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lunes, octubre 04, 2021

CAMINOS DE LA PROVINCIA DE LLANQUIHUE - SIGLO XIX - 1

 

Las Vías de Comunicación Terrestre de  la Provincia de Llanquihue en la Segunda Mitad del siglo XIX[1]

                                 Autor:  José D. Mansilla-Utchal Almonacid

                                     PARTE I

  INTRODUCCIÓN

 A fines del invierno de 1877 un grupo de hombres pernoctaba en el Salto del Thraiguén, en las márgenes del río Maullín en un improvisado cobertizo que apenas los protegía de los frecuentes aguaceros.

El ingeniero don Juan Agustín Becerra, severamente enfermo, y el comisionado don Joaquín Larraín trazaban el derrotero recorrido en un humedecido plano a la luz de las velas.

La jornada ha sido ruda: han viajado desde las alturas de Cayenel y durante más de dos semanas han explorado un terreno montuoso guiados por las vagas noticias que recogían de los postreros y dispersos vecinos rurales, sobre la dirección en que se encontraba Puerto Toledo.

Los peones del equipo avivan una fogata mientras preparan un puchero en un caldero de fierro. Con ellos está Remigio Cárdenas el baquiano punta de lanza encargado de treparse a los altos tepuales, otear el horizonte  del infierno siempre verde y encender fogatas en diferentes puntos para señalar el rumbo.

El objetivo de estos pioneros es cumplir con el encargo del Intendente de la Provincia: Trazar una senda de penetración en la selva para la construcción del camino desde Puerto Montt a Maullín[2].

He aquí una de las escenas pictóricas de la historia que narraremos hoy: Los caminos de la provincia de Llanquihue.

Lago Llanquihue (Pissis)

  Los centros urbanos de la provincia hacia 1870-80

 Consideramos como centro urbano la concentración de personas que establecen sus viviendas en un determinado lugar geográfico, dando existencia a un foco administrativo, productivo, comercial, con reglamentación del suelo, el establecimiento de límites y la ordenación global de la vida social. Hacia 1870 cumplen medianamente estos requisitos los cuatro lugares que hemos citado y que son estimados urbanos por los representantes del vecindario y las autoridades centrales del país.

Hacia 1877 Puerto Montt casi cumplía 25 años desde su fundación y la ciudad se había convertido en el más importante centro poblado de la región gracias al privilegio otorgado en 1861 de ser la capital provincial y el trato preferencial que le otorgaba el poder central, gracias a la influencia de Vicente Pérez Rosales quien había convertido el puerto recién creado en un coto de caza para la colonia alemana.  Se sabe por informes del Gobernador Departamental de Carelmapu que Pérez Rosales dio instrucciones para que los barcos que hacían cabotaje desde Valparaíso a Puerto Montt no recalaran en el Puerto de Calbuco.

Al tiempo de fundarse Puerto Montt y la posterior creación de la provincia de Llanquihue quedaron incorporados a su territorio jurisdiccional los centros urbanos y sus territorios aledaños de Calbuco, Carelmapu, Maullín y Osorno[3]

La visión que tenemos de estos poblados en la segunda mitad del siglo XIX, según los testimonios de los viajeros es la siguiente:

 San Miguel de Calbuco:

  Situada en la isla homónima, la villa era un caserío de madera, de construcción simple, de techos de dos aguas, colocadas desordenadamente y sin pintura exterior cuyo aspecto grisáceo infundía cierta tristeza en el viajero[4].

Frente a la plaza principal estaban las ruinas de la iglesia parroquial abandonada desde 1861, por la caía de un rayo que había destrozado su frontis.

Otros edificios importantes eran: La Gobernación, el cuartel de cívicos, una pequeña y destartalada cárcel inhabitable en 1880, una estafeta de correos, un juzgado de 1ª instancia, un establecimiento del estanco, una notaria, una tenencia de aduanas y varias casas comerciales muy alicaídas.

El desarrollo urbano, la ejecución de obras públicas viales, refacción de calles, etc., era mínima por el escaso presupuesto municipal y la casi nula inversión del Estado.

Como obras de adelanto, alrededor de 1880, se había terminado de construir la escuela Nº 1 de hombres, en reemplazo de la que se había incendiado en 1874, y un muelle marítimo de 16 metros de largo y 7 metros de ancho por 2 metros de altura en su parte más alta, que sólo prestaba utilidad en la pleamar. Su población urbana en 1854 era de 410 habitantes. En 1895 esa cifra había subido a 529 habitantes.

 San Antonio de Carelmapu:

  Lugarejo situado al noroeste del canal de Chacao. La población se situaba al pie del cerro La Picuta, al borde de un ribazo, en la bahía de su nombre.

Contaba en 1873 “con una iglesia de madera, de tres casas pequeñas del mismo material y de dieciocho viviendas techadas con paja coirón, la mayor parte del año deshabitadas”[5].

