Vistas a la página totales

lunes, agosto 05, 2019

LOS CHILOTES DE LA PATAGONIA REBELDE


LOS CHILOTES DE LA PATAGONIA REBELDE


En América se conocen otras rebeliones obreras, pero ninguna de la dimensión y características que alcanzó la huelga de los trabajadores de las estancias de la Patagonia Argentina en 1921. Hubo en Chile, en 1907, trabajadores salitreros que marcharon por el desierto pidiendo mejoras salariales y en la plaza de un puerto salitrero fueron encerrados y el ejército de Chile comenzó su matanza. En 1919, los chilotes obreros de los frigoríficos, se tomaron el pueblo de Puerto Natales incendiando la oficina y almacén de la empresa naviera, industrial y ganadera Braun y Blanchard. Pero en la Patagonia Argentina nunca había sucedido nada, los dueños de las estancias ganaderas continuaban cancelando sueldos miserables. Los trabajadores, en su mayoría chilotes, trabajaban doce y más horas al día.



No descansaban sábados ni domingos, y se les cancelaba sus sueldos con fichas salario que únicamente se podían cambiar en los almacenes de las estancias o con cheques que se convertían en papeles sin valor cuando ningún banco, propiedad de los mismos estancieros, quería cambiar.

Todo empezó cuando los obreros se cansaron de dormir amontonados en camarotes teniendo como colchón y frazadas cueros de ovejas, se aburrieron que de sus escasos salarios les descontaran las velas, y los almuerzos fueran la carne de los corderos encontrados muertos en el campo; querían tener un día para descansar y lavar su ropa; y en los dormitorios tener un lavatorio y agua para el aseo personal y que el botiquín de primeros auxilios tuviera las instrucciones en castellano y no en inglés; y comenzó la primera gran rebelión obrera en la Patagonia Argentina.

Algunos de los obreros sublevados eran italianos, otros habían llegado de Alemania, muchos eran españoles, muy pocos eran argentinos pero la gran mayoría eran chilotes que abandonaron las estancias, y se reunieron en grupos que cabalgaron por esas planicies desoladas pidiendo dignidad y mejores condiciones de vida. Nunca asaltaron estancias, ni saquearon almacenes ni atacaron pueblos como decía la prensa de la época. Ni eran bandoleros que por Aysén invadirían Chile como dijeron los estancieros y publicaron los periódicos en Llanquihue y Chiloé. Era una multitud de gente pobre que desde Europa llegó huyendo del hambre, y desde Chiloé escapó de la cesantía. Los estancieros le dijeron al gobierno argentino que una rebelión desolaba la Patagonia, y el gobierno mandó al ejército.

En noviembre de 1921, en Río Gallegos desembarcó un batallón del ejército argentino comandado por el teniente coronel Héctor Benigno Varela, que dividió su tropa en tres destacamentos y comenzó la matanza. El 12 de noviembre en la estancia El Cifre fue fusilado el chilote Roberto Triviño Cárcamo. El capitán Pedro Viñas Ibarra con treinta soldados fusiló obreros en Punta Alta, en Cancha Carrera, en Fuentes de Koyle, en el Perro, y en otras estancias. Varela con otro destacamento de treinta soldados fusila a los obreros que se rindieron en Paso Ibáñez, y el escuadrón del capitán Elbio Anaya fusila obreros en Bellavista, Cañadón León y otros lugares del centro del territorio de Santa Cruz; después Varela se va a Puerto Deseado y en ferrocarril viaja a combatir contra los obreros chilotes liderados por Facón Grande, pero en Tehuelches es derrotado, y los obreros con el remordimiento de no haber enfrentado a la gendarmería sino que al invencible ejército argentino, se rinden y Varela los fusila por decenas.

El 8 de diciembre los chilotes que ocupaban la estancia La Anita se rindieron sin disparar un tiro, y los soldados del ejército argentino los obligaron a cavar sus tumbas, pararse en la orilla, y los fusilan amontonando los cadáveres unos sobre otros. Tumbas que cubrían los obreros sobrevivientes elegidos por los dueños de las estancias para continuar con la temporada de esquila. En el paredón de la Piedra Grande de La Anita se cree fueron fusilados más de un centenar de obreros chilotes.

La mayoría de los fusilados en esta rebelión que el ocho de diciembre se conmemora en La Estancia La Anita, y en Chiloé nadie recuerda, no cabe duda eran chilotes. Chilotes por haber nacido en Chiloé, y no por la carga racista, discriminatoria y despectiva que en la Patagonia le otorgaron a ese gentilicio. Chilotes, con toda la dignidad y el orgullo de haber nacido en Chiloé. Esos chilotes fueron las victimas olvidadas de esa matanza.

Se cumplirán 98 años desde que esos obreros chilotes fueron fusilados y enterrados en tumbas masivas por pedir un mejor salario, un paquete de velas a cuenta del patrón, un día de descanso no trabajar más de diez horas. No se sabe la cantidad de obreros fusilados.

La FORA, Federación Obrera Argentina afirmaba fueron dos mil, el Congreso argentino dijo fueron 1500 cuando solicitó una investigación de estas matanzas; 600 a calculado, Osvaldo Bayer según dice en el libro que denunció estos fusilamientos masivos, centenares de obreros dijo la FOM, apenas un centenar de “chilotes” afirmó despectivamente el general Elbio Anaya en una conferencia en el Instituto Militar argentino, y él sabía de estos fusilamientos porque comandó un escuadrón cuando era capitán y acompañado por la Liga Patriótica Argentina fusiló chilotes en Bellavista, en Cañadón León y otros lugares. Han transcurrido 98 años y en Chiloé, el país de esos fusilados, nadie dijo nada. No se realizan ceremonias de recordación, ni se erige un modesto monumento que recuerde a esos chilotes que a comienzos del siglo veinte emigraron hasta la Patagonia Argentina para en esos lugares lejanos encontrar la muerte. Una muerte miserable, mezquina, repleta de olvido.

Esta historia la rescata Luis Mancilla Pérez, en un libro de 336 páginas. “Los chilotes de la Patagonia Rebelde” cuya segunda edición se encuentra en librerías desde junio de este año.