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domingo, marzo 23, 2014

CALBUCO, CARELMAPU y MAULLIN. SUS ORIGENES


   Calbuco, Carelmapu y Maullín, las Antiguas y Nobles Villas de la Provincia de Llanquihue. Notas sobre sus orígenes 1603-1861

José D. Mansilla-Utchal Almonacid
Historiador Regional
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Los fuertes Calbuco, Carelmapu y Maullin circa de 1644 (Fragmento del mapa Carta de la Costa de Chile del 41º al 46º Lat. Sur con la Baia e L’Isola di Chiloe;  Alonso Ovalle S. J.)



 INTRODUCCION

Ese gran humanista que es D. Juan Félix Buroto – forastero quién adoptó a Puerto Montt como su ciudad- expresaba en la inauguración del Primer Congreso de Historia de Puerto Montt sobre “las necesidades urgentes de hacer historia, memoria e identidad como deberes superiores del pensamiento mayor”. Proclamando -con mucha reserva por cierto- que la Historia, evoca y enseña sobre lo que somos. De la Memoria nos hablaba como un “legado del pasado y el combustible de una ética para el futuro humano”. Nos señalaba sobre la peligrosidad de la existencia de pueblos desmemoriados o peor aun de “sujetos que contribuyen a esa amnesia ética”. La memoria decía va unida a otra palabra: identidad. La Identidad es asunción de la memoria. Sin memoria, o peor aun,  con una mala memoria habrá una pobre identidad.
Haciendo un puente entre esas palabras de hace 9 años atrás y este evento que cumple ya un quinto hito; presentamos estas notas del título de la ponencia que son una mirada a lo que fue el origen de las tres ciudades más antiguas de la provincia. Aquellas nobles villas del Rey de España que cierta historiografía sesgada ha invisibilizado en la Historia Oficial de la Provincia. Me refiero a la villas San Miguel de Calbuco, San Antonio de la Rivera de Carelmapu y San Francisco Javier de Maullín; las dos primeras con más de 400 años de Historia sobre cuyos orígenes esbozaremos algunas notas, tomadas de mis propios apuntes de documentos y crónicas recogidas durante los  trajines por los archivos documentales.

1. TERRITORIO y POBLAMIENTO

El  territorio espacial al cual que nos referimos, es el mismo que actualmente conocemos como provincia de Llanquihue.

1.1 Primitivo

La prehistoria en este territorio, arranca  desde el alba de la prehistoria amerindia. Dentro de los linderos del espacio geográfico hoy administrativamente llamado “Provincia de Llanquihue” se encuentra ubicado el santuario arqueológico Monte Verde donde se han encontrado vestigios de que el hombre  ya habitaba estos territorios hace 12.500 A.P., En las costas de nuestra región se amontonan los conchales cuyas datas no enseñan que hace 5000 años los amerindios de la region, recolectores, canoeros y sedentarios, ya practicaban el cocimiento de mariscos usando piedras calentadas con fuego.
La Arqueología y la Antropología nos entregan cada vez nuevos antecedentes de como vivían nuestros ancestros originarios y permiten alargar el período desde donde comienza el principio del conocimiento de la evolución de nuestra sociedad.
A través de los vestigios materiales y la observación de los usos y costumbres que subyacen en el seno de nuestra sociedad, los antropólogos tratan de descifrar como fue el proceso de adaptación de estos grupos humanos al medio geográfico y el proceso de humanización del paisaje de la provincia durante miles de años.

De lo que estamos ciertos es que el actual pueblo mapuche está emparentado con estos primitivos pobladores y representa el elemento humano más antiguo de la provincia.

