INMIGRACION ECUATORIANA EN CALBUCO: D. EDUARDO VIVAR JIMENEZ (n.1919)
Homenaje en su Centenario (1919-2019)
D. EDUARDO VIVAR JIMENEZ
A fines de abril del año del Señor de 2018, con el profesor calbucano Milton Vivar Díaz, amigo desde los tiempos perdidos en la memoria, y más hermano del alma aún, concurrimos a la ciudad de Quito, Ecuador, en el marco del 7° Simposio Iberoamericano de Historia de la Cartografía (7°SIAHC). Este viaje tuvo para quien escribe dos connotaciones: a) Una académica, enmarcada en el evento, al exponer sobre d. José de Moraleda, el guipuzcoano cartografiador de Chiloé de fines del Siglo XVIII., b) La segunda relación es de carácter afectivo-emocional, por cuanto Eduardo Vivar, padre de Milton es de origen ecuatoriano y aprovechamos la oportunidad del Simposio para peregrinar en busca de los senderos y espacios recorridos por d. Eduardo en la región costera de Manabí, en el país ecuatorial. Escribo estas líneas, como un sencillo homenaje a la memoria del padre de uno de mis grandes amigos, en el centenario de su nacimiento.
Calbuco en la mitad del Mundo
Don Eduardo Vivar, d. “Guayo” para quienes lo conocimos, fue un acreditado personaje calbucano, nacido el 14-12-1919 en el pueblo manabita de Pedernales, Ecuador. De este ciudadano de Calbuco, más propiamente habitante del barrio de La Vega de Calbuco es de quien nos ocuparemos en esta página.
El padre de d. Eduardo fue el chileno Crescencio Vivar, originario de la hermosa isla de Guar, Región de Los Lagos, lugar donde se asentaron sus ancestros que llegaron procedentes desde Achao. San Felipe de Guar, es hasta el presente una isla de bravos navegantes: Los “gatos guarunos” eran apodados en el siglo XIX, por la facilidad que poseían de remontar aguas arriba a pura fuerza de remos con sus embarcaciones por los rápidos de los ríos cordilleranos, donde ejecutaban sus labores de corta de alerce, luego el ciprés y también mantenían algunos hatos de animales en los potreros naturales de los parajes del pie de monte costero andino. Su conocimiento de los paisajes sobre el agua y su experiencia marinera fueron muy útiles a los exploradores de la Marina de Chile en ese siglo, aunque a veces en pago de sus servicios recibieron correazos y garrotazos en vez de justa remuneración, como relata Vidal Gormaz.
Uno de estos remadores se enroló en la Marina y al poco tiempo, su sobrino Crescencio, el futuro padre de d. Eduardo siguió sus singladuras por los mares del profundo Chile. En su paso por la Marina Crescencio aprendió el oficio de Ingeniería de Máquinas, y posterior a su retiro de la Armada, se enroló en la Marina Mercante, siendo tripulante en diferentes barcos con el cargo de Ingeniero de Máquinas, por largos años.
Comisionado en un barco de una compañía petrolera que hacía la carrera entre Punta Arenas a Panamá, estando frente a las costas del Ecuador, Crescencio tuvo una agria disputa con el capitán del buque, desembarcando en Puerto Viejo, provincia de Manabí. Para entonces Crescencio ha dado la vuelta al mundo, dicen que dominaba 7 idiomas y otros tantos dialectos. Por sus conocimientos de mecánica de motores marinos, fue solicitado para instalar y reparar estos artefactos por los puertos y caletas de la costa manabita y más allá. Manabí es una región costera del Ecuador que en la época de Crescencio vivía de la ganadería, la pesca y la artesanía. En sus ríos y esteros abundan los camarones y los plátanos silvestres crecen a la orilla de los caminos. Sus costas de casi 350 kilómetros de fachada hacia el Océano Pacífico aún hasta hoy son famosas por la gran producción de atún.
D. Milton Vivar en las playas de Pedernales cuna de su señor padre
Después de varios años de permanencia en Ecuador Crescencio ingresa como oficial de gendarmería en la Policía Ecuatoriana, siendo destinado al pueblo costero de Pedernales. También en la región de Manabí se encuentra el pueblito de Jipi japa, famoso porque en ese lugar se producen los sombreros jipijapa, elaborados con fibra de caña. Durante la construcción del canal de Panamá, el pueblo trabajador usaba esta prenda para protegerse del calor y los mosquitos. Ecuador exportaba entonces miles de sombreros hacia la zona de construcción del canal. Cuando Roosevelt, el presidente norteamericano, visitó las obras del canal usó uno de estos sombreros, que a partir de entonces comenzó a llamarse sombrero panameño, siendo su origen ecuatoriano, al igual que el cacao, producto natural que, según las últimas prospecciones arqueológicas de científicos canadienses, ya era consumido por los antiguos ecuatorianos hace mas de 5.000 años atrás.
