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lunes, octubre 04, 2021

CAMINOS DE LA PROVINCIA DE LLANQUIHUE - SIGLO XIX - 1

 

Las Vías de Comunicación Terrestre de  la Provincia de Llanquihue en la Segunda Mitad del siglo XIX[1]

                                 Autor:  José D. Mansilla-Utchal Almonacid

                                     PARTE I

  INTRODUCCIÓN

 A fines del invierno de 1877 un grupo de hombres pernoctaba en el Salto del Thraiguén, en las márgenes del río Maullín en un improvisado cobertizo que apenas los protegía de los frecuentes aguaceros.

El ingeniero don Juan Agustín Becerra, severamente enfermo, y el comisionado don Joaquín Larraín trazaban el derrotero recorrido en un humedecido plano a la luz de las velas.

La jornada ha sido ruda: han viajado desde las alturas de Cayenel y durante más de dos semanas han explorado un terreno montuoso guiados por las vagas noticias que recogían de los postreros y dispersos vecinos rurales, sobre la dirección en que se encontraba Puerto Toledo.

Los peones del equipo avivan una fogata mientras preparan un puchero en un caldero de fierro. Con ellos está Remigio Cárdenas el baquiano punta de lanza encargado de treparse a los altos tepuales, otear el horizonte  del infierno siempre verde y encender fogatas en diferentes puntos para señalar el rumbo.

El objetivo de estos pioneros es cumplir con el encargo del Intendente de la Provincia: Trazar una senda de penetración en la selva para la construcción del camino desde Puerto Montt a Maullín[2].

He aquí una de las escenas pictóricas de la historia que narraremos hoy: Los caminos de la provincia de Llanquihue.

Lago Llanquihue (Pissis)

  Los centros urbanos de la provincia hacia 1870-80

 Consideramos como centro urbano la concentración de personas que establecen sus viviendas en un determinado lugar geográfico, dando existencia a un foco administrativo, productivo, comercial, con reglamentación del suelo, el establecimiento de límites y la ordenación global de la vida social. Hacia 1870 cumplen medianamente estos requisitos los cuatro lugares que hemos citado y que son estimados urbanos por los representantes del vecindario y las autoridades centrales del país.

Hacia 1877 Puerto Montt casi cumplía 25 años desde su fundación y la ciudad se había convertido en el más importante centro poblado de la región gracias al privilegio otorgado en 1861 de ser la capital provincial y el trato preferencial que le otorgaba el poder central, gracias a la influencia de Vicente Pérez Rosales quien había convertido el puerto recién creado en un coto de caza para la colonia alemana.  Se sabe por informes del Gobernador Departamental de Carelmapu que Pérez Rosales dio instrucciones para que los barcos que hacían cabotaje desde Valparaíso a Puerto Montt no recalaran en el Puerto de Calbuco.

Al tiempo de fundarse Puerto Montt y la posterior creación de la provincia de Llanquihue quedaron incorporados a su territorio jurisdiccional los centros urbanos y sus territorios aledaños de Calbuco, Carelmapu, Maullín y Osorno[3]

La visión que tenemos de estos poblados en la segunda mitad del siglo XIX, según los testimonios de los viajeros es la siguiente:

 San Miguel de Calbuco:

  Situada en la isla homónima, la villa era un caserío de madera, de construcción simple, de techos de dos aguas, colocadas desordenadamente y sin pintura exterior cuyo aspecto grisáceo infundía cierta tristeza en el viajero[4].

Frente a la plaza principal estaban las ruinas de la iglesia parroquial abandonada desde 1861, por la caía de un rayo que había destrozado su frontis.

Otros edificios importantes eran: La Gobernación, el cuartel de cívicos, una pequeña y destartalada cárcel inhabitable en 1880, una estafeta de correos, un juzgado de 1ª instancia, un establecimiento del estanco, una notaria, una tenencia de aduanas y varias casas comerciales muy alicaídas.

El desarrollo urbano, la ejecución de obras públicas viales, refacción de calles, etc., era mínima por el escaso presupuesto municipal y la casi nula inversión del Estado.

