AUGUSTO DITZEL, HABITANTE DE LA VEGA DE CALBUCO
Por: JOSE D. MANSILLA ALMONACID
Hay eco de pisadas en la memoria
allá por el pasadizo que no tomamos
hacia la puerta que nunca abrimos
a la arboleda. Mis palabras tienen eco
así en vuestra mente.
T. S. Elliot: Cuatro Cuartetos
1..- LA VEGA
El barrio La Vega de la ciudad de Calbuco tiene la singularidad de haber sido hasta muy avanzada la segunda mitad del siglo XX, el sector de Calbuco cuyos pobladores tenían un marcado sentido de identidad y pertenencia.
Hasta fines de los años 70 del siglo pasado, este espacio ciudadano tenía algo de íntimo, doméstico y secreto; ya que a su territorio físico –delimitado por los barrancos del lado sur de la isla de Calbuco y el mar- sólo se podía acceder por la cuesta de la calle Galvarino Riveros que se precipitaba al distrito. La Vega era entonces una periferia, una exterioridad cuyos habitantes, en general, no se hacían parte ni eran el centro de las decisiones que se tomaban en el núcleo de la ciudad.
Buscando en los fragmentos de la memoria que aun persisten en los antiguos habitantes del barrio, que no han sucumbido al paso del iracundo escultor de la vida, hemos conversado un par de veces son don AUGUSTO DITZEL GUERRERO, actual Presidente de la Junta de Vecinos de La Vega. Don Augusto es un referente de la memoria viva, cuyo relato junto con los recuerdos guardados en fotografías, libros, revistas, documentos, nos han llevado a recorrer las calles Baquedano, Brasil, Bilbao, Pedro de Valdivia y Galvarino Riveros en cuyos espacios están los ecos de las charlas, los juegos, las faenas, los amores, de los habitantes de La Vega y cuyos girones primerizos (de un proyecto de mas largo aliento) presentamos a los habitantes del presente para que se reproduzcan y se mantengan los vínculos comunitarios de ayer junto con la dignidad de quienes hoy conviven y se identifican en este entorno vital.
1.2.- El Entorno Físico:
El barrio La Vega está enclavado en la caleta del mismo nombre. Esta se ubica al lado sur del pueblo. Es una terraza plana que emerge unos 4 metros sobre el nivel de la más alta marea, confinada entre las barrancas y el mar. Sus límites naturales se extienden entre la punta Aichu y el inicio del antiguo camino a Caicaén. Tiene una vía costera: la calle Brasil y dos calles paralelas: Baquedano y Pedro de Valdivia, cortadas por Federico Oelckers, Galvarino Riveros y Francisco Bilbao. La pequeña bahía se mantiene como embarcadero de pescadores. Hace años se construyó un moderno terminal pesquero el cual le da un aire industrial a la caleta. Allí se concentran algunas actividades del depredador sector salmonero. Las viviendas son en general de madera. De algunos de los pobladores y sus descendientes sabemos que habitan el sector de hace más de 160 años.
1.3.-Pequeña Historia
Lugar de recolección y campamento temporal de antiguos canoeros. Usado como punto de abrigo de navegantes hispanos y alerceros. A fines del siglo XVIII, el navegante José de Moraleda pondera la vulnerabilidad del fuerte San Miguel anotando que podía ser dominado por cualquier enemigo que desembarcara en la punta y playa de Ahecho (Ahecho: antigua denominación de La Vega), en la misma isla de Caicaén. Un domingo de enero de 1835 desembarca en las playas de La Vega Bartholomew Sulivan teniente del buque explorador inglés Beagle. Años después hubo un intento fundacional de convertir el sector de La Vega en un gran centro poblacional: Días después del gran incendio de 1853 el intendente de Chiloé don José Rondizzoni visitó Calbuco y sobre La Vega escribió “sensible es que las personas que han edificado no hubiesen preferido hacerlo en el lugar llamado La Vega punto mas adecuado para establecer una población perfectamente delineada..en una hermosa planicie que se estiende como seis a ocho cuadras a orilla del mar…”
Tenemos antecedentes del poblamiento moderno en el sector de La Vega ya en 1856: El vecino José Manuel Pérez poseía un sitio de 88 x44 varas; en 1857 el sacerdote fray Guillermo Guillermi era propietario de una casa; Ramón Gutiérrez, Miguel Raipani, Nieves Nahuelneri y Valentín Villarroel eran poseedores de sitios en La Vega en 1862; doña Jacinta de la Torre vendía ese año una casa y 51/2 cuadras de tierra a Remigio Alcalde. Es decir los pobladores de La Vega cumplieron más de un sesquicentenario desde que sus antiguos familiares se instalaron en el lugar.