Pedernales, el pequeño puerto pesquero, estuvo habitado desde tiempos inmemoriales por el pueblo de la cultura Jama-Coaque. La presencia hispana se inicia en 1534 cuando la región es explorada por el conquistador Pedro de Alvarado y en 1535 Francisco Pacheco funda la Villa Nueva de San Gregorio de Puerto Viejo, luego de un largo recorrido por las costas adyacentes. Sin embargo el acontecimiento más importante en la Historia de Pedernales es el arribo, en 1736, de la Misión Geodésica Francesa, auspiciada por la Academia de Ciencias de París, que midió un arco del meridiano terrestre con el objeto de determinar el lugar por el cual pasa la línea equinoccial de nuestro planeta.
Charles-Marie de la Condamine,
La Misión Geodésica, comandada por Charles-Marie de la Condamine, integrada por Luis Godin, Pierre Bouger, el naturalista José de Joussieu, incluyó a siete ayudantes franceses, a los españoles Juan de Santacilia, Jorge Juan, Antonio Ulloa y el riobambeño Pedro Vicente Maldonado, científico ecuatoriano autor del primer mapa impreso de la Audiencia de Quito. Los resultados de estas investigaciones sirvieron para hacer otros aportes a la ciencia moderna como sentar las bases del SMD, designando como unidad de longitud el metro, definida como la diezmillonésima parte del cuadrante terrestre.
Portada del Diario de trabajo de M. Le Condamine
De otra parte, la Misión otorgó a la Audiencia de Quito una precisa designación geográfica; pues luego de la visita de la Misión, cuyos estudios en sitio demandaron nueve años, se comenzó a llamar el territorio de los alrededores de Quito como “Tierras del Ecuador”, tomando como referente al paralelo que dimidia el planeta en dos hemisferios.
Memorial de homenaje a las víctimas del terremoto de 2016
El lugar donde se dio inicio a la expedición fue la Punta Palmar, al sur de Pedernales. La información de la expedición consta en una roca que se encontraba en ese promontorio, en la que existe una inscripción del año 1736, el testimonio pétreo ha sido trasladado a la plaza de Pedernales. Hace un par de años, la Asamblea Nacional del Ecuador proclamó a la zona de Pedernales como “Génesis del nombre de Ecuador”. La declaración de la Asamblea Nacional declara a Pedernales como “el lugar donde se inscribe el nombre de nuestro país”.
La piedra con la inscripcion del inicio de la Expedición Geodésica
Crescencio Vivar contrajo matrimonio por 1917-1918 con la ciudadana ecuatoriana doña Maximiliana Ximenez, de cuya relación nacieron: José Eduardo, nuestro biografiado y sus hermanos Jerónimo Perfecto, Estefanía y Beatriz. Crescencio, el padre, alternaba su labor de policía con un pequeño comercio de productos chilenos vs ecuatorianos a través de los buques mercantes que atracaban en puertos chilenos y ecuatorianos. Sin embargo, no conocemos las circunstancias, pero un día Crescencio y su familia abordan un buque mercante y recalan en Puerto Montt. El antiguo marinero de Guar retorna a Chile con su familia compuesta de cinco emigrantes ecuatorianos.
Desde la época del período hispano, que ya existe la presencia de ciudadanos de la Audiencia y Chancillería Real de San Francisco de Quito en el Fuerte San Miguel de Calbuco. En el Libro de Matrimonios N° 1 del Archivo Parroquial de la Iglesia San Miguel Arcángel, en la Partida de Matrimonio de Ramón Pacheco y Ureta, natural del puerto de Santa María, Cádiz, España, quien contrae matrimonio con la joven calbucana María Nieves Rolliso, el 08.08.1757, el testigo Laureano Garcés de Bobadilla declara ser natural de Quito (otro testigo de ese matrimonio fue el indio Díaz natural de Potosí). Bobadilla había contraído matrimonio el año anterior con la joven calbucana Rosa Bustamante. La familia Bobadilla-Bustamante tuvo dos hijos Francisca Angela y Fermín Jose.