El pueblo tenía una ancha calle en sentido NNE a SSE, que remataba en el frontis de la iglesia. La vía estaba toda cubierta de arena movediza a causa de la progresiva acción de las dunas que invadían al pueblo.

Debía su existencia, mas que nada, por ser santuario de la Virgen de la Candelaria: devoción que concentraba anualmente a miles de fieles en el poblado cada 2 de febrero que hacia 1870 concentraba mas de 200 balandras en el puerto[6]; y por ser lugar de balseo hacia la isla grande de Chiloé. Su población en 1865 era de 150 habitante y en 1895 tenía 438 habitantes.

 San Javier de Maullín:

 El pueblo estaba asentado en una hermosa campiña algo arenosa de terrenos planos que terminaban en la falda N del cerro Tenten y limitado por el Norte con la ribera austral del rió Maullín a unas 5 millas de su desembocadura. Contaba en 1873 con unas 45 casas implantadas en la arena suelta que se alineaban en dos calles: Una principal que corría de E a O y otra transversal de N a S.

La calle longitudinal se bifurcaba en su medianía donde estaba construida la gran iglesia rodeada de corredores que por sus bajos y prolongados aleros parecía –según decir de los lugareños- una pava abrigando sus polluelos[7].

Tenía dos escuelas: una de niños y otra de niñas. Funcionaba un estanquillo, una estafeta de correos y una cárcel pequeñita que terminó derrumbándose de vieja. Al igual que Carelmapu estaba amenazado por el implacable avance de las dunas.

Por el lado oriental cerraba la ciudad el río Cariquilda y por el occidente el cerro Pichi Tenten separaba la villa de los arenales del Pangal. Dice un viajero que “algunas velas desplegadas al viento por las balandras de tráfico daban animación a esas vías naturales” y pequeños cultivos y algunas chozas campeaban entre los collados y las praderas[8]

Su población en 1854 era de 344 habitantes y en 1895 ascendía a 760

Estas tres villas datan su origen desde el período hispano en la región, teniendo su origen en antiguos fuertes construidos por los españoles. Calbuco y Carelmapu datan de 1603 y los maullinenses fijan su primer hito o fundacional en 1553.

 San Mateo de Osorno:

 Fundada en 1558, la ciudad fue arrasada por los indios después de la victoria indígena en Curalaba, fue abandonada por los españoles y destruída por los indios en los primeros meses de 1603. El gobernador de Chile don Ambrosio O’Higgins oficializó su repoblación en enero de 1796.

Hacia 1860 aún presentaba “un triste aspecto de desolación”. La mayoría de sus habitaciones eran simples ranchos debido a que los propietarios de mayores recursos tenían sus casas en sus respectivos fundos”[9]. “El plano de la ciudad era el mismo que tuvo desde la repoblación”[10]

La población tenía 134 casas, un cuarto, un convento, un cuartel y cárcel una iglesia matriz, 6 ranchos y dos quintas.[11]

Contaba con 7 calles de N a S y 5 de E a O. En estas 35 manzanas se distribuía una población de 981 personas. Los paseos públicos eran una plaza, el puente del río de las Damas y un terraplén cercano a dicho puente, donde se efectuaban las carreras de caballos[12].

La población de Osorno en 1895 era de 4.667 habitantes.

 ***

Las villas de Calbuco, Carelmapu y Maullín están enlazadas con la ciudad de Ancud y Puerto Montt, el primero donde se comercia principalmente y el segundo de donde se depende administrativamente.

La comunicación entre las ciudades y poblados se hace preferentemente por mar. La escasa producción excedente –aparte de la madera- que resulta de la economía de subsistencia y autosuficiencia  precaria de las familias chilotes se transporta de los lugares de producción a los centros poblados principalmente a través de las piraguas y balandras.

Osorno comerciaba principalmente con Valdivia de cuya provincia dependió hasta 1861. Con Chiloé se relacionaba a través del puerto de Maullín.

La iniciativa de los gobiernos de Bulnes y Montt de incentivar la economia nacional y la incorporación de vastos territorios a la producción agropecuaria e industrial tiene su caso específico a través de la colonización alemana en la región de Llanquihue. Factor importante fue la fundación de Puerto Montt. La ciudad se convirtió en el núcleo de cohesión y de atracción más importante para el área periférica o los centros urbanos de menor jerarquía.

Para establecer el contacto permanente entre el núcleo y las periferias y a través de ella (entre las periferias) se establecen vías de comunicación terrestre cuya construcción, mantención y habilitación de caminos de itinerarios más cortos y viables entre los poblados.

Con ello se busca promover el desarrollo económico, relacionar los lugares de producción con los centros de consumo, o con los centros de acopio para su exportación.