En 1870 la caleta y sus bajíos fueron explorados y reducidos a cartas náuticas por el capitán de la Covadonga d. Francisco Vidal Gormaz. A principios del siglo XX se asentaba en el lugar un centenar de personas que vivían de las actividades pesqueras y la recolección de mariscos. Don Belisario Goicolea anotaba sobre La Vega en 1900: “se está formando un pueblecito que se une con el de Calbuco por una avenida bastante traficable”. El sector era durante la temporada veraniega el paseo predilecto para la gente de a pie. Se pasaba el arroyuelo Butaco y se encontraba con una hermosa estancia con árboles frutales y plantas exóticas. También se practicaba un buen comercio de maderas surtidas, las cuales a veces se intercambiaban por “bastimentos” con el antiguo sistema de trueque.
En la primera década del 1900 se instalan en la caleta La Vega dos importantes establecimientos industriales, que de cierta manera determinaron el devenir de los pobladores veguinos; ya que la actividad laboral, las economías y la distribución del tiempo girarán en torno a las fábricas de conservas de mariscos, pescados, carnes y verduras de Jorge 2ª Ditzel y la actividad naviera del armador Carlos Oelckers y su posterior fábrica de conservas “La Vega” a la que se agregaron la Conservera “Butaco” de Soto y Lens y “La Sirena” de d. Juan Klener contribuyeron a consolidar el poblamiento del barrio La Vega. Estos establecimientos mantuvieron su actividad productora hasta 1980, cuando comienzan a declinar.
El barrio ha sido cuna de almirantes, industriales, folcloristas, historiadores, contrabandistas, pescadores, futbolistas, buzos, pequeños comerciantes, pero sobre todo navegantes, obreros de las fábricas conserveras.
2.-DON AUGUSTO DITZEL GUERRERO
Uno de los antiguos habitantes de La Vega quien ha vivido en este lugar toda su vida. Durante 78 años ha visto y vivido el devenir del barrio más hermoso de Calbuco. Nació el 14.11.1932. Hijo de doña María Tránsito Guerrero avecindada en La Vega –longeva señora que vivió 113 años- y Jorge Ditzel.
Recuerda que para la época del gran incendio de 1943 asistía a la escuela teniendo como compañeros de curso a Hugo Cabrera, Antonio Moneva y como profesores a D. Raúl Gómez y d. Gustavo Torres. Según le contaba su madre, cuando el nació, los antiguos conventillos de calle Baquedano, construidos por Jorge Ditzel para sus trabajadores, ya existían.
“El viejo Ditzel comenzó con una herrería, después instaló una fábrica y un molino. Los motores se los compró a Emhardt quien tenía una pequeña usina eléctrica con la que daba luz a algunos puntos del pueblo”.
Cuando d Augusto terminó la preparatoria en la escuela comenzó a trabajar como pescador con su hermano Honorio. El producto de la pesca, especialmente sierras y pejerreyes lo entregaban en la fábrica “La Sirena” de d Juan Klener. Esta fábrica como casi todas las de su tipo era un gran galpón de madera. Estaba ubicada en la punta Aichu.
”Por entonces me entusiasmé para ir a trabajar a Las Guaitecas. Era tanta la fama que corría, que me enrolé como cocinero con el buzo Albino Parancán”.
Cada equipo de buceo lo componían 5 personas: el buzo, que se sumergía en las profundidades para extraer el marisco, 3 marineros, uno a cargo de los remos, otro que le daba vueltas a la máquina neumática con la que se le enviaba aire al buzo a través de la manguera y un tercero que estaba atento a los dos cabos que venían desde el fondo marino: uno con el que se amarraba el buzo para su bajada e izaje, con el cual el buzo mandaba señales al bote y otro con el cual se subía el canasto de mariscos cuando estaba lleno. Completaba el equipo un cocinero, que generalmente era un muchacho.
“Nos embarcamos en el Taitao. Las chalupas se subieron al barco y navegamos durante 3 días y 3 noches, hasta Puerto Aguirre. Desde ese lugar nos fuimos a remo en un largo dia de viaje hasta Pikal.
Con la chalupa llena de vituallas buscamos un puerto bueno y allí levantamos una rancha, con calaminas, los camarotes a los lados, un fogón al centro y la cubrimos de ramas.
La temporada de trabajo duraba hasta 6 meses, desde fines de enero a junio, con todo el rigor del invierno. Se extraía principalmente choros zapatos los cuales se acopiaban, apozándolos. Cada tanto tiempo las lanchas motorizadas de Calbuco pasaban a recolectar la producción que era una entrega de 40 a 60 sacos. Una de ellas era “La Porota” de la Empresa Frías Gajardo. En esa temporada don Cornelio Parancán, buzo guaitequero, compró la fábrica “Los Canales” a Frías Gajardo, incluida “La Porota”.
