JOSE D. MANSILLA ALMONACID
El 30 de enero de 1710 el vigía de Llaicha alertó al capitán de la guarnición de Calbuco que desde el sur venían ocho embarcaciones que se dirigían al fuerte militar.
Llegados a Calbuco fueron reconocidos como indios chono que en número de 166 individuos deseaban parlamentar con el Cabo de Calbuco.
Miguel Cheguapillán, jefe de estos aborígenes -nómades del mar- informaba que, de su voluntad, deseaban ser instruidos en la fe católica, recibir sus sacramentos y vivir y avecindarse cerca de los españoles.
El capitán del fuerte, Alejandro Garzón se trasladó con el cacique y algunos principales al puerto de Chacao a informar y pedir instrucciones al gobernador de Chiloé, don Lorenzo de Cárcamo. Este los recibió con gran afecto de su parte agasajando a los indios y autorizándoles para habitar en las cercanías de los españoles.
Estos aborígenes chono que habitaban los archipiélagos de las Guaitecas y los Chonos al sur de
Era por lo tanto de gran interés que tantos aborígenes, en este reino de Chile, de su voluntad, quisieran reducirse a vivir en paz con los españoles, ofreciéndose además querer ser vasallos del rey.
El sacerdote Juan de Uribe, cura y Capellán del fuerte de Calbuco, les obsequió la isla Guar que estaba deshabitada, para que se instalaran allí. Ayudados por el gobernador Cárcamo y el padre Uribe, quiénes a pesar de su “corto caudal”. comenzaron a levantar sus tolderías y chozas en las cercanías de Alfaro, en Guar.
Ese mismo año de 1710 el Provincial de los jesuítas, el padre Gonzalo Covarrubias –considerando el número de aborígenes y que eran “muy tratables y dóciles”, que no practicaban ritos paganos, eran monógamos y pocos dados a la embriaguez- solicitó la erección de una misión evangelizadora que debía ser atendida por los jesuitas. Ya los superiores de
El primero de marzo de 1714
El padre Cubero hizo otros viajes a los archipiélagos australes trayendo consigo otros indios a la isla, quienes sabiendo del buen trato que se les dispensaba, querían residir en Guar. La isla se hizo estrecha para contenerlos. Hizo Cubero entonces un arrojado viaje en canoa hasta la ciudad de Concepción acompañado de 30 chonos.
El objetivo era ver al presidente Ustáriz para mostrarle los progresos que los indios habían alcanzado en su fé y solicitar nuevas tierras para los indios. Ustáriz les hizo merced de otras dos islas. Sin embargo los superiores de
La exoneración de Cubero, el traslado del primitivo asiento y la imposición de un estilo de vida sedentaria a que ahora estaban sujetos fueron algunas de las causas de que la mayoría de los chonos desertaran y continuaran su vida nómade deambulando por el archipiélago chilote en busca de sus propios horizontes.
Ya en 1718 la misión prácticamente ha desaparecido. La matrícula de la misión circular jesuita del año 1735 señala que sólo 9 familias chonos residen en Guar.
Un grupo logró asentarse definitivamente en la isla Chaulinec donde eran adoctrinados por los hijos de Ignacio de Loyola. Otros terminaron por mezclarse con los aborígenes chilotes en mestizaje y el resto regresó a sus antiguos parajes ayseninos de fiordos, canales, lluvias y ventisqueros.
Cuando en 1767 los jesuitas fueron expulsados del reino de Chile, desaparece definitivamente
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