1.2 Conquista y Colonización Española

En 1492 año de la era cristiana se produce un acontecimiento trascendental para la humanidad: los europeos llegan a América y en menos de 50 años después de su llegada, la presencia de foráneos ya se atisba en la provincia. Hacia 1540 la región de Llanquihue es entrevista por los europeos en el sector de Carelmapu y Maullín desde el barquichuelo de Alonso de Camargo, que fue la primera nave europea en recorrer la costa chilena, desde el extremo sur hasta Valparaíso[1].
Llegaron después desde el norte a la región –a pie a caballo, en barcas-, una oleada de extraños: Estas huestes de intrusos en que vienen Valdivia, Ulloa, Cortés de Ojea, Ercilla, atraviesan los ríos y canales, desembarcan en las playas, se internan y extravían en los montes, suben por las serranías y de paso, exploran y conocen la región.
Luego regresan para quedarse. Estos invasores fundan las ciudades de Valdivia, Osorno, Castro y Chacao. Desde Castro y Osorno depredan a los indios nativos del bordemar desde Carelmapu hasta Puelo, enviándolos a trabajar en los lavaderos de oro y a  los obrajes de las haciendas del norte, despoblando toda la región de Calbuco[2]. 
El trabajo forzado y el despojo de su posesiones precarias, (pero posesiones al fin y al cabo),  de los pueblos de la tierra por los invasores produce virulentas insurrecciones de los indios contra los hispanos. En 1598 el alzamiento de Pelantaru destruye las llamadas “siete ciudades de arriba”, obligando a los moradores de Osorno huir a Chiloé. Desde esa fecha data el origen de Calbuco, Carelmapu y después Maullín y el inicio del repoblamiento de bordemar del Reloncaví.

Al mismo tiempo desde los orígenes de la conquista se ha producido un importante mestizaje racial y se ha formado un sincretismo cultural  que dio origen al hombre y a la cultura indiana que subyace en la zona de Calbuco especialmente en sus manifestaciones religiosas.

En sus orígenes los enclaves militares de Calbuco, Carelmapu y Maullín no fueron más que un área cercada por una empalizada en un lugar estratégico de defensa, donde se encontraban los caserones de la tropa, los fogones y las caballerizas.  Durante más de 200 años estas pequeñas empalizadas fueron siendo rodeadas por caseríos que originaron incipientes villorios. Sobre la vida militar cotidiana en los fuertes existen algunas notas y crónicas que narran las acciones  de los soldados  contra los indios. En las playas de bolones y cascajos de nuestras islas se esfuman las pisadas de los indios antiguos, de los empecinados exploradores partiendo en interminables viajes en busca de enemigos y míticas ciudades espectrales hundidas en las profundidades de la Patagonia o los enfrentamientos contra los invasores extranjeros, especialmente holandeses. El aire trae voces de pretéritos alerceros cargando tablas en Coihuin, Metenmoi, Carinel o  mujeres mariscando en Pucari o la Picuta de Carelmapu.  Ni la Historia, ni la épica, ni la literatura regional han recogido esta rica herencia ancestral tan íntima que guarda las claves de nuestra identidad indiana, mestiza.
Este lento proceso de arraigo y desarrollo poblacional ocurrido en las villorrios, se encuentra presente en la religiosidad que se manifiesta en la construcción de capillas y en los artilugios de madera, barro y cancagua usados en la cotidianidad que nos revelan como era la vida en las pequeñas comunidades.

1.3.- Colonización extranjera


El último eslabón de poblamiento en la región y dentro de los límites de espacio-tiempo de esta exposición, lo constituye la llegada de colonos procedentes de la actual Alemania, cuya presencia y quehacer en la región ha dado origen a una historiografía hegemónica en la provincia. A partir del hito fundacional que significa Puerto Montt han existido, especialmente en el siglo pasado, algunos espóradicos ventarroncitos migratorios de españoles, palestinos, franceses y de otras nacionalidades.