Como obras de adelanto, alrededor de 1880, se había terminado de construir la escuela Nº 1 de hombres, en reemplazo de la que se había incendiado en 1874, y un muelle marítimo de 16 metros de largo y 7 metros de ancho por 2 metros de altura en su parte más alta, que sólo prestaba utilidad en la pleamar. Su población urbana en 1854 era de 410 habitantes. En 1895 esa cifra había subido a 529 habitantes.

 San Antonio de Carelmapu:

  Lugarejo situado al noroeste del canal de Chacao. La población se situaba al pie del cerro La Picuta, al borde de un ribazo, en la bahía de su nombre.

Contaba en 1873 “con una iglesia de madera, de tres casas pequeñas del mismo material y de dieciocho viviendas techadas con paja coirón, la mayor parte del año deshabitadas”[5].

El pueblo tenía una ancha calle en sentido NNE a SSE, que remataba en el frontis de la iglesia. La vía estaba toda cubierta de arena movediza a causa de la progresiva acción de las dunas que invadían al pueblo.

Debía su existencia, mas que nada, por ser santuario de la Virgen de la Candelaria: devoción que concentraba anualmente a miles de fieles en el poblado cada 2 de febrero que hacia 1870 concentraba mas de 200 balandras en el puerto[6]; y por ser lugar de balseo hacia la isla grande de Chiloé. Su población en 1865 era de 150 habitante y en 1895 tenía 438 habitantes.

 San Javier de Maullín:

 El pueblo estaba asentado en una hermosa campiña algo arenosa de terrenos planos que terminaban en la falda N del cerro Tenten y limitado por el Norte con la ribera austral del rió Maullín a unas 5 millas de su desembocadura. Contaba en 1873 con unas 45 casas implantadas en la arena suelta que se alineaban en dos calles: Una principal que corría de E a O y otra transversal de N a S.

La calle longitudinal se bifurcaba en su medianía donde estaba construida la gran iglesia rodeada de corredores que por sus bajos y prolongados aleros parecía –según decir de los lugareños- una pava abrigando sus polluelos[7].

Tenía dos escuelas: una de niños y otra de niñas. Funcionaba un estanquillo, una estafeta de correos y una cárcel pequeñita que terminó derrumbándose de vieja. Al igual que Carelmapu estaba amenazado por el implacable avance de las dunas.

Por el lado oriental cerraba la ciudad el río Cariquilda y por el occidente el cerro Pichi Tenten separaba la villa de los arenales del Pangal. Dice un viajero que “algunas velas desplegadas al viento por las balandras de tráfico daban animación a esas vías naturales” y pequeños cultivos y algunas chozas campeaban entre los collados y las praderas[8]

Su población en 1854 era de 344 habitantes y en 1895 ascendía a 760

Estas tres villas datan su origen desde el período hispano en la región, teniendo su origen en antiguos fuertes construidos por los españoles. Calbuco y Carelmapu datan de 1603 y los maullinenses fijan su primer hito o fundacional en 1553.

 San Mateo de Osorno:

 Fundada en 1558, la ciudad fue arrasada por los indios después de la victoria indígena en Curalaba, fue abandonada por los españoles y destruída por los indios en los primeros meses de 1603. El gobernador de Chile don Ambrosio O’Higgins oficializó su repoblación en enero de 1796.

Hacia 1860 aún presentaba “un triste aspecto de desolación”. La mayoría de sus habitaciones eran simples ranchos debido a que los propietarios de mayores recursos tenían sus casas en sus respectivos fundos”[9]. “El plano de la ciudad era el mismo que tuvo desde la repoblación”[10]

La población tenía 134 casas, un cuarto, un convento, un cuartel y cárcel una iglesia matriz, 6 ranchos y dos quintas.[11]

Contaba con 7 calles de N a S y 5 de E a O. En estas 35 manzanas se distribuía una población de 981 personas. Los paseos públicos eran una plaza, el puente del río de las Damas y un terraplén cercano a dicho puente, donde se efectuaban las carreras de caballos[12].

La población de Osorno en 1895 era de 4.667 habitantes.

 ***

Las villas de Calbuco, Carelmapu y Maullín están enlazadas con la ciudad de Ancud y Puerto Montt, el primero donde se comercia principalmente y el segundo de donde se depende administrativamente.