En estas notas reconstruiremos la evolución de la nervadura caminera de la provincia de Llanquihue entre 1850 y 1900 y su impacto e importancia en el desarrollo regional.

Revisaremos: los itinerarios, el sistema constructivo, la mano de obra empleada, la acción gubernamental a través de la planificación y asignación de recursos, la injerencia de los vecinos y particulares en la construcción de caminos y haremos un recuento de las mercaderías que circulaban por estas rutas y la visión pintoresca que tenía el viajero al recorrer cada uno de estos senderos.

 Los senderos aborígenes.

 Desde el alba de la historia americana que ya el hombre había hollado los paisajes de los territorios de Llanquihue. Su presencia esta improntada en los sitios arqueológicos de Monteverde que data según los arqueólogos de hace 12 000 a.n.e.

El lento proceso de desarrollo de adaptación de miles de años al medio de estas comunidades y la humanización del paisaje de estas regiones es una suerte de conjeturas.

Hasta la llegada del conquistador español no existe un núcleo de cohesión determinado, sino débiles atisbos  de sedentarización de los grupos que ocuparon estos territorios y archipiélagos. ((Vásquez de  Acuña p.7). Para las comunicaciones entre las etnias y con grupos humanos distintos, hubo una rudimentaria red de senderos, que servían además para acceder a los lugares de caza, pesca y recolección.

Desde los inicios del poblamiento los antiguos habitantes se sirvieron de los senderos naturales siguiendo como derrotero las orillas del mar.

Para poblar y comunicarse entre las islas usaron de embarcaciones.

Establecer con certeza cuales eran las antiguas rutas que usaban los naturales para la recolección o la caza, así como para sus contactos humanos, donde intercambiaban productos y objetos “será quizás para siempre un juego de suposiciones”, dada las condiciones naturales  de la zona, donde es escasa la preservación de vestigios que permitan su reconstrucción arqueológica.

Sin embargo, algún esbozo de trazado por los senderos o pasajes naturales debe haber existido; los cuales fueron usados por los exploradores españoles: de Francisco de Villagra se dice que recorrió todo el Reloncaví y que habría atravesado la cordillera andina llegando hasta el río Limay. De igual modo García Hurtado de Mendoza regresó al norte después de incursionar por las cercanías de Estuario por un camino menos fragoso que el de su venida al archipiélago calbucano.

Por estas rutas deben haberse realizado  contactos transculturales especialmente trueques e intercambios de mercaderías.

En las excavaciones hechas en los enterratorios y conchales se encuentran puntas de proyectiles de obsidiana y/o cuarzo, materiales que no se encuentran en las playas de bolones o cascajo del bordemar occidental y que nos plantean la posibilidad que por alguna ruta marítima o terrestre llegaban estos materiales a los habitantes de los parajes calbucanos.

Por esta rutas  circulaba el pescado que los costinos regalaban a los indígenas del interior …”y en los cabíes que están en la costa del mar que se toma mucho pescado la cual comen y dan de balde a los de tierra adentro  dice Goicueta.

También  algunos cronistas señalan que los indios poya bajaban desde las pampas de la otra banda de la cordillera para comerciar con los indios del Reloncaví. En el sector de Puelo sabemos que existía una gran concentración de indios. Algún tipo de feria o encuentro festivo ritual no conocido habrá ocurrido con este motivo, especialmente en la estación del verano en estos lugares.

Los principales senderos terrestres habrán sido las playas, camino abierto, costero, que orillando el estuario y seno de Reloncaví llegaría hasta el canal de Chacao.

Otros incipientes derroteros partían desde Carelmapu hacia Maullín hasta el sector de Los Llanos y el camino hacia Nahuelhuapi por el paso de los vuriloche.

Como dato ilustrativo tenemos la noticia de Cárdenas quien dice que los aborígenes sorteaban las dificultades de los caminos atravesando palos sobre los riachuelos o pasos pantanosos: el cui-cui o facilitándose el ascenso a través de escalones en los troncos: los huidepu. (Cárdenas Los Chono y los veliche de Chiloe pp. 202)

 Los caminos durante el período hispano:

La región de Llanquihue es entrevista por los europeos desde el sector de Carelmapu y Maullín. Mas de algún sorprendido aborigen habrá visto desde el cerro la Picuta pasar la gran embarcación de Alonso de Camargo en 1540, rumbo al norte. Seguramente habrá pensado en malos presagios. Por el norte llegó después una oleada de extraños: Valdivia, Ulloa, Cortes de Ojea, Ercilla, Hurtado de Mendoza, Villagra: atraviesan los ríos, remontan las serranías, desembarcan en sus playas, se extravían en sus montes su meta: Buscar el estrecho y luego las riquezas ignotas.