2.- LA FUNDACIÓN DE LOS FUERTES

La fundación de las tres ciudades antiguas  tiene su origen en las consecuencias de la victoria, que en la cuesta de Curalaba alcanzaron las tropas indígenas sobre las huestes españolas. Producto de esta victoria, en el lapso de menos de 5 años “las siete ciudades de arriba” construidas por los españoles fueron asaltadas y arrasadas por los indígenas, borrando todo efecto colonizador en el vasto territorio entre Concepción y el norte de Chiloé.  Al asomarse el siglo XVII el cuadro era desolador: Valdivia, La Imperial y Osorno estaba destruidas. Los habitantes de Osorno debieron abandonar su antes próspera y rica ciudad y huir hacia Chiloé.
La huida de los pobladores desde Osorno hasta Chiloé está narrada por los cronistas, que recogieron los testimonios de sobrevivientes, como una vivida página barroca: Iban “los más a pie, y qual o qual a caballo, sin llevar que comer, cargadas las mujeres de sus hixos, qual se paraba de floxa y cansada y qual se caía en el suelo de ambre. Unas dexaban los hixos, y los soldados de compasión los cargaban, y otras por su flaqueza pedían a los maridos que le ayudasen a cargar, y ubo hombre de estos que llevaba a cuestas tres niños. Era lástima ver a los pobres españoles, gente noble y delicada, caminar a pie y descalsos, con el ato a las rodillas por pantanos y ríos, con grandísima aflicción y trabaxo, comiendo yerbas crudas y tan desflaquecidos que avia día que no marchaba el campo un cuarto de legua”. Salieron también de Osorno  unas monjas conventinas de Santa Isabel las que “descalzas y alegres iban haciendo el camino un poco apartadas de la gente”. Sus alabanzas y letanías zumbaban en los oídos de los esforzados caminantes. “Sacaron algunas señoras de Osorno sus vestidos ricos, sus galas y atabios, y como el camino era largo y penoso los iban arroxando, teniendo por mexor alixerar de carga que verse oprimidas de ella, no haciendo poco en llebarse a si mismas que fue el camino tan trabaxoso y tal el hambre que murieron en él veinte y cuatro personas[3]
La gente se instaló en un fuerte provisorio “llamado Guanauca, donde había algunos indios de paz”[4]. Quien dirigió esta jornada fué el capitán segoviano Francisco Hernández-Ortiz Pizarro[5]. Los españoles  fueron además acompañados en su huida por un número indeterminado de indios mitayos 300 a 800 dicen las crónicas, los cuales se quedaron a vivir en las cercanías de los españoles en las reducciones de Abtao, Men Men y Caicaén.

2.1 El fuerte San Miguel de Calbuco

Seguramente el 8 de mayo de 1603, día en que se celebraba en toda la cristiandad la festividad de San Miguel, Francisco Hernández Ortiz-Pizarro funda el Fuerte San Miguel de Calbuco[6], en el lugar llamado Huito. A los pocos años el fuerte fue trasladado a la isla Caicaén. La historiadora Ximena Urbina dice que el traslado se hizo en 1670, pero estamos en desacuerdo con esa fecha, ya que éste se hizo en forma muy  cercana a la fecha de fundación.
La población militar se asentó en un lugar situado en la parte continental -al parecer el estero de Huito-, nombrado el Fuerte Viejo. Thomas O'Higgins, tío del prócer, quién recogió esta información oralmente en 1797-1798 (Nótese que casi doscientos años después de ocurridos los sucesos) señala que "siendo acosados sus habitantes por los indios bárbaros, se vieron obligados a trasladarse al paraje llamado San Rafael y como aún allí fueron perseguidos con tenacidad", los españoles tomaron el arbitrio de pasar la población a la isla Caicaén donde en el lugar denominado La Picuta construyeron un fuerte definitivo, conocido posteriormente como el fuerte San Miguel de Calbuco[7].
 Uno de los primeros pobladores del fuerte de Calbuco fue don Álvaro Velázquez
quién vino desde Osorno a Calbuco al mando de un "crecido número de indios amigos, muchos de ellos de su propia encomienda" los que se quedaron en el fuerte de San Miguel, dando origen a ésta reducción que luego tuvo protección real[8] .
 Carlos Douglas -comisionado por Robert Fitz-Roy el capitán inglés del barco explorador Beagle- recopiló en 1835 la leyenda que corre sobre el origen del nombre de Calbuco: Cuando el maltratado grupo comandado por Hernández emergió de la humedad de los bosques y divisaron el mar, los indios de la columna prorrumpieron en gritos de "Calfü-có, calfü-có" que en lengua  mapudungun quiere decir Agua Azul [9]
 
