por Rudy Orlando Carrasco
En los albores
de la colonización alemana surgió un conflicto de tierras en el territorio de
Melipulli. Cuando Vicente Pérez Rosales, en su calidad de Agente de la
Colonización, daba instrucciones para la
formación de la futura ciudad de Puerto
Montt, se hizo presente ante él un lugareño llamado Enrique Villarroel, quien le
expresó un formal reclamo porque el terreno donde se estaban realizando los
trabajos para emplazar el futuro pueblo era de su propiedad, según el título
que exhibió a don Vicente.
Para el
Agente Pérez Rosales este tipo de problemas no eran del todo nuevo, ya en
Valdivia había tenido serios contratiempos porque él no reconocía la
legitimidad de los títulos que exhibían algunos valdivianos. A su juicio esto era simple apropiación de terrenos
fiscales con el fin de especular en la nueva situación que se presentaba con la
llegada de los colonos alemanes; de tal manera que no titubeó en denunciar ante sus superiores que el “fantasma
de los terrenos fiscales (también) alzó en Llanquihue su inoportuna y descarada
cabeza”.
Pero Enrique
Villarroel no se amedrentó ante la postura rotunda de don Vicente. No aceptó lo
que consideraba un simple atropello y una ilegalidad, por lo que “siguió
adelante y con mayor entusiasmo su obra de poseedor primitivo, bajo el amparo
de la Carta Fundamental de nuestro país, y de las leyes y demás disposiciones
supremas vigentes, que regían en aquel tiempo”, según nos cuenta Belisario
Goycolea.
Pero, ¿qué
decían los títulos en cuestión?
Lamentablemente
no hemos podido, hasta ahora, encontrar dichos documentos. Pero contamos con la
interpretación de don Vicente, quien asegura que “los títulos del tal Chomba,
que bien analizados adjudicaban a su feliz poseedor el derecho de una ancha
faja de terrenos, que partiendo de las aguas del seno del Reloncaví, terminaba,
por modestía, en el desierto de Atacama”. Es decir, una extensión que equivalía
a casi todo el territorio de Chile. Recuérdese que el límite Norte del país
estaba situado en el Desierto de Atacama.
¿Exagera don
Vicente en sus “bien analizados” juicios sobre el caso? ¿Cómo fue posible que
la autoridad competente extendiera semejantes títulos?
Recordemos
que en Chile regía el Estado de Derecho y que fue el estado chileno quien se
comprometió formalmente a respetar todas las propiedades del sur de Chile,
mediante la firma del Tratado de Tantauco, en 1826. Por lo tanto habría que
respetar todos los títulos.
Este
conflicto, que en esos años fue bien conocido, también mereció un espacio en
las crónicas de Belisario Goycolea, como ya hemos visto. Y aún cuando el cronista asume la tesis de
Pérez Rosales sobre el no reconocimiento de los derechos de Villarroel, consigna
lo siguiente: “pero el tal título, como todos los antiguos tenía por linderos
de sur a norte todo lo que la vista podía abarcar, desde las orillas riberanas
hasta las más altas cumbres…”
Detengámonos
en este punto del relato. Está claro que el límite de la propiedad por el lado
Norte no estaba señalado, por cercos, como se supone que debiera ser; sólo dice
que abarcaba “desde las orillas riberanas hasta las más altas cumbres”. ¿Y
dónde estaban situadas las “más altas cumbres” cuando el lugar era observado
desde “las orillas riberanas”? Al tenor del relato de Belisario Goycolea, la
respuesta es clara, el terreno abarcaba desde la playa hasta el borde de la
Tercera Terraza del actual Puerto Montt, lo que nos permite deducir que se
trata de una distancia de un poco más de un kilómetro y medio. Pero también podría
tratarse del borde de la Segunda Terraza, en ese caso la distancia hasta ese
punto desde la antigua playa –sin considerar los actuales rellenos- equivale a
unos setecientos metros aproximadamente. Esa sería la extensión de la propiedad
en el sentido Norte-Sur.