Crescencio y su familia arriban a Puerto Montt, donde permanecen un tiempo y luego pasan a Calbuco a residir en el barrio La Vega, en las calles Baquedano, Brasil y Francisco Bilbao. Crescencio trabajó algunos años en un aserradero de La Vara, al norte de de Puerto Montt, donde falleció. Su esposa doña Maximiliana le sobrevivió, falleciendo muchos años después en el puerto de San Antonio. En mi infancia la abuela Victoria C. Utchal, cuando supo que era amigo de Milton, me comentaba que para las fiestas patrias, Crescencio izaba la bandera chilena y detrás llegaba doña Maximiliana izando la bandera de la República del Ecuador, lo que provocaba un singular intercambio de frases entre ellos: al llegar el medio día, al final de la calle Baquedano, ondeaban las dos banderas en una gran comunión americana.
Sobre d. Eduardo Vivar sabemos que aprendió varios oficios mirando y colaborando con su padre. Se inició formalmente en el mundo laboral trabajando en el molino harinero del industrial Jorge 2° Ditzel. Por entonces Calbuco fabricaba su propia harina, el jefe del molino era don Pedro Gallardo, quién después vendió su casa al buzo de escafandra Ventura Melipillán, generoso hombre que iba a bucear y luego preparaba un curanto con "tres saquitos no más" y junto con su esposa doña Sara, repartía gratis los mariscos para ayudar a la comunidad. D. Eduardo quedó cesante producto de las crisis económicas que cada cierto tiempo nos desacostumbra el capitalismo; su hermano Jerónimo lo llevó a trabajar a la fábrica de cecinas Hans Benner en Puerto Montt.
Para entonces don Eduardo se ha casado con doña María Edelmira Díaz González, habitante de Caicaén que había venido desde Chechil, alrededor de 1944. De esa unión nacieron: José Milton, que nació en Caicaen, María Lucila, Eduardo Segundo, Américo (fallecido), Estefanía, Ruth del Carmen, Jorge Freddy, Juan Rodrigo, Alejandro, Claudia e Ivonne. Cuando regresó a Calbuco lo contrató para trabajar en su fábrica de conservas de mariscos y pescados, don Guillermo Schmeisser. Don Eduardo vivía en lo alto al final en el medio de la calle Baquedano, atravesando el acequión que rodeaba La Vega por el lado norte y desembocaba en el desaparecido río Butaco. Tuvo allí un quiosco donde vendía frutas. Por las noches iluminaba el sector con una lámpara de carburo en el frontis de su quiosco, mientras le daba cuerda a una victrola que expandía por el silencioso barrio a los Churumbeles de España clavando sus “cruces en el monte del olvido”. Don Eduardo había comprado ese terreno al industrial y médico Cabrera, el cual celoso porque d. Eduardo se había ido a trabajar donde era mejor remunerado, no le quiso otorgar la escritura del terreno. De esta manera Don Eduardo un buen domingo preparó una minga y a punta de bueyes y trabajo colaborativo de los vecinos y la alegría de los niños que compartimos esa fiesta solidaria, abandonó el sitio, trasladó su casa por la calle Baquedano hasta la calle Francisco Bilbao, que entonces era solo “La Pampa”, el gran lugar de sociabilidad de los calbucanos de La Vega entre los años 40 y 60 del siglo pasado. Posteriormente la familia Vivar-Díaz se instaló en el lugar definitivo de la vereda sur de la calle Baquedano.
Don Eduardo ejecutó varios oficios, siendo un pionero de la proactividad. Uno de ellos fue la hojalatería: A las fábricas de conserva llegaban las planchas de hojalata y allí se recortaban, se le estañaba con cautín manual un extremo, se enrollaba, engrasaba, se le fabricaba una pestaña, se emballetaban costados y base y a este envase se le llenaba con marisco, pescado, aceite o agua y luego se tapaban los tarros con una tapa de borde engomado que era el sello. Luego se llevaban al autoclave, se pasteurizaban los tarros al vapor, se desgrasaban, limpiaban, etiquetaba y se embalaban en cajones de madera a razón de 48 unidades por cajón.
También fue navegante, embarcado en un remolcador que hacía viajes a Aysén, se perfeccionó en cursos para mantención de motores de 300 HP, empleándose como “motorista” en las lanchas Gladys de la fábrica conservera Los Canales de los hermanos Parancán, el Galvarino de la fábrica de conservas Cocosa, la Dalmacia, propiedad de don Severo Ampuero, cuñado de los hermanos Kochifas. Integrante del deportivo Chile, el club de La Vega. Practicó el boxeo junto al futbolista Reinaldo Soto, juntos participaron en varios combates interciudades, las veladas de boxeo se llevaban a efecto en el salón del Cuartel de Bomberos.