“Cada mañana salía el buzo y los marineros a las inmediaciones del campamento a la recolección de mariscos; el cocinero entonces quedaba solo, en la inmensa soledad de las islas. Recuerdo días tan grises en que casi no se veía la luz. Las primeras semanas eran de temor porque los novatos no sabíamos que encontraríamos. Por las noches se escuchaban bramidos, truenos, aullidos lejanos y grandes y pesados cuerpos que se precipitaban al mar, cuyos sonidos quedaban reverberando en el espacio. Ahora sé que eran los grandes glaciares que se rompían”.
De vuelta a Calbuco, continuó con sus labores de pesca, especialmente el pejerrey, el cual se cogía en el estero de San José de Quihua y que entregaban a las fábricas de conservas por cajones.
Por 1950 ingresó a trabajar a la fábrica de la sucesión Jorge 2ª Ditzel. Poco después la fábrica se incendió quedando como administrador don Guillermo Bórquez. Desde ese lugar embarcó en la “Cocosa”. Sus compañeros de navegaciones y regresos fueron “Chagüita” y Lisandro Vargas, más conocido como “Rollete”, con quienes por más de tres años singlaron por Contao, Rolecha, Llanchid.
Un día saltó a tierra y se fue a trabajar a San Rafael en la fábrica de don Tomás Utoff. Esta fábrica fue adquirida por la Conservera Cambiazo, de la zona central, y pasó a ser de un simple galpón como eran todas las conserveras a un moderno establecimiento. Sus administradores fueron Hugo e Iván Zambelli. Allí se desempeñaba como mayordomo d Carlos Muñoz.
Para entonces don Augusto se había casado con doña Carmen Rosa Andrade, en cuyo matrimonio tuvo 7 hijos: 4 varones y 3 mujeres. En su vida como operario de las fábricas conserveras calbucanas desempeñó todos los oficios: operador de la máquina tapadora de tarros, fogonero y mantenedor de la caldera, entre otros. En 1964 ingresó como oficial administrativo del Estado, en el Servicio de Seguro Social, hasta 1980 que la oficina se cerró. Don Augusto jubiló y se retiró. Su última comisión, que duró 13 años fue embarcarse en una de las lanchas de la sucesión Jorge Ditzel.
Entre las funciones ciudadanas, que le ha tocado participar destaca su participación como Bombero Voluntario de la Primera Compañía de La Vega donde ingresó el 09.08.1957. En ese puesto de servicio público gratuito fue distinguido en Santiago como Bombero Insigne.
Don Augusto recuerda el gran espacio de sociabilidad que en la década de 1950-1970, fue el Cuartel de Bomberos de la calle Baquedano. Allí se efectuaban los eventos que amenizaban las fiestas, y era el lugar de encuentro donde la gente del barrio se encontraba; para beber un trago, escuchar la “bandita de Carlinhos”, Argentino Ledesma o bailar un corrido mexicano de pared a pared con alguna de las señoritas que asistían a los bailes.
Actualmente don Augusto es Presidente de la Junta de Vecinos de La Vega:
“Era un barrio muy tranquilo, de gente trabajadora, esforzada. Vecinos como Hilda Pérez, Yola Stormi, el pastor don Cloro Soto, Santiago Ruiz, su hija Juana, Sara Llancapani, Pedro Gallardo, La Jovina, Doña Olfa Soto Mansilla, Delfina Huenante, doña Carmen Mansilla, doña Rafaela Soto, Emilio Huaiquin, Rufino Almonacid, El Robi. Tantas personas que alegraron el barrio, la calle Baquedano, la avenida Brasil; las pichangas de fútbol en la Pampa. Tanto niño jugando alegre en la calle, las niñas a la ronda, saltando el cordel, al luche y los niños al trompo, al volantín, al zuncho, al trompo, a las bochas. Y tan pronto creciendo trabajando en el desconchado de mariscos en las fábricas, o halando los remos.
Es notorio que en el barrio La Vega aún permanezcan viviendo en las mismas casas los herederos de los antiguos pobladores; y algunos que un día se marcharon, regresan para quedarse”.
FOTOGRAFIAS: 1. AUGUSTO DITZEL, 3.- LA VEGA AUTOR: JOSE D.MANSILLA ALMONACID
2.- LA VEGA: AUTOR MANUEL LOPEZ, 4.- DONADA AL AUTOR POR D. A. DITZEL
(PROHIBIDA SU REPRODUCCION)