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domingo, abril 26, 2009

CALBUCO Y EL MAR


CALBUCO Y EL MAR

JOSE D. MANSILLA ALMONACID
Historiador


Las islas y costas continentales calbucanas tienen su destino atávicamente unido al perpetuo rumor del mar. La Historia de los golfos profundos de Ancud, Reloncaví y los pasajes marítimos está intrincadamente enlazada con la Historia de Calbuco, la ciudad de los Cuatrocientos años.


En los orígenes del poblamiento insular, los hombres llegaron en sus precarias embarcaciones en su deambular por las costas o merodeando las playas en busca de recursos. En el mar interior que llamaron Ancud, Calbuco, Reloncaví, Guafo encontraron una geografía más hospitalaria que aquellas costas que enfrentan el mar abierto.


Se transmitieron por herencia la sabiduría de la navegación, grabando en la mente las rutas y las estrellas para alcanzar los piélagos, nombrando cada puntilla, canal, islote o bajío. Los archipiélagos acogieron al hombre que permaneció en ellos pesar de los vientos y el cernidillo constante.


Pasaron miles de años, porfiadamente las olas lavaron y amontonaron guijos en las playas.

Calbuco es entrevisto por los invasores españoles cuando el poeta Alonso de Ercilla arriba al Reloncaví o golfo de Calbuco. En su poema La Araucana describe las islas y navega entre ellas, instalando la descripción geográfica del archipiélago calbucano en las páginas de la literatura universal.


Una apacible madrugada de un domingo de octubre, en el marco del 1er Seminario de Historia de Calbuco, con el mundialmente famoso patrimonialista Don Hernán Montecinos -quién quería ver el amanecer en Calbuco- contemplábamos desde La Picuta la magnífica guirnalda de cerros y volcanes de la cordillera que se alza sobre el agua y las islas, frente a Calbuco. La conversación giraba en torno a Braudel y su concepción histórica sobre la mediterraneidad; concluyendo -muy a priori-, sobre su aplicación en nuestro mar calbucano, chilote:


También por estas rutas marítimas, su borde costero y las crestas de sus olas, empujadas por el viento, volaban raudas chalanas cargadas de papas, carbón, leña, mariscos. En tiempos prehispánicos los poyas cordilleranos en caravanas de llamas bajaban hasta Ralún cada verano para comerciar con chonos y huilliches. Intrépidos buscadores de míticas ciudades perdidas en las profundidades de la Patagonia surgen desde Calbuco para remontar los pasos cordilleranos frecuentados por indios vuriloches. Los indios reyunos de Caicaén y Abtao, navegando en sus piraguas conducen misioneros, se instalan con un fuerte en Aysén en la Isla Tenquehuén, navegan hasta Valparaíso para reclamar sus derechos pisoteados; recorren todo Chiloé en la recolección de los tributos al Rey.

Son remeros calbucanos la avanzada que explota los alerzales continentales, remolcando los tablones hasta las playas de Calbuco, fueron boteros calbucanos los que inician el repoblamiento del piedemonte costero andino en los potreros de Ralún, Hualaihué, Contao, Rolecha, Llancahué. Fueron avanzads de calbucanas los que se instalaron en Melipulli, mucho, mucho antes de la colonización alemana. Las lanchas veleras conducen los productos agromarinos a Ancud, Puerto Montt. Los piratas antiguos y modernos evolucionan en sus costas. Hay reyes del alerce, ciprés. Los alerceros calbucanos remontan el río Lenca, Chamiza, Puelo. Los "gatos" guarunos ayudan en las exploraciones hidrográficas de Vidal Gormaz en el sector continental.


Cuando llega el ciclo conservero, lanchas y chalupas cargadas de cholgas, piures, locos, sierras viajan desde las Guaitecas a Calbuco. Barcos cargados de abono calizo parten desde Calbuco para nutrir las tierras flacas de otras latitudes. Después vendrán los cultivos marinos de cuelgas, los criaderos de salmones, etc. Sin dejar de citar el esforzado trabajo de decenas de pequeños armadores de lanchas que hacen el cabotaje entre las islas, la ciudad y el continente.


En este apretado recuento se nos quedan en el flash de la memoria algunos nombres y hechos:
El armador Ditzel, la Historia de la barca Tinto, los lanchones de las conserveras: Jorge II, La Vega I y II, La Ines, las lanchas Dalmacia, Nelson, Mercedes, Auristela, las veleras de los Loncones, el Dalcahue, primer barco factoría de elaboración de conservas que estuvo en Puerto Aguirre, de propiedad de Mateo Cabrera. La esforzada vida de los buzos calbucanos en las Guaitecas: los famosos guaitequeros, los pescadores artesanales, los balseros de la Punta Blanca y San Antonio, Carelmapu, los mariscadores del banco de Pucari, el Rosario, el bajo Corvio.


Para cubrir el período de más de cuatrocientos años el recuento es largo y siempre queda algo en el involuntario olvido. Esta historia del mar calbucano es la que falta por contar. Apenas existen unos o dos trabajos sobre el tema. Gallardo ha escrito sobre los arquitectura naval y Vivar la llegada de los pescadores de la V Región a Calbuco. Pero falta enfrentar el tema, en su aspecto social, económico, el fenómeno cultural de la sobrevivencia de Calbuco gracias a la explotación de su mar, la terrible contaminación ambiental producida por la sucia industria salmonera. He ahí un gran tema histórico, que tal vez se pueda enfrentar colectivamente por los historiadores calbucanos, con un marco teórico bien orientado.

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