Fué propietario de un caballo, una carretela y una camioneta para efectuar fletes. La carretela fué utilizada para acarrear ripio y rellenar la calle Pedro de Valdivia, en el lugar que hoy ocupa d. Víctor Gallardo; allí estuvo la cancha de tenis de los Cabrera-Ditzel donde jugaban tenis los hermanos Mayorga, abuelos de Marcelo Ríos Mayorga (Chino Ríos). Gran artesano de carpinteria metálica, d. Eduardo fabricaba braseros; estirado y afilado de hachas, fabricante de hualatos, caños para cocinas a leña y fabricante estufas chilotas. Cuando llegó la energía eléctrica a Calbuco, "la luz de Pilmaiquén" en 1958, tuvo una activa participación en la instalaciones eléctricas domiciliarias, empalmes a la red e instalación y calibración de medidores el profesional de la Universidad Técnica del Estado d. Guillermo Schmeisser, más conocido como "wawualli", quién le enseñó el arte de la electricidad, iniciando d. Eduardo otra arista laboral.
También fue navegante, embarcado en un remolcador que hacía viajes a Aysén, se perfeccionó en cursos para mantención de motores de 300 HP, empleándose como “motorista” en las lanchas Gladys de la fábrica conservera Los Canales de los hermanos Parancán, el Galvarino de la fábrica de conservas Cocosa, la Dalmacia, propiedad de don Severo Ampuero, cuñado de los hermanos Kochifas. Integrante del deportivo Chile, el club de La Vega. Practicó el boxeo junto al futbolista Reinaldo Soto, juntos participaron en varios combates interciudades, las veladas de boxeo se llevaban a efecto en el salón del Cuartel de Bomberos.
Fué propietario de un caballo, una carretela y una camioneta para efectuar fletes. La carretela fué utilizada para acarrear ripio y rellenar la calle Pedro de Valdivia, en el lugar que hoy ocupa d. Víctor Gallardo; allí estuvo la cancha de tenis de los Cabrera-Ditzel donde jugaban tenis los hermanos Mayorga, abuelos de Marcelo Ríos Mayorga (Chino Ríos). Gran artesano de carpinteria metálica, d. Eduardo fabricaba braseros; estirado y afilado de hachas, fabricante de hualatos, caños para cocinas a leña y fabricante estufas chilotas. Cuando llegó la energía eléctrica a Calbuco, "la luz de Pilmaiquén" en 1958, tuvo una activa participación en la instalaciones eléctricas domiciliarias, empalmes a la red e instalación y calibración de medidores el profesional de la Universidad Técnica del Estado d. Guillermo Schmeisser, más conocido como "wawualli", quién le enseñó el arte de la electricidad, iniciando d. Eduardo otra arista laboral.
Como mecánico hacía mantención al motor instalado frente al Cuartel de la 1ª Compañía de Bomberos en el sitio de d. Clodomiro Soto "Clorín", propietario de una carnicería y un depósito de vinos (nombre genérico que designaba a los bares clandestinos en Calbuco), este motor propiedad de la Cooperativa Eléctrica entregaba energía eléctrica a sus socios, vecinos pudientes del lado este del barrio, antes de la llegada de la energía eléctrica del sistema Pilmaiquén. Don Eduardo era uno de los pocos del lado poniente que tenía electricidad antes de 1957. Como tenía una radio Philips, la acercaba a la ventana y mantenía al vecindario escuchando a Carlinhos, Nat King Cole y su Cachito mío, a Argentino Ledesma con su Cuartito Azul o los mexicanos Licha y Efraín en la Audición a gusto del oyente de radio Llanquihue y el Reporter Esso con noticias tan lejanas. Cuando se transmitía el fútbol se amenizaba la calle con una gran concurrencia de varones en su ventana.
La última vez que le ví al inicio de los años 70 cuando pasé a saludarle, aún andaba con el uniforme universal del mundo del trabajo, en overol.
La última vez que le ví al inicio de los años 70 cuando pasé a saludarle, aún andaba con el uniforme universal del mundo del trabajo, en overol.
Con Milton Vivar Díaz llegamos a Pedernales alrededor de la cuatro de la mañana, después de ir sierra abajo desde Quito. El puerto nos recibió con una suave llovizna de abril. Pernoctamos en el terminal provisorio, pues el existente había sido demolido por el terremoto de 2016. Recorrimos el pueblo, el río camaronero de los recuerdos de don Eduardo, la playa los cerros, los confines.Al final del día regresamos a Quito, al encuentro de cartógrafos. Me pareció que el viaje a Pedernales era una especie de homenaje silencioso para el muchacho ecuatoriano que llegó a Calbuco por 1930.
José Mansilla-Utchal Almonacid
Historiador Calbucano
Historiador Calbucano