2.2. El fuerte San Antonio de la Rivera de Carelmapu

Un mes más tarde en junio de 1603 el mismo Francisco Hernández Ortiz-Pizarro funda el Fuerte San Antonio de la Rivera de Carelmapu, con parte de los soldados desplazados de Osorno. Hay testimonio que Diego de Cárcamo –luego de estar entre los fundadores de Calbuco- estaba en septiembre de ese año destinado en Carelmapu por Hernández  como “capitán para vigilar el mar”. Carelmapu será la sede del gobierno provincial hasta 1643 cuando el fuerte es atacado y destruido por la armada holandesa de Henrick Brouwer. Era un importante puerto de recalada para los navíos que iban y venían a Chiloé, antes de que su bahía se embancara. Hay testimonio de la existencia del fuerte en 1608 cuando arriban los misioneros jesuitas Melchor Venegas y Juan Bautista Ferrufino y son agasajados por el capitán Tomás de Olavarría, el primero quién tuvo la calidad de “Gobernador de Chiloé[10]”.
El fuerte San Antonio de la Ribera tuvo una importante participación durante el período conocido como la Guerra Defensiva, un intento de nuevo trato entre indígenas y españoles impulsado por el sacerdote jesuita Luis de Valdivia. Desde allí instruyó el gobernado Pedraza de Polanco y sus capitanes al sacerdote Diego de Castañeda quién en 1615 realizó un Parlamento de Paz a orillas del salto Pilmaiquén con los caciques Huentemoyu y Machocabra, principales de la región. Fracasada la guerra defensiva, fué el lugar desde donde partían las malocas contra los indios juncos, los cuales eran apresados y vendidos como esclavos en el norte de Chile.
En 1645 el fuerte fue  refaccionado; pero el Gobierno Provincial se traslada a Chacao. Fue hasta esa fecha el centro poblacional más importante de la provincia.
Hay aquí un innegable genio militar en la figura de Francisco Hernández Ortiz-Pizarro el fundador de dos pueblos en la provincia: Primero logra neutralizar a los indios encomendados de las cercanías de Osorno, consigue traerlos como amigos en su huida de esa ciudad y los instala entre los fuertes de Calbuco y Carelmapu en las reducciones de Abtao, Caicaén y Men-Men, formando una estratégica línea de frontera en el norte de Chiloé. Lo que se ha llamado “La frontera de arriba”.