Finalmente llegan para quedarse:  fundan enclaves en Valdivia, Osorno, Castro y Chacao. Desde Castro depredan cuanta mano de obra encuentran en la región de Purailla, Puelo, y Cunco enviándola a las minas del norte.

Por las antiguas rutas indígenas –cerradas a los primeros invasores- establecen un camino que une Concepción con Valdivia con Osorno, la Villarrica y Chiloé. 

Luego de fundado Castro y Chacao el sendero desde “la orilla norte del Canal de Chacao y la ciudad de Osorno comenzó a ser cada vez mas transitado”[13].

Diego de Ocaña, dice en su relación que desde Valdivia se va a la ciudad de Chiloé por un camino distinto al que conduce a Villarrica[14].

Luego de la refundación de Valdivia en 1645, se hizo necesario un camino de comunicación con Chiloé, pero sólo hasta el siglo XVIII no se iniciaron los trabajos que terminaron con una mediocre vía a fines de este siglo (XVIII)[15].

Después de la pérdida de Osorno y las demás “ciudades de arriba”, el extenso territorio conocido como Los Llanos quedó abandonado de españoles y las comunicaciones interrumpidas por el peligro que significaban las tribus belicosas[16]

 El Camino Real

 “Durante el siglo XVIII la comunicación continental entre Chiloé y el norte de Chile quedó virtualmente interrumpida después del arrasamiento por los indios de las ciudades de arriba” “La refundación de Valdivia no significó un adelanto en este aspecto” y se siguió prefiriendo la comunicación marítima. Aunque subsiste el proyecto de hacer un camino que permitiese el paso rápido de socorros militares y también la ocupación de espacios vacíos y la instalación de población dentro de estos territorios dominados por os indios, que quedarían más controlados. Así sería más fácil el transporte de ganado y mercaderías para el trueque entre estos dos puntos[17]

Ya en 1721 el Cabildo de Castro solicitaba el restablecimiento de la destruída ciudad de Osorno, “eslabón  que faltaba en esa trunca cadena de poblaciones entre Valdivia y Chiloé” 

Diversas gestiones se realizaron en este siglo para abrir el camino y poblar la arruinada ciudad: expediciones a Los Llanos, tratos con los indios, penetración pacífica en territorio aborigen. En octubre de 1788 partió una avanzada de Valdivia provista de hachas que logró trazar una senda desde ese punto hasta el fuerte de Maullín, a donde llegaron el 15 de enero de 1789.

Esta senda, que se fue ensanchando y reparando fue conocida como el Camino Real.

Trazado: La ruta de acceso desde Chiloé comenzaba  desde el fuerte de Carelmapu por terrenos bajos y poco boscosos se llegaba al fuerte de Maullín. Transpuesto el río se llegaba al fuerte provisional de Río Negro o Maipué. Desde aquí se accedía a la restaurada Osorno. Luego se alcanzaba el fuerte de San Fernando  continuando hasta la ribera sur del río Bueno hasta el fuerte San José de Alcudia. Ya en dirección a Valdivia se llegaba a la misión de Cudico y la última posta del camino real antes de llegar a Valdivia estaba el fuerte de Concepción de Huequecura.

Para atravesar los ríos Angachilla, Bueno, Pilmaiquén, de las Canoas y Maipué “se pasan en barca o canoa y los restantes riachuelos (quince en total) se establecieron puentes de madera.

El camino era un espeso bosque de árboles corpulentos, cañas bravas, quilas y arbustos que formaban un tejido casi impenetrable.

El piso era buen piso, exceptuando algunos trechos que se “planchaban” poniendo de plano troncos partidos por la mitad o desbastado a modo de vigas; así la huella cruzaba sobre el lodo. este planchado era una ventaja para el carretero que podía llevar más peso que en lo que en los caminos empedrados[18]. Para sortear el cenagal de la zona de Cañaveral se había hecho 820 varas de planchado o “plank road” como lo llama Gay.

El camino se construyó desde ambos lados, teniendo los chilotes una participación notable por ser buenos hacheros.

Todos los años en verano, era mantenido o reparado por los milicianos chilotes. Sin embargo con las guerras de la independencia y después de la caída de Valdivia en manos de los independistas los caminos “se hicieron intransitables de modo que el viajero viajaba provisto de un machete para abrirse paso entre la maleza que cubrían los caminos”. también este autor que recorrió en 1835 los caminos de la provincia dice que contribuía a aumentar las fatigas del viajero “la imprudente costumbre que tienen los propietarios de aquellos terrenos, casi sin valor alguno, de cerrar los caminos a su arbitrio, obligando así al viajante a hacer largas y difíciles rodeos, muchas veces por en medio de esas fuertes cañas de quila, que solo a fuerza de espolonazos puede salvar el caballo a expensa de su pecho, saliendo con frecuencia de ellas todo ensangrentado”[19]

 Los Caminos Transandinos:

 Al asomarse el siglo XVIII las comunicaciones de la región estaban interceptadas. Los vínculos que formaban “las ciudades de arriba  habían sido arrasados[20].