Siguiendo con el
testimonio de Goycolea , nos enteramos que la distancia del terreno en
dirección Este-Oeste, comprendía, “desde el río tal a la punta más saliente…”
¿Cuáles eran
esos puntos, realmente? Goycolea no lo dice, pero bien pudiera tratarse del río
o estero Cayenel por el Oeste y “la punta más saliente” que estaba en el estero
Pichi Pelluco, que en esos años no tenía relleno. Y eso significa una distancia
de unos mil setecientos metros.
Hecho estos
cálculos volvamos al relato, porque allí se nos informa que el título de
Enrique Villarroel “rezaba solamente 20 cuadras”, lo que equivale a unas 30
hectáreas. Y resulta que los deslindes antes descritos, considerados hasta el
borde de la Tercera Terraza, representarían unas 100 hectáreas, pero si se mide
sólo hasta el borde de la Segunda Terraza, el resultado nos indica una
superficie de algo más de 30 hectáreas. Dicho más claramente, nos dà las 20
cuadras que reclamaba el famoso “Chompa Villarroel.”
Respecto a la
forma en que han sido descritos los deslindes de la disputada propiedad, hay que decir que en esos tiempos aquello era
una práctica habitual y que siguió utilizándose durante mucho tiempo aún. Medio
siglo después de la fundación de Puerto Montt en la Capilla de Melipulli,
todavía, los terrenos a orillas del mar se marcaban de esa forma. Los sitios de
la calle Melipulli -nombre que en el siglo siguiente se cambió por Rosselot-
tienen escrituras que indican “la playa” por límite Sur y “hasta la parte más
alta del cerro”, por el lado Norte. Los títulos de propiedades adquiridas en
lugares tan privilegiados como las orillas del Canal de Tenglo, señalaban
límites como “un árbol grande”, en un lugar que todavía estaba lleno de
árboles; o “un terreno fiscal”, donde se supone que casi todo era fiscal, salvo
las propiedades de algunos chilotes que ya estaban establecidos en el lugar.
Grandes
extensiones de terrenos de esta provincia fueron demarcados por “una boltea de
palos”, en tiempo que voltear palos era una faena de todos los días, o por “una
quema”, que también era una actividad que se practicaba a diario apenas las
lluvias lo permitían. La primera propiedad vendida por los Mansilla en la Isla
de Tenglo al colono Hoffman en 1859, abarcaba por el Norte, “desde la marina”,
o sea la playa, “hasta el centro de la isla”.
Es decir, los
límites señalados en el título del terreno en disputa, entre el fisco y
Villarroel, se presentaban de acuerdo a los procedimientos y costumbres de la
época, cuando en la zona no había topógrafos y era del todo imposible levantar
cercos.
En el relato de
Goycolea nos enteramos que “el Chompa” era “leguleyo” y que era un hombre
“ducho y amigo de conservar sus papeles (los) que tenía en una caja de sus
antepasados”. Esto, naturalmente no tiene nada de criticable. Pero revisando
otros antecedentes nos encontramos que en septiembre de 1851 Villarroel se dirigió
al Gobernador de Calbuco, reclamando por la entrada de hacheros en sus terrenos
ubicados en Melipulli, en Chamiza y en Polincay. El Gobernador se declaró
incompetente para tomar medidas en el asunto y evacuó el reclamo al Intendente
de Chiloé, la autoridad máxima de esos tiempos, el 16 de septiembre de 1851, un
año antes que aparezcan los colonos alemanes por estas tierras.
En 1855 sucede
algo que tiene que ver con esta historia. En esa oportunidad la Intendencia de
Chiloé, como lo hacía cada año, envía el listado oficial de propietarios de
tierras del Departamento de Calbuco, a cuya jurisdicción habían pertenecido los
terrenos de Melipulli y el noreste del Seno de Reloncaví, para el pago de
impuestos –“el Catastro” como se le llamaba-. Y el Gobernador responde en esa
oportunidad, que ahora los terrenos de Villarroel ya no pertenecen a su
Departamento y deben pagar impuestos en Puerto Montt.