La comunicación entre las ciudades y poblados se hace preferentemente por mar. La escasa producción excedente –aparte de la madera- que resulta de la economía de subsistencia y autosuficiencia  precaria de las familias chilotes se transporta de los lugares de producción a los centros poblados principalmente a través de las piraguas y balandras.

Osorno comerciaba principalmente con Valdivia de cuya provincia dependió hasta 1861. Con Chiloé se relacionaba a través del puerto de Maullín.

La iniciativa de los gobiernos de Bulnes y Montt de incentivar la economia nacional y la incorporación de vastos territorios a la producción agropecuaria e industrial tiene su caso específico a través de la colonización alemana en la región de Llanquihue. Factor importante fue la fundación de Puerto Montt. La ciudad se convirtió en el núcleo de cohesión y de atracción más importante para el área periférica o los centros urbanos de menor jerarquía.

Para establecer el contacto permanente entre el núcleo y las periferias y a través de ella (entre las periferias) se establecen vías de comunicación terrestre cuya construcción, mantención y habilitación de caminos de itinerarios más cortos y viables entre los poblados.

Con ello se busca promover el desarrollo económico, relacionar los lugares de producción con los centros de consumo, o con los centros de acopio para su exportación.

En estas notas reconstruiremos la evolución de la nervadura caminera de la provincia de Llanquihue entre 1850 y 1900 y su impacto e importancia en el desarrollo regional.

Revisaremos: los itinerarios, el sistema constructivo, la mano de obra empleada, la acción gubernamental a través de la planificación y asignación de recursos, la injerencia de los vecinos y particulares en la construcción de caminos y haremos un recuento de las mercaderías que circulaban por estas rutas y la visión pintoresca que tenía el viajero al recorrer cada uno de estos senderos.

 Los senderos aborígenes.

 Desde el alba de la historia americana que ya el hombre había hollado los paisajes de los territorios de Llanquihue. Su presencia esta improntada en los sitios arqueológicos de Monteverde que data según los arqueólogos de hace 12 000 a.n.e.

El lento proceso de desarrollo de adaptación de miles de años al medio de estas comunidades y la humanización del paisaje de estas regiones es una suerte de conjeturas.

Hasta la llegada del conquistador español no existe un núcleo de cohesión determinado, sino débiles atisbos  de sedentarización de los grupos que ocuparon estos territorios y archipiélagos. ((Vásquez de  Acuña p.7). Para las comunicaciones entre las etnias y con grupos humanos distintos, hubo una rudimentaria red de senderos, que servían además para acceder a los lugares de caza, pesca y recolección.

Desde los inicios del poblamiento los antiguos habitantes se sirvieron de los senderos naturales siguiendo como derrotero las orillas del mar.

Para poblar y comunicarse entre las islas usaron de embarcaciones.

Establecer con certeza cuales eran las antiguas rutas que usaban los naturales para la recolección o la caza, así como para sus contactos humanos, donde intercambiaban productos y objetos “será quizás para siempre un juego de suposiciones”, dada las condiciones naturales  de la zona, donde es escasa la preservación de vestigios que permitan su reconstrucción arqueológica.

Sin embargo, algún esbozo de trazado por los senderos o pasajes naturales debe haber existido; los cuales fueron usados por los exploradores españoles: de Francisco de Villagra se dice que recorrió todo el Reloncaví y que habría atravesado la cordillera andina llegando hasta el río Limay. De igual modo García Hurtado de Mendoza regresó al norte después de incursionar por las cercanías de Estuario por un camino menos fragoso que el de su venida al archipiélago calbucano.

Por estas rutas deben haberse realizado  contactos transculturales especialmente trueques e intercambios de mercaderías.

En las excavaciones hechas en los enterratorios y conchales se encuentran puntas de proyectiles de obsidiana y/o cuarzo, materiales que no se encuentran en las playas de bolones o cascajo del bordemar occidental y que nos plantean la posibilidad que por alguna ruta marítima o terrestre llegaban estos materiales a los habitantes de los parajes calbucanos.