La región mapuche era un obstáculo difícil de salvar. Las únicas alternativas viables era la ruta marítima que siguió usándose esporádicamente y la ruta terrestre de Nahuelhuapi, que se usó de modo extraordinario.

Esta ruta tiene interés de exploradores y misioneros, los que cruzan a través de ellas los pasos cordilleranos para establecer misiones evangelizadoras en tierras de indios y buscar míticas ciudades espectrales hundidas en las profundidades de la Patagonia Oriental.

En 1620 el capitán Juan Fernández –quién partió desde Calbuco con una cincuentena de hombres embarcados en piraguas hasta Ralún- remontó el Lago Todos los Santos, atravesó la cordillera, legó al lago Nahuelhuapi y exploró el nacimiento del río Limay en la otra banda.

En 1623 nuevamente incursionó, esta vez atravesando la cordillera por el cajón del río Puelo.

En 1670 incursionó Nicolás Mascardi, quién fundó una misión a la orilla boreal de Nahuelhuapi. Otros misioneros llegaron hasta allí fueron el padre José de Zúñiga, Philip van der Meeren, José Guillelmo, Manuel del Hoyo.

Hacia 17171 la misión estaba abandonada, algunos misioneros perdieron la vida en su intento evangelizador y esta fue incendiada por los indios.

El amotinado capitán del fuerte de Calbuco, Alejandro garzón de Garricoechea, usó la vía en 1712 cuando, producto de la insubordinación en contra del gobernador de Chiloé, huyó con la guarnición de ese fuerte por el camino de los vuriloche y caminando por la banda ultramontana volvió a trasmontar la cordillera por un boquete a la altura del Bio-Bío y llegó al fuerte donde estaban los tercios de Yumbel.

La senda estuvo abandonada hasta 1765. Se hizo un intento de crear una misión estable en Ralún, pero tanto el padre F. J. Esquivel como S. Guell fracasaron en sus intentos de pasar a Nahuelhuapi.

Los últimos intentos exploratorios en este siglo fueron hechos por Francisco Menéndez en 1791 y el geógrafo José de Moraleda y Montero en 1795.

Pasaron muchos años para que se reiniciara el interés de comunicar ambos lados de la república a través de la cordillera de Chiloé continental.

Consolidada la república, el Gobierno comisiona al capitán de Corbeta B. Muñoz Gamero para que explore la antigua ruta hacia Nahuelhuapi. Falto de víveres Muñoz Gamero tuvo regresar desde Peulla.

Otro intento fallido fue el de R. A. Phillipi. En 1855 el comerciante en maderas de Calbuco don Vicente Gómez y Felipe Geise llegaron a las orillas del Nahuelhuapi hasta lo que hoy es puerto Blest.

Otros exploradores, con el auspicio gubernamental fueron: F. Fonck, F. Hess en 1856, Guillermo Cox en 1859 y 1862, Francisco Vidal Gormaz en 1871.

Es curiosa la voluntad del gobierno de Chile por propiciar expediciones para conocer estos territorios y “buscar una comunicación más expedita hacia Chile Patagónico. Contrasta de sobre manera con las negociaciones diplomáticas que durante  este decenio se llevaron a cabo. “Al parecer la idea de acceder a la vertiente oriental de los Andes para alcanzar el Atlántico sólo estaba en la visión preclara de muy pocos individuos, pero no en quienes regían la alta política y las relaciones internacionales. La insistencia exploratoria fue truncada y abortada con el Tratado de Límites de 1881, entre Chile y Argentina, en que el gobierno de nuestro país cedió el Chile Moderno”[21]

El colono inglés don Roberto Christie, el capitán Emilio Valverde, don Juan Steffen y Oscar Fischer buscan entre 1883y 1893 infructuosamente el camino de los Vuriloche. Más tarde Fischer construyó un camino tropero hacia el interior cordillerano.

Es el capitán Arturo Berríos quién redescubre la ruta, alcanzando el lago Nahuelhuapi, pasando por los Baños de Vuriloche y el lago Mascardi.



[1] Ponencia en el PRIMER CONGRESO DE HISTORIA DE PUERTO MONTT   27, 28, 29 de noviembre de 2003. Fue Publicado en: Primer Congreso de Historia de Puerto Montt 26-27-28 noviembre 2003 Universidad de Los Lagos 2004 pp. 47-66

[2] Archivo Nacional de Santiago de Chile  Fondo Intendencia de Llanquihue Volumen 58 

 [4] Francisco Vidal Gormaz.

[5] Francisco Vidal Gormaz.

[6] Francisco Vidal Gormaz.

[7] Francisco Vidal Gormaz.

[8] Francisco Vidal Gormaz.