2.3 El fuerte San Francisco Javier de Maullin

Sobre la ciudad de Maullín se ha escrito una serie de referencias sobre su fundación, cual más cual menos errática. Se dice que fue fundado por 1553, otros en 1560, y últimamente se afirma que su data de origen fue el 12 de febrero de 1790[11], pero nadie aclara de donde extrajo esos datos pseudo históricos. Su fundador sería Pedro Ojeda y Asenjo un fascinante personaje que solo existió en la mente del simulador que se le ocurrió esta falacia[12].
En el sector de Maullín existieron desde antes de la conquista dos senderos indios que comunicaba Chiloé con la gente a orillas del rio Pilmaiquén: el camino Cuitì cerca de la costa y el camino Guayuvi que bordeaba las playas. Por uno de estas rutas arribó Pedro e Valdivia hasta el canal de Chacao en 1552. Una vez fundado Castro y Chacao, las comunicaciones entre Osorno y Chiloé se efectuaron por uno de estos caminos. El lugar de balseo era Santa María de la Concepción de Lolcura denominado también “el pasaje” y después “la pasada”. 
Alrededor de 1620, el gobernador de Chiloé, cuya sede gubernamental era Carelmapu, instaló un pequeño puesto de vigías en la ribera sur, en el cerro  Ten-Ten o como sugiere Cesar Sánchez en Pilliquen  a orillas del rio, lugar de difícil acceso y peor geografía para un pronto aviso al fuerte de Carelmapu.
La primera referencia de la existencia de este fortín la encontramos en la declaración que hace Diego Ruiz de la Cuesta sobre su padre el Alférez Real Juan Ruiz de la Ribera del fuerte de Carelmapu quién murió ahogado en Maullín “antes que se edificara el fuerte, en el lugar denominado “la centinela de Maullín”[13]. Juan Ruiz debe haber sido hijo o hermano de Diego Ruiz de la Rivera, capitán del fuerte de Carelmapu en 1612, quien aparece documentalmente en la declaración del cura Castañeda cuando hace su entrada en tierra de cuncos. Hemos estimado la muerte de Juan Ruiz –primer poblador conocido de Maullín- alrededor de 1621, y estimamos que en esa fecha ya estaba instalado el puesto militar en Maullín.
Un antecedente certero de la existencia de un pequeño fortín en el sector del actual Maullín está documentado en el mapa atribuido al jesuita Alonso de Ovalle y fechado en 1644. En efecto en dicho mapa aparecen jerarquizados los fuertes de la provincia de Chiloé. Si observamos atentamente vemos que al norte del canal de Chacao aparece el fuerte de Carelmapu y un pequeño fortín a orillas del río Maullín, se consagra así su existencia documental ya en 1644[14].
Por otro lado el nombre San Francisco Javier de Maullín está asociado al del santo jesuita muerto en Japón y beatificado en 1623, por tanto la advocación del fuerte al santo es posterior a esa fecha y anterior a 1766, ya que ese año los jesuitas fueron expulsados de los reinos de España.

3.- LA VIDA MILITAR Y SISTEMA DEFENSIVO DURANTE EL PERÍODO HISPANO

En fragmentos de crónicas del período hispano encontramos alguna información sobre los fuertes de la provincia.

3.1.-El fuerte San Javier de Maullín:
 
El Gobernador de Chiloé Antonio Narciso de Santa María describe que en 1755 las compañías de soldados “guarnecen todo el año el fuerte de San francisco Xavier de Maullín que esta situado en aquel partido en la altura de 41 grados y 33 minutos de latitud y 39 grados y 20 minuto de Longitud que sirve de frontera a los Indios Juncos, y acogida a todos los del partido de Carelmapu en las sublevaciones de indios, manteniendo en el un destacamento compuesto de un oficial y 15 hombres que alternan de todas  las compañías de 15 a 15 días, cuyo oficial durante su función, es comandante de dicho fuerte y responsable a el, y a las novedades que ocurran de manera que asì la tropa miliciana de este partido, como la demás de la provincia todo el año sirven al rey a su costa y mención y sin mas premio o interés que llegar a ser oficiales actuales, o graduados de su compañía, por lo que el gobernador, y comandante general de la Provincia remueve a los oficialesde tres en t res años y gradúa a aquellos beneméritos, en quienes no halla suficiencia de obtener empleo en propiedad, con lo cual están gustosos y contentos”[15]
Según Berenguer en 1773: Está colocado en las orillas del rio El Peñón y lo guarnecen las milicias de Carelmapu. Tenía figura ochavada, montaba cuatro cañones y tenía las armas y pertrechos suficientes al objeto de su destino. El número de milicias eran dos compañías de infantería y una brigada de artillería que formaba el número de 149 hombres y una de caballería de 53[16].
Hacia 1787 la población de sus territorios aledaños suma unos 1085 españoles. El distrito es denominado también El Amortajado. Moraleda lo describe así en 1789: Esta situado este fuerte en la Costa del Sur del estero de su nombre, sobre una puntilla de arena tan baja que apenas se levanta del nivel del mar tres varas el terreno en que está el fuerte. La figura es la de un hexágono equilátero, Reducido con doce ángulos seis entradas y seis salientes: Su revestimiento exterior es de cuartones y el interior de una pequeña estacada, y no está acabado sino por partes el terraplén entre uno y otro revestimiento: el foso que lo circuye esta algo excavado en partes y lo cierra una estacada simple de la clase las dichas ya.
Su cuerpo de guardia, deposito de pólvora y almacenes de pertrechos son bastantes capaces a proporción y están en buen estado: En los ángulos salientes puede contener 14 cañones aunque hoy no tiene mas de seis, de los calibres de a 8 y de 4 de fierro montados con proporcionadas municiones de guerra para una pronta irrupción de las que le han solido hacer en tiempos anteriores los indios de las cercanías de Osorno y Rio Bueno para quienes sirve este fuerte como de frontera de la Provincia.
Fue reedificado o mas bien hecho de nuevo a principios del año 87  por el capitán Don Antonio de Matta de orden del gobernador anterior. Lo guarnece un destacamento de tropas veteranas mandada generalmente por un sargento y se muda de dos en dos meses de los de San Carlos[17]

