió copiando?
En esta extraña incoherencia inventada, los
indios quieren atacar a los españoles, robar la imagen (¿) y finalmente, en una
contradicción vital, los indios reyunos adoptan la “costumbre española” de
encender fogatas, sólo que esta vez no para defenderse de un ataque, sino que
–paradojalmente- para celebrar a San Miguel (sic).
En respuesta a esta expoliación del indio que
hacen los encomenderos, los aborígenes tributarios de Chiloé se alzan, asolando
parte del Archipiélago.
Los indios aprovechan el hecho coyuntural del
abandono de la guarnición de Calbuco que hace el capitán del fuerte Garzón de
Garaicoechea, el cual en conflicto con el gobernador de Chiloé huye hasta
Yumbel por el camino de Nahuelhuapi llevándose los pertrechos del fuerte 67
soldados y 40 indios reyunos, que se devolvieron a Calbuco desde Nahuelhuapi.
Los indios encomendados de Chiloe inician su
alzamiento la noche del 10 de febrero. Una vez iniciada la
rebelión, los alzados pasaron la flecha de la guerra a Calbuco para incitarlos
a plegarse a la insurrección. Los indios reyunos calbucanos apresaron a los
mensajeros, los condujeron a Chacao, donde estaban apostados los tercios del
gobernador de Chiloé; los entregan a las autoridades españoles y luego piden
autorización para alancearlos ellos mismos. Permanecen leales a sus pares
hispanos y no se involucran con los rebelados.
Algunos autores han escrito majaderamente que los
indios reyunos de Calbuco “traicionaron a sus congéneres” al no aceptar la
flecha de la guerra. Ya hemos dicho que los reyunos fueron durante todo el
período hispano indios conas auxiliares de las huestes españolas y a ellos les
debían fidelidad, acatamiento y lealtad. Sin embargo estos mismos autores
arguyen que posteriormente los indios traicionan –ahora a los españoles-
“asaltando el pequeño poblado, le prenden fuego y profanan la capilla del lugar
y se roban la imagen de San Miguel y la mantienen escondida en la isla de Huapi
Abtao durante tres meses”.
En ninguna de las obras de los
grandes historiadores de Chiloe: D, Rodolfo Urbina, ni el erudito Abraham de Silva
Molina, -de cuyas fuentes han bebido muchos- ni en la documentación del juicio
de residencia a Ustáriz, se encuentra algún párrafo relativo a una supuesta
doble traición de los reyunos; menos aun el rapto de la imagen, la cual
según la leyenda inventada, los indios habrían escondido en Huapi Abtao; una pequeña isla
pelada que se puede recorre a pie en menos de 1 hora y que se ubica
geográficamente a medio camino del continuo tránsito de tropas que se hacia
entre los fuertes de Calbuco y Chacao. Suponer que los indios reyunos actuaran
tan torpemente es desconocer la opinión de funcionarios de la Corona del siglo
XVIII quienes escriben que los indios reyunos calbucanos eran ladinos e altaneros y que
muchos de ellos sabían leer.
Las luminarias se encendían en las fiestas
religiosas y acontecimientos importantes de celebración. Su origen tiene una
larga data desde los orígenes de la humanidad.
En Calbuco se preservó esta singular práctica por
costumbre inveterada para homenajear al Santo Patrono, sin que sepamos
certeramente si hubo un acontecimiento extraordinario para su manifestación. Si
la hubo, no es precisamente lo que se enseña tan grotescamente.
Escrito por JOSE MANSILLA-UTCHAL ALMONACID
NOTAS
[1] También en Perú se recuerda la llegada de la primera imagen de Santa Rosa de Lima. Esta escultura realizada en Roma por Caffa, fue encargada por Ana de Borja, Condesa de Lemos, virreina del Perú. El 20 de junio arribó a Lima en una enorme procesión desde el puerto del Callao. Esa noche la ciudad estaba engalanada por “grandes luminarias y candeladas por toda la ciudad por ventanas y calles…”.
[2] Información personal del Ingeniero colombiano D. Rafael Galán.
[3] Antiguamente la textura de la pintura era de color mas encendida y mate, pero una “restauración” reciente la ha decolorado quedando su textura más pálida.Una nueva "restauraciòn", ha dejado la imagen tan "colorinche" como una vedette bonaerense
[4] Borrada
[5] Hacho. El hachón es un brasero alto de un pie.
[6] Después de una decena de años de búsqueda y análisis exhaustivo sobre los diferentes períodos de la historia calbucana y regional nos sorprende –por decir lo menos- no haber encontrado en los repositorios una sola huella documental de estos hechos en papeles administrativos, religiosos, etc., sobre estas invenciones.
[7] Borrada
[8] Borrada