[9] Víctor Sánchez Olivera: Historia de Osorno

[10] Víctor Sánchez Olivera: Historia de Osorno

[11] Censo de 1854

[12] Víctor Sánchez Olivera: Historia de Osorno

 [13] Isidoro Vázquez de Acuña y García del Postigo: Las Vías de Comunicación y Transporte Australes (Siglos XVI al XX) Santiago 1999

[14] Cit por Vázquez de Acuña ib. id.

[15] ib. p. 

[16] Ib. p. 

[17] Ib. p. 

[18] Ib. p. 

[19] Claudio Gay: agricultura Tomo 2ª pp. 286-287 Cit. Por Vázquez de Acuña p. 31

[20] Vázquez de Acuña 

 [21] Acuña ib. ídem 

LOS CAMINOS DE LA PROVINCIA DE LLANQUIHUE - SIGLO XIX - 2

 

Las Vías de Comunicación Terrestre de  la Provincia de Llanquihue en la Segunda Mitad del siglo XIX[1]

                                         Autor:  José D. Mansilla-Utchal Almonacid

                                         PARTE II

Puerto  Montt: Los primeros pasos

 El lugar donde está emplazada la ciudad de Puerto Montt aparece citado documentalmente en la merced de tierras que otorga el Gobernador de Chile don Tomás Marín de Póveda  en 1694 donde concede  300 cuadras de tierra en “el término de las cordilleras nombradas Lencaquillaspe, Coyhuin, Pelluco y lo Tenglo y Maillen, Ilque hasta lo de Guar” a Alvaro Velázquez descendiente de uno de los primeros pobladores de la provincia quien estuvo en la fundacion del fuerte de  Calbuco[2].

En el siglo XVIII en el sector se explotaban los bosques de alerce, faena que dura hasta mediados del siglo XIX. En enero de 1836, el sabio francés Claudio Gay visita los alerzales de Cayenel y constata que miles de personas trabajan en la extracción y labore de maderas en esos lugares[3].

Durante el siglo XIX se producen importantes cambios estructurales en Chile: lograda la Independencia, se establece la institucionalidad con la base jurídica que se dicta con la Constitución de 1833 y se aplican medidas para incorporar vastos territorios –muchos de ellos despoblados, a la soberanía nacional, ya que el país se caracterizaba por tener concentrada su población en el valle central, mientras las regiones extremas estaban muy poco pobladas[4].

Se dicta el 18 de noviembre de 1845 una ley que autorizaba al presidente de la República la venida de extranjeros para establecerse como colonos, otorgándoles el beneficio de la ciudadanía chilena y la propiedad de la tierra. “Esta norma legal dio inicio, en forma regular al proceso inmigratorio”. El gestor de esta iniciativa fuñé el ciudadano alemán B. E. Philippi. Desaparecido en la colonia de Magallanes, el Gobierno encargó a V. P. Rosales para que promoviera y fomentara la inmigración de colonos alemanes a la provincia de Valdivia. Debido, entre otras razones, al inmenso valor que el tráfico de tierras y la especulación que se hacía en la zona de Valdivia se pensó en establecer los colonos en las cercanías de Melipulli y el Lago Llanquihue que ya había sido señalado por los agentes de la colonización.

Las familias llegadas a Valdivia, trasladadas a Melipulli, lugar elegido por el comandante de la “Janequeo” don Buenaventura  Martínez, como punto de seguro de desembarque de los colonos. Este sitio serviría de puente entre el mar y el lago.

La bahía de Melipulli tenía entonces un pequeño rancherío llamado Cayenel con algunas casuchas donde residían las familias Maldonado y Mansilla.

En un galpón de 10 x 30 metros, construido a prisa, en un claro del bosque “sin ventanas ni puertas, faltaban piso y paredes, en el interior se encontraban todavía los troncos de los árboles recién derribados”, Alrededor el bosque impenetrable.

Así comienza la gesta de la inmigración alemana en Llanquihue.

 La Política Caminera del Estado

 En el Chile republicano se dictó el 2 de septiembre de 1835 la primera ley relativa a la creación de nuevas rutas viales. Esa ley facultaba al presidente de la República llamar a propuestas para que los proponentes se presentaren para construir algún camino por cuenta de particulares a cambio de l producto del cobro de peaje autorizado por el presidente de la Republica[5].

El 1º de febrero de 1837 don Joaquín Prieto estableció por Decreto supremo cuatro ministerios, correspondiéndole al del Interior: “todo lo correspondiente a caminos, canales, puentes, calzadas, acequias...”