3.2.-El fuerte San Miguel de Calbuco:

En sus orígenes la disposición del fuerte no habrá diferido del resto de las construcciones militares del reino de Chile. Por la misma fecha de su instalación, una crónica de la conquista describe los fuertes del reino: "Estos eran de estacas de alrededor (4 metros) de altura del grosor de una pértiga de carro, las que se enterraban en tierra unos tres palmos, en hilera formando el trazado del sitio. Por el interior se colocaban unos palos atravesados llamados cintas donde se amarraban las estacas de la muralla". En la parte interior se construía una muralla más baja a 1,50 metros de la principal, el espacio -entre las dos estacadas- se rellenaba con tierra o tepes. Este terraplén era el camino de ronda de la centinela. Dentro del recinto se instalaban las barracas de carrizo para el alojamiento de la tropa. Algunos de estos fuertes se les abría, circuyéndoles, un foso de poca consideración[18].
El fuerte San Miguel estuvo primeramente en el estero de Huito, el cual era referido por los calbucanos como el Fuerte Viejo. Dice Thomas O'Higgins que acosados permanentemente por los indios, los españoles tomaron el arbitrio de pasarse a la isla de Caicaén donde el fuerte fue edificado definitivamente en el cerrito La Picuta ubicado en la parte N.E. de la isla[19].
A mediados del siglo XVIII se encontraba en ruinas, fue restaurado entre mayo de 1737 y octubre de 1743 por el capitán Carlos Gómez Hidalgo, a la fecha su comandante[20]. Parece que dirigió y supervisó las faenas el alférez Mateo Abraham Edvrad, un inglés convertido al catolicismo, avecindado en Chiloé[21].
La relación de Carlos de Beranguer en 1777 dice que el fuerte se halla situado "al pie de un cerrito o repecho, su construcción es de tierra y madera con poco foso i en su interior los cuarteles y almacenes. Tiene cuatro cañones, pertrechos y armas suficientes para contrarrestar a los indios rebeldes a cuyo objeto está destinado”[22].
En 1787 fue reedificada su estacada exterior por el capitán don Antonio de Mata de orden del intendente Hurtado. En una lista de las obras realizadas bajo su gobierno provincial se lee que el fuerte de Calbuco "se halla...todo refaccionado, concluido y cerrado a toda seguridad... pertrechado de armas, municiones y artillería" [23].
Quién mejor describe el fuerte es el español José de Moraleda explorador que arribó a Calbuco en marzo de 1789. De su Diario hemos extraído lo siguiente: "El fuerte se encuentra situado en la punta N.E. de la isla, sobre unos peñascos, escarpados en la parte del mar y elevado de el, de 13 a 14 (varas)‚ es un cuadrado reducido, con un baluarte entero al N.E. y 2/2 en los ángulos del S.E y S.O capaz de contener 12 piezas (fuera de cortinas) con troneras abiertas en el revestimiento exterior, que es de cuartones de madera, hoy tiene dos cañones del calibre de a 8, cuatro del de a 6, dos del de a 4, uno del de 1,5 todos de fierro y uno de bronce de a 6 onzas para montaña, entre las cuales hay algunos inútiles y tiene montados los 8. Circuye el fuerte, formándole foso una simple estacada. Están en regular estado, su cuerpo de guardia, reparto y almacén de pertrechos, de estos tiene los precisos para un pronto" [24].
