18 millones de “vándalos” exigen Asamblea Constituyente
Manuel Cabieses | Viernes 25 de
octubre 2019 17:30 hrs.
“Si te quiero es porque sos/
mi amor mi cómplice y todo/ y en la calle codo a codo/ somos mucho más que
dos”.
(Mario Benedetti)
La casta política de Chile se
aferra al poder y apela a un escandaloso y llorón strip tease que pone al
desnudo los privilegios que hasta hace una semana consideraba derechos
intocables. Sus lágrimas de cocodrilo se derraman a raudales en los matinales de
la tele en un esfuerzo de convencer que “hemos oído la voz del pueblo”.
La conmovedora –pero tardía-
generosidad de la elite intenta aplacar la rebelión a través de la
farandulización de la crisis social. Sin embargo la protesta no cede ante el
halago ni se somete a la brutal represión que ya registra 20 muertos, más de
300 heridos, 2 mil detenidos y un número indeterminado de personas
desaparecidas.
Los administradores del
Estado no terminan de admitir que carecen de legitimidad para establecer un
diálogo con la rebeldía popular. Sus medidas coercitivas, en tanto, se sitúan
en el terreno de la violación de los derechos humanos y suscitan más repudio al
gobierno, la policía y las Fuerzas Armadas.
La insurrección no reconoce
la autoridad del gobierno ni del Congreso porque no representan la soberanía
del pueblo. Son producto del modelo que la calle repudia. La “clase política”
representa (¿representaba?) solo al 40% de los ciudadanos. La abstención
electoral –mensaje silencioso de esta crisis que los partidos no supieron oír-,
constituye la mayoría que está en la calle. A esta se han sumado vastos
sectores que se han sacudido de la tutela de partidos y capillas ideológicas.
En diciembre del 2017 Piñera
fue elegido con 3 millones 800 mil votos… de un padrón electoral de más de 14
millones. Asumió la presidencia representando a una fracción minoritaria de
ciudadanos, y en menos de dos años su respaldo se ha convertido en sal y agua.
La representatividad del
Parlamento es todavía menor. Caso paradigmático es una senadora -Carmen Gloria
Aravena Avendaño- elegida por 4.200 votos, o sea el 1,2% de su circunscripción,
ya reducida por la abstención. El presidente del Senado, Jaime Quintana
–segunda autoridad del Estado, representa solo al 10,2% de electores de su
región. El presidente de la Cámara de Diputados, Iván Flores, a su turno, fue
elegido con apenas el 9,5% de los votos.
En el plano municipal la
situación es aún peor. En la elección de alcaldes y concejales del 2016, la
abstención alcanzó al 65%. Hay alcaldes que “representan” menos del 10% del
electorado -ya reducido por la abstención- de sus comunas.
Esta “democracia” jibarizada
y por tanto vacía de contenido, explica por qué la rebeldía no acepta la
autoridad de instituciones moralmente inexistentes, ni reconoce como
interlocutores a los administradores de esos fantasmales vestigios de
institucionalidad. Los amagos de sectores políticos para desviar el torrente
popular hacia molinos partidarios, no han logrado ningún resultado.
La criminalización de la
crisis por parte del gobierno y los medios de comunicación, no ha conseguido
mellar la fuerza moral del movimiento que sigue expresándose masiva y
pacíficamente. Esta verdadera insurrección desarmada demuestra una vigorosa
creatividad cultural y artística. Incluso hace gala de ingeniosas expresiones
de humor en las redes sociales. Los actos de vandalismo que se le atribuyen –de
un origen tan sospechoso como los incendios del Metro y supermercados- son por
completo ajenos al espíritu que anima a las marchas y caceroleos masivos en que
participan familias completas de sectores sociales muy diversos, hermanados en
un rechazo frontal a los abusos del neoliberalismo. Las acciones de vandalismo
que han ocurrido traen a la memoria la explosión social del 2 y 3 de abril de 1957.
La policía puso en libertad y azuzó a centenares de delincuentes para que
destrozaran y saquearan bienes públicos y negocios privados en Santiago y
Valparaíso. Los atentados incendiarios de esta semana afectan más al pueblo que
a los propietarios de los negocios saqueados e incendiados. La cadena
norteamericana Walmart, de los supermercados Líder, y el grupo Solari
Falabella, de Sodimac, no perderán un centavo. Tienen seguros a todo evento que
los protegen contra robos, saqueos, incendios, atentados terroristas,
catástrofes naturales, etc. Los elevados costos de esos seguros tampoco los
pagan esas empresas pues los trasladan a los precios y tarifas que cobran a los
consumidores y usuarios.
Millones de “vándalos” han
convertido a Chile en una plaza fuerte de la lucha contra la injusticia, la
desigualdad y la inequidad. Los “vándalos” rechazan la violencia delincuencial
contra pequeños y medianos comerciantes. Los “vándalos”, en cambio, se
movilizan por un cambio radical del modelo económico y social sobre el cual se
levantan las instituciones del Estado. Está en curso un cambio cultural de la
conducta social cuya victoria permitiría derribar las barreras de la
desigualdad y la discriminación. Asimismo se abre paso una demanda capaz de
centralizar el conjunto de aspiraciones populares y atacar la raíz del
conflicto. Va surgiendo con fuerza la imperiosa necesidad de convocar a una
Asamblea Constituyente. Esa vía pacífica y democrática permitiría a Chile
dotarse de una Constitución que genere nuevas instituciones y leyes para
construir una sociedad diferente.
TOMADO DE RADIO UNIVERSIDAD DE CHILE