La ley de 1835 fue un completa fracaso al no presentarse ningún contratista como concesionario de caminos. Por otro lado el arreglo de los caminos era una necesidad imperiosa por cuanto la dificultad de conducir los productos agrícolas, especialmente el grano a los puertos  encarecía demasiado el producto[6]

El entonces ministro don Manuel Montt tratando de atender, con los escasos elementos disponibles, una mejora de la vialidad intentó hacer un censo catastral de los caminos de República, para lo cual envió circulares a todos los gobernadores departamentales en enero de 1841 con un cuestionario confeccionado por la sociedad Nacional de Agricultura.

Fallidos los intentos efectivos de impulsar un desarrollo vial e Chile, se amplió el plazo de vigencia de la ley de 1835, y no obteniendo eco en los particulares, don Manuel Bulnes envió al congreso el proyecto de Ley general de Caminos, la que fue promulgada el 17.12.1842. Esta ley y sus posteriores modificaciones y reglamentos estuvo vigente cerca de 80 años.

La ley señalaba que la dirección de caminos, corrales, puentes y calzadas debía ser desempeñada por una Junta Provincial y por el Cuerpo de Ingenieros. Componían la Junta Provincial el Intendente Provincial, el alcalde 1º de la Municipalidad cabecera de la provincia (podía ser reemplazado por el regidor más antiguo) y un agrimensor residente, nombrado por el Gobierno.

Sus atribuciones eran velar por la conservación y la apertura de caminos y ejecutar los trabajos para estos efectos. Las atribuciones del Cuerpo de Ingenieros eran proponer al Gobierno las medidas conducentes a mejorar el diseño, trazado, construcción y apertura de nuevos caminos y mantener comunicación con las juntas provinciales y con los encargados de la recaudación y depósito de los fondos anexos.

En la provincia durante las décadas del 50 y 60 fueron el agente de la colonización y el Intendente  los que emplearon y dirigieron a los agrimensores alemanes en la apertura y construcción de los primeros caminos en el territorio de colonización. Sólo hacia 1870, aparece el Cuerpo de Ingenieros Civiles teniendo activa presencia en la conservación y apertura de caminos.

Esta ley también involucra  alas Municipalidades en acordar medidas por su cuenta en relación a  apertura, construcción o reparación de caminos, absorbiendo la corporación el costo de ellos. También delega esta facultad en el Gobernador, subdelegados e inspectores. Ambas instituciones podían hacer efectiva la obligación de los vecinos a contribuir a la reparación de estas obras.

Establecía también que el presupuesto para la habilitación de caminos y cualquier obra anexa a ella debía provenir de los derechos de peaje, pontazgo, balseo y navegación de ríos y canales.

Otro importante avance normativo en la legislación caminera fue el nombramiento del personal del Cuerpo de Ingenieros Civiles y la reglamentación del funcionamiento de esa Institución. Estos decretos fueron promulgados el 7 y 8 de agosto de 1843. El Cuerpo de Ingenieros Civiles permaneció hasta el 26 de enero de 1888 al crearse la Dirección de Obras Públicas.

Por decreto del 19 de julio de 1853 se promulgó un decreto que establecía el servicio de caminero para el cuidado y conservación de los caminos públicos de importancia

El 22 de diciembre de 1857 se dictó el “Reglamento para la ejecución de Obras Públicas”, el que dispone que la construcción y reparación de caminos, emprendida al amparo de una concesión para cobranza de peaje que podían hacer los individuos y sociedades particulares también podía ser hecha con fondos fiscales.

El reglamento caminero del 28.12.1871 establece las prioridades en el arreglo de caminos, estableciendo una jerarquerizacion de importancia de los caminos.

El decreto dictado el 07.05. 1778, crea las juntas departamentales de caminos, compuestas por el gobernador del departamento, un municipal electo y tres vecinos nombrados por el Intendente provincial. Esta junta debía velar , hacer indicaciones e informar al Gobernador y/o Intendente para el mejoramiento de los caminos.

Ya en esa fecha se reconoce que el erario nacional está imposibilitado de atender todas las necesidades que genera la manutención de caminos, por lo que se prefiere componer aquellos caminos donde los vecinos estén dispuestos a contribuir con dinero, materiales o mano de obra.

Ordenaba también que, del 15 de septiembre al 15 de octubre de cada año, los integrantes del Cuerpo de Ingenieros Civiles, gobernadores y subdelegados, debían recorrer los caminos e informar al Intendente. Conocidos estos informes la comisión departamental de caminos resolvía como reparara los caminos y como participarían los vecinos.

Otros decretos fueron el del 30.03.1885 sobre la inversión de fondos en los trabajos de caminos y el decreto del 10.04.1889 que ordena la mensura y fijación de kilometrajes en los caminos (los leguarios); establece las funciones de los Ingenieros de Provincia; ordena hacer un catastro general de caminos. En esta oportunidad se le entregó a cada Ingeniero de Provincia una  carta en escala 1:100.000 con la hidrografía y ubicación de los poblados existentes. En esta carta los ingenieros efectuaron el trazado caminero provincial con todos los datos conducentes al cabal conocimiento de la red vial.