Sobre la real capacidad defensiva del recinto militar la opinión de Moraleda es categórica en afirmar que su emplazamiento no tiene ninguna utilidad como fortaleza defensiva. Dice el explorador: "El fuerte dicho no puede guardar otra cosa que su corto recinto, porque a tiro de piedra esta dominado ya por un ángulo de 20° y por otro de mas de 30° casi a tiro de fusil, cuantas embarcaciones quisieran entrar o salir y estar fondeadas fuera de su tiro de cañón lo pueden verificar y también hacer desembarcando a poco mas de 1/2 milla al sur de él, en la punta y playa de Ahecho, en la propia isla de Caicaen"[25].
Todos los escritos que hablan del fuerte calbucano coinciden en señalar que su objeto era contener a los indios rebeldes del continente y la protección de los naturales pacíficos que vivían en las islas. Como elemento defensivo era un recinto vulnerable para cualquier potencia enemiga de España. Por esta razón un proyecto alternativo de defensa de Chiloé presentado por Hurtado en 1786 planteó la supresión del fuerte de Calbuco y el traslado de su guarnición, artillería, armas y pertrechos a Castro para construir allí un gran centro atrincherado. No prosperando el proyecto, Hurtado resolvió refaccionar el fuerte[26].
Durante la guerra de la Independencia Chilena y al iniciar los españoles la Reconquista, el brigadier Pareja embarcó hacia el centro del país un batallón de soldados chilotes pertrechados con todas las armas útiles que había en la provincia, entre ellos parte de lo que había en el fuerte de Calbuco
Entre los años 1817-1826 el general Quintanilla, si bien adiestró y equipó con armas livianas a la guarnición calbucana, no realizará obras de reforzamiento en el fuerte, concentrando sus esfuerzos en la boca del canal de Chacao.
En la época republicana de la primera mitad del siglo XIX, el fuerte sirve de cuartel a la Guardia Cívica hasta la disolución de ésta en Calbuco.
Los terrenos del fuerte fueron vendidos a particulares. Allí se levanta aún hasta hoy la casa de la familia Kappes cuya fachada principal orientada a la marina y al viento ha dado tema para más de alguna leyenda y postal artística. El hundimiento del terreno por causa de los terremotos y el flujo de las mareas destruyeron la pequeña explanada norte y las grandes piedras del baluarte de ese lado fueron extraídas y colocadas en el pretil que unió la isla con el continente en 1965.
El lugar donde estuvo el fuerte es hoy una descuidada plazoleta. En el extremo N.E., sobre un monolito se encuentra un antiguo cañón, que fué extraído en la década del 30-40 por el capitán de Carabineros de la Comisaría de Calbuco de la época, desde el hundido Lerzundi en el estero de Huito. Es el mudo testigode un pasado de más de 400 años de historia[27].
Los fuertes de Calbuco y Maullín fueron inspeccionados y refaccionados en 1787 por el capitán Antonio de Mata por orden del intendente Hurtado quien los encontró “destruidos y arruinados, hechos un ciego monte de arbolitos y herbajos, rendidos los edificios, desechas las explanadas, perdidas las armas y todo en el mayor desamparo”. Maullín que había sido refaccionado a fines de la década del 40 se hallaba todo arruinado. Describe la investigadora Mª Ximena Urbina que “Entonces se comenzó a restablecer desde sus mismo cimientos, se allanó el terreno y se fabricaron dos galpones, torreón, castillo y foso”. Hurtado quería que estuviera dotado con caballos de frisa en razón de ser posición de primera línea ante el enemigo, para servir de puerta de entrada a la apertura del camino a Valdivia[28]