Por esta rutas  circulaba el pescado que los costinos regalaban a los indígenas del interior …”y en los cabíes que están en la costa del mar que se toma mucho pescado la cual comen y dan de balde a los de tierra adentro  dice Goicueta.

También  algunos cronistas señalan que los indios poya bajaban desde las pampas de la otra banda de la cordillera para comerciar con los indios del Reloncaví. En el sector de Puelo sabemos que existía una gran concentración de indios. Algún tipo de feria o encuentro festivo ritual no conocido habrá ocurrido con este motivo, especialmente en la estación del verano en estos lugares.

Los principales senderos terrestres habrán sido las playas, camino abierto, costero, que orillando el estuario y seno de Reloncaví llegaría hasta el canal de Chacao.

Otros incipientes derroteros partían desde Carelmapu hacia Maullín hasta el sector de Los Llanos y el camino hacia Nahuelhuapi por el paso de los vuriloche.

Como dato ilustrativo tenemos la noticia de Cárdenas quien dice que los aborígenes sorteaban las dificultades de los caminos atravesando palos sobre los riachuelos o pasos pantanosos: el cui-cui o facilitándose el ascenso a través de escalones en los troncos: los huidepu. (Cárdenas Los Chono y los veliche de Chiloe pp. 202)

 Los caminos durante el período hispano:

La región de Llanquihue es entrevista por los europeos desde el sector de Carelmapu y Maullín. Mas de algún sorprendido aborigen habrá visto desde el cerro la Picuta pasar la gran embarcación de Alonso de Camargo en 1540, rumbo al norte. Seguramente habrá pensado en malos presagios. Por el norte llegó después una oleada de extraños: Valdivia, Ulloa, Cortes de Ojea, Ercilla, Hurtado de Mendoza, Villagra: atraviesan los ríos, remontan las serranías, desembarcan en sus playas, se extravían en sus montes su meta: Buscar el estrecho y luego las riquezas ignotas.

Finalmente llegan para quedarse:  fundan enclaves en Valdivia, Osorno, Castro y Chacao. Desde Castro depredan cuanta mano de obra encuentran en la región de Purailla, Puelo, y Cunco enviándola a las minas del norte.

Por las antiguas rutas indígenas –cerradas a los primeros invasores- establecen un camino que une Concepción con Valdivia con Osorno, la Villarrica y Chiloé. 

Luego de fundado Castro y Chacao el sendero desde “la orilla norte del Canal de Chacao y la ciudad de Osorno comenzó a ser cada vez mas transitado”[13].

Diego de Ocaña, dice en su relación que desde Valdivia se va a la ciudad de Chiloé por un camino distinto al que conduce a Villarrica[14].

Luego de la refundación de Valdivia en 1645, se hizo necesario un camino de comunicación con Chiloé, pero sólo hasta el siglo XVIII no se iniciaron los trabajos que terminaron con una mediocre vía a fines de este siglo (XVIII)[15].

Después de la pérdida de Osorno y las demás “ciudades de arriba”, el extenso territorio conocido como Los Llanos quedó abandonado de españoles y las comunicaciones interrumpidas por el peligro que significaban las tribus belicosas[16]

 El Camino Real

 “Durante el siglo XVIII la comunicación continental entre Chiloé y el norte de Chile quedó virtualmente interrumpida después del arrasamiento por los indios de las ciudades de arriba” “La refundación de Valdivia no significó un adelanto en este aspecto” y se siguió prefiriendo la comunicación marítima. Aunque subsiste el proyecto de hacer un camino que permitiese el paso rápido de socorros militares y también la ocupación de espacios vacíos y la instalación de población dentro de estos territorios dominados por os indios, que quedarían más controlados. Así sería más fácil el transporte de ganado y mercaderías para el trueque entre estos dos puntos[17]

Ya en 1721 el Cabildo de Castro solicitaba el restablecimiento de la destruída ciudad de Osorno, “eslabón  que faltaba en esa trunca cadena de poblaciones entre Valdivia y Chiloé” 

Diversas gestiones se realizaron en este siglo para abrir el camino y poblar la arruinada ciudad: expediciones a Los Llanos, tratos con los indios, penetración pacífica en territorio aborigen. En octubre de 1788 partió una avanzada de Valdivia provista de hachas que logró trazar una senda desde ese punto hasta el fuerte de Maullín, a donde llegaron el 15 de enero de 1789.