Pero en el
pueblo recién fundado, el Agente Pérez Rosales no reconoce la legitimidad de la
propiedad del “Chompa”, al menos en lo
que respecta al territorio donde se instaló el pueblo. Sin embargo Villarroel
no se amedrentó “por este percance o gran desengaño, con el que veía frustradas
sus ambiciones, se dirigió a Santiago, contrariando los consejos del Gobernador
y Alcalde de Calbuco don José Ramírez y don Manuel Silvestre Ricardes”, según
Goycolea, quien cuenta que dos meses después de lo anterior, “el Presidente don
Manuel Montt y en presencia de su ministro don Antonio Varas, recibía en
audiencia privada al propietario Villarroel y después de oírlo y ver sus
títulos de dominio, le dijo que no tenía más derecho que a las veinte cuadras
cuadradas, pero que si cuidaba y ayudaba al Agente Pérez Rosales y a los
colonos, le daría una hijuela de terrenos sobrantes para cada uno de sus hijos
varones, oferta que más tarde fue cumplida al pie de la letra”.
¿Qué sucedió
después de esta entrevista?
El padre José
Harter, otro cronista de la colonización, nos informa que en 1857 Enrique
Villarroel entabló un “pleito contra el fisco, sobre los terrenos entregados a
los colonos”. Nada conocemos de los detalles de ese pleito, sólo sabemos que el
31 de marzo de 1868 –once años después- el Intendente de la provincia de
Llanquihue, Felipe del Solar, hermanastro de Vicente Pérez Rosales, informaba
al gobierno lo siguiente: “ Se concluyó el juicio promovido por Enrique
Villarroel sobre propiedad de terrenos que componen la parte sur del
departamento de Llanquihue, los cuales han sido declarado propiedad del fisco”.
Habían transcurrido quince años desde el desencuentro del “Chompa” con don
Vicente Pérez Rosales.
Siguiendo con la
historia, un apunte del padre Harter dice que,
“en 1872 Enrique Villarroel, recibió dos retazos de terreno. El primero
colindante al O. con el río Chamiza y por el N. con el río Bota Piedras; el
otro colindante al E. con el río Chamiza y por el S. con el río Las Animas”.
¿Se cumplían así
las promesas del Presidente Montt? ¿Eran estas las hijuelas asignados a los
hijos de Villarroel? ¿O se trata de una compensación por el terreno
“expropiado” en Melipulli? No lo sabemos, pero Belisario Goycolea afirma que
las promesas del que a estas alturas era ya ex presidente de Chile, se
cumplieron al pie de la letra.
La constitución
de la propiedad de la tierra en la provincia generó conflictos que fueron
advertidos a tiempo por hombres como Muñoz Gamero, Frick, Bernardo Philippi y
Domeyko, este último planteó al gobierno que antes de iniciar la colonización, “la
medida más esencial y urgente es la mensura”, porque no había claridad sobre
los límites y sobre la extensión de las tierras fiscales que se suponían en
gran abundancia. Dijo que “cualquiera sea el lugar donde se trate de establecer
una colonia, hemos de topar necesariamente con propiedades ya ocupadas, con
habitantes pertenecientes en cuerpo y alma a la familia chilena”. Y para ser
más claro agregó: “por todo el territorio hallará el inmigrado, sino caminos, a
lo menos senderos trajinados desde la conquista, y trechos de suelo
desmontado”.
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N. R. Cuadernos de Caicaen sostiene la tesis que el sector donde se instalò la Colonia por Perez Rosales, estaba humanizado desde hacìa una veintena de años. En Tenglo residìa un inspector, hacia 1843 se estaba implementando la escuela de niños de Tenglo, Algunos presos fugitivos eran despachados desde Angelmò a San Carlos, (ya por esa fecha aparece este topònimo documentalmente). En la dècada del 30, un hachero calbucano que acompañò a Muñoz Gamero en su excursion a los lagos partiò desde el lago a las 6 de la mañana, llegò a Melipulli, recogiò las vitaullas y ya estaba de regreso en el lago antes de las 8 de la noche, habiendo transitado -segun Gamero- por el camino entre estos puntos.
¿De cual habrà fumado don Vicho que viò (perdòn), escribio que solo habia selva verde impenetrable.?