3.3 El fuerte San Javier de Maullín y el Camino Real

A fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, el fuerte San Javier de Maullín cobra relevancia por ser punto de itinerario del camino de la provincia de Chiloé a la plaza de Valdivia.
Ya a mediados del Siglo de las Luces que diversas autoridades plantean la construcción de un camino que uniera Valdivia con Chiloé y también el proyecto de descubrir y repoblar la antigua ciudad de Osorno. Se trataba de integrar el territorio y establecer un mejor sistema defensivo.
Su ejecución no estuvo exenta de tensiones, rivalidades y celo entre las autoridades valdivianas y chilotes y el Virreinato de Lima y la Capitanía General de Chile, tanto por competencias de jurisdicción territorial como por la gloria de obtener un fin que era tanto tiempo esperado conseguir[29]
El camino se construyó desde dos puntos: Desde Valdivia a Chiloé comandada la iniciativa por el gobernador Mariano Pusterla y la dirección del ingeniero Manuel Olaguer Feliu, y desde el sur retomó la iniciativa el intendente Francisco Hurtado.
El 15 de enero de 1787 llegó a Maullín, desde Valdivia, una expedición comandada por Teodoro Negrón, Pascual Miranda, 12 soldados y Tangol, el cacique de Pilmaiquén y otros comisionados por Catiguala, principal de la zona de Rahue.
En una tercera expedición en 1789, Negrón arriba a Maullín con el cacique Catiguala que coincide con la estancia del viaje de Alejandro Malaspina. En una quinta expedición en febrero de 1791 Negrón con 104 presidiarios y 25 soldados, bajo el mando del ingeniero Feliu ensancharon la ruta juntándose en el rio Maipué con la expedición procedente de Chiloé.
Desde Chiloé, el intendente Hurtado despachó dos expediciones: en 1787, al mando de Pedro Mansilla Barrientos, antiguo comandante del fuerte de Calbuco. De la primera existe el fragmento del diario llevado por Mansilla que relata las peripecias de medir a cordel la distancia en leguas desde Loncura hasta el Maipué en pleno invierno.
Correspondió al gobernador Pedro Cañaveral, en febrero de 1791, organizar la apertura y ensanche del Camino Real desde Santa Maria de la Concepción de Loncura hasta el río Maipué o Rio Negro. El camino se ensanchó hasta 8 varas, se construyeron planchados,  60 puentes y se derribaron 40.000 árboles en 72 días de trabajo donde participaron milicianos de Calbuco, Carelmapu y Castro y los indios reyunos de Abtao y Caicaén. Existe un diario de esta expedición comandada por Antonio de Mata, quién murió a causa de una caída del caballo asumiendo la dirección Pedro Mansilla. Comandante del fuerte San Javier de Maullín era D. Francisco Wagner y cura de la iglesia de Carelmapu el misionero fray Diego Lozano[30].
La importancia del Camino Real permite a los colonos de Chiloé llegar a repoblar Osorno, es también la ruta por donde salía el ganado. En las primeras décadas del siglo XIX es recorrido por jinetes y carretas cargadas de productos agropecuarios. Fué calificado por Malaspina como “uno de los (caminos) interesantes de esta América[31]”.
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Este Artículo fué presentado como Ponencia al 5° Congreso de Historia de Puerto Montt. Considerando que PARA VARIAR los trabajos de estos eventos NO SE PUBLICARAN lo dejo para consideración de los seguidores de este Blog, EL AUTOR. Las Notas no se publican para mal rato de los filibusteros y mercaderes de Historia.