Esta senda, que se fue ensanchando y reparando fue conocida como el Camino Real.

Trazado: La ruta de acceso desde Chiloé comenzaba  desde el fuerte de Carelmapu por terrenos bajos y poco boscosos se llegaba al fuerte de Maullín. Transpuesto el río se llegaba al fuerte provisional de Río Negro o Maipué. Desde aquí se accedía a la restaurada Osorno. Luego se alcanzaba el fuerte de San Fernando  continuando hasta la ribera sur del río Bueno hasta el fuerte San José de Alcudia. Ya en dirección a Valdivia se llegaba a la misión de Cudico y la última posta del camino real antes de llegar a Valdivia estaba el fuerte de Concepción de Huequecura.

Para atravesar los ríos Angachilla, Bueno, Pilmaiquén, de las Canoas y Maipué “se pasan en barca o canoa y los restantes riachuelos (quince en total) se establecieron puentes de madera.

El camino era un espeso bosque de árboles corpulentos, cañas bravas, quilas y arbustos que formaban un tejido casi impenetrable.

El piso era buen piso, exceptuando algunos trechos que se “planchaban” poniendo de plano troncos partidos por la mitad o desbastado a modo de vigas; así la huella cruzaba sobre el lodo. este planchado era una ventaja para el carretero que podía llevar más peso que en lo que en los caminos empedrados[18]. Para sortear el cenagal de la zona de Cañaveral se había hecho 820 varas de planchado o “plank road” como lo llama Gay.

El camino se construyó desde ambos lados, teniendo los chilotes una participación notable por ser buenos hacheros.

Todos los años en verano, era mantenido o reparado por los milicianos chilotes. Sin embargo con las guerras de la independencia y después de la caída de Valdivia en manos de los independistas los caminos “se hicieron intransitables de modo que el viajero viajaba provisto de un machete para abrirse paso entre la maleza que cubrían los caminos”. también este autor que recorrió en 1835 los caminos de la provincia dice que contribuía a aumentar las fatigas del viajero “la imprudente costumbre que tienen los propietarios de aquellos terrenos, casi sin valor alguno, de cerrar los caminos a su arbitrio, obligando así al viajante a hacer largas y difíciles rodeos, muchas veces por en medio de esas fuertes cañas de quila, que solo a fuerza de espolonazos puede salvar el caballo a expensa de su pecho, saliendo con frecuencia de ellas todo ensangrentado”[19]

 Los Caminos Transandinos:

 Al asomarse el siglo XVIII las comunicaciones de la región estaban interceptadas. Los vínculos que formaban “las ciudades de arriba  habían sido arrasados[20].

La región mapuche era un obstáculo difícil de salvar. Las únicas alternativas viables era la ruta marítima que siguió usándose esporádicamente y la ruta terrestre de Nahuelhuapi, que se usó de modo extraordinario.

Esta ruta tiene interés de exploradores y misioneros, los que cruzan a través de ellas los pasos cordilleranos para establecer misiones evangelizadoras en tierras de indios y buscar míticas ciudades espectrales hundidas en las profundidades de la Patagonia Oriental.

En 1620 el capitán Juan Fernández –quién partió desde Calbuco con una cincuentena de hombres embarcados en piraguas hasta Ralún- remontó el Lago Todos los Santos, atravesó la cordillera, legó al lago Nahuelhuapi y exploró el nacimiento del río Limay en la otra banda.

En 1623 nuevamente incursionó, esta vez atravesando la cordillera por el cajón del río Puelo.

En 1670 incursionó Nicolás Mascardi, quién fundó una misión a la orilla boreal de Nahuelhuapi. Otros misioneros llegaron hasta allí fueron el padre José de Zúñiga, Philip van der Meeren, José Guillelmo, Manuel del Hoyo.

Hacia 17171 la misión estaba abandonada, algunos misioneros perdieron la vida en su intento evangelizador y esta fue incendiada por los indios.

El amotinado capitán del fuerte de Calbuco, Alejandro garzón de Garricoechea, usó la vía en 1712 cuando, producto de la insubordinación en contra del gobernador de Chiloé, huyó con la guarnición de ese fuerte por el camino de los vuriloche y caminando por la banda ultramontana volvió a trasmontar la cordillera por un boquete a la altura del Bio-Bío y llegó al fuerte donde estaban los tercios de Yumbel.

La senda estuvo abandonada hasta 1765. Se hizo un intento de crear una misión estable en Ralún, pero tanto el padre F. J. Esquivel como S. Guell fracasaron en sus intentos de pasar a Nahuelhuapi.

Los últimos intentos exploratorios en este siglo fueron hechos por Francisco Menéndez en 1791 y el geógrafo José de Moraleda y Montero en 1795.

Pasaron muchos años para que se reiniciara el interés de comunicar ambos lados de la república a través de la cordillera de Chiloé continental.

Consolidada la república, el Gobierno comisiona al capitán de Corbeta B. Muñoz Gamero para que explore la antigua ruta hacia Nahuelhuapi. Falto de víveres Muñoz Gamero tuvo regresar desde Peulla.

Otro intento fallido fue el de R. A. Phillipi. En 1855 el comerciante en maderas de Calbuco don Vicente Gómez y Felipe Geise llegaron a las orillas del Nahuelhuapi hasta lo que hoy es puerto Blest.

Otros exploradores, con el auspicio gubernamental fueron: F. Fonck, F. Hess en 1856, Guillermo Cox en 1859 y 1862, Francisco Vidal Gormaz en 1871.

Es curiosa la voluntad del gobierno de Chile por propiciar expediciones para conocer estos territorios y “buscar una comunicación más expedita hacia Chile Patagónico. Contrasta de sobre manera con las negociaciones diplomáticas que durante  este decenio se llevaron a cabo. “Al parecer la idea de acceder a la vertiente oriental de los Andes para alcanzar el Atlántico sólo estaba en la visión preclara de muy pocos individuos, pero no en quienes regían la alta política y las relaciones internacionales. La insistencia exploratoria fue truncada y abortada con el Tratado de Límites de 1881, entre Chile y Argentina, en que el gobierno de nuestro país cedió el Chile Moderno”[21]

El colono inglés don Roberto Christie, el capitán Emilio Valverde, don Juan Steffen y Oscar Fischer buscan entre 1883y 1893 infructuosamente el camino de los Vuriloche. Más tarde Fischer construyó un camino tropero hacia el interior cordillerano.

Es el capitán Arturo Berríos quién redescubre la ruta, alcanzando el lago Nahuelhuapi, pasando por los Baños de Vuriloche y el lago Mascardi.



[1] Ponencia en el PRIMER CONGRESO DE HISTORIA DE PUERTO MONTT   27, 28, 29 de noviembre de 2003. Fue Publicado en: Primer Congreso de Historia de Puerto Montt 26-27-28 noviembre 2003 Universidad de Los Lagos 2004 pp. 47-66

[2] Archivo Nacional de Santiago de Chile  Fondo Intendencia de Llanquihue Volumen 58 

 [4] Francisco Vidal Gormaz.

[5] Francisco Vidal Gormaz.

[6] Francisco Vidal Gormaz.

[7] Francisco Vidal Gormaz.

[8] Francisco Vidal Gormaz.

[9] Víctor Sánchez Olivera: Historia de Osorno

[10] Víctor Sánchez Olivera: Historia de Osorno

[11] Censo de 1854

[12] Víctor Sánchez Olivera: Historia de Osorno

 [13] Isidoro Vázquez de Acuña y García del Postigo: Las Vías de Comunicación y Transporte Australes (Siglos XVI al XX) Santiago 1999

[14] Cit por Vázquez de Acuña ib. id.

[15] ib. p. 

[16] Ib. p. 

[17] Ib. p. 

[18] Ib. p. 

[19] Claudio Gay: agricultura Tomo 2ª pp. 286-287 Cit. Por Vázquez de Acuña p. 31

[20] Vázquez de Acuña 

 [21] Acuña ib. ídem 

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