El escaso personal técnico del Cuerpo de Ingenieros Civiles no permitió atender a las numerosas obras de caminos en la forma que la prensa y el público requería. Tan loable propósito se entrababa por la absoluta escasez de dinero en las arcas fiscales, que era entonces un mal endémico[7]

Apertura, Construcción y Mantención de Caminos

Los caminos son estructuras formales, que se demarcan claramente; construidos de materiales diversos, conectan lugares conocidos y definidos culturalmente. En contraste con los senderos- aquellas delgadas líneas verdes, más que nada verdaderos mapas mentales, que unen dos puntos en el terreno- los caminos son planificados deliberadamente, con un trazado, límites, bordes, vadeo de ríos pantanos, riscos. La existencia de caminos encauza y dirigen la actividad del hombre de un modo cultural, cumpliendo un papel activo en la estructura de la vida diaria de las personas. Esta culturalidad es propia de la fisonomía ambiental por donde cruza el camino, convirtiéndose además en un elemento que modifica la naturaleza y permanece en el paisaje naturalizándose.

Todavía en la segunda mitad del siglo XIX la comarca meridional chilena del norte del canal de Chacao es una tierra acerba, de aguaceros implacables, con la constante presencia de cielos nublados, el cernidillo irritante y cubierta de espeso boscaje.

Los pobladores tienen que luchar permanentemente con el entorno que los aplasta, disputando a la naturaleza pequeños parches de terrenos despejados donde condicionan su habitat y desarrollan sus pequeños cultivos.

Para obtener estos reducidos espacios desmontados, los sureños tienen que primero talar a hacha, dejar secar los árboles y arbustos, luego rozar a fuego y después hacer la pesada tarea de destroncar y desenraizar.

No resulta extraño que esta naturaleza acechante, siempre dispuesta a avanzar y que borra los pequeños logros civilizadores del hombre sea percibida por los habitantes como lugares misteriosos donde encontraban refugio seres mágicos y míticos como el Thrauco o la Fiura.

En el sector sur oeste de la provincia existen innumerables senderos para acceder a las áreas de explotación de los bosques y para la comunicación de los pioneros que se establecen tierra adentro con los centros poblados.

Un viajero, describe así un sendero de la zona de Maullín en 1857, que era general para casi todos los de la provincia: “la senda era pésima, destinada al arreo del ganado mayor... barriales extensos, palos caídos al través, matorrales odiosos, cubiertos por un cielo de eterno verdor, tal era el camino que conducía a la hospitalaria morada de Eusebio Barría”, un acaudalado vaquero y único habitante de Melí.

Son terrenos de estas características donde los constructores de los  caminos de  la provincia tendrán que dejar improntadas sus huellas.

La ley de caminos de 1853 estableció una tipología caminera dividiendo estos en dos categorías: los caminos públicos y los caminos vecinales.

Los caminos públicos comunicaban las ciudades con las villas o lugares o estos asentamientos humanos entre sí.

Los caminos vecinales comunicaban los fundos particulares con los caminos públicos

El ancho determinado por el camino público era de 16 varas de claro en cerros y cuestas y 26 varas de claro en terrenos planos. A cada costado del camino debía excavarse un foso de 2 varas de ancho y 2 de profundidad. El material producto de la excavación se depositaba en el centro del camino, para que este tomara una forma convexa.

Los caminos vecinales, debían tener  16 varas de ancho. Su trazado podía ser modificado por los particulares, previa autorización de la Dirección de la Provincia. Con el tiempo pasaron a ser caminos públicos de segundo orden.

Para la mantención de estos caminos se estableció un servicio de camineros. Estos habían sido propuestos ya en 1850 por el ingeniero don Luis Lemuhot[8]. Los camineros estaban organizados en brigadas, que tenían a su cargo una sección del camino. Para ser caminero se requería “tener saludo y robustez para el trabajo asiduo” y comprobar buena conducta certificada.

Debían “trabajar todo el año de sol a sol”. Los días festivos debían recorres la ruta para ver  el estado del camino “La lluvia no será motivo para que un caminero deje de trabajar. Al contrario, deberá esmerarse en corregir los daños que ella cauce al camino”.

Otras obligaciones el caminero eran: dar salida a las aguas que se aposaren en el camino, quitar el lodo, acopiar piedras para reparar las que se salían del camino y velar por los leguarios y las líneas telegráficas.

Tenían un jalón de 2 metros con punta de fierro para enterrarlo y en la parte superior una plancha o tabla que decía “caminero” y el Nº de sección encomendada. El galón lo colocaban al lado del lugar en que trabajaban. Usaban un distintivo en el sombrero. Vivian en las inmediaciones del camino que tenían a su cargo. Sus herramientas eran una carretilla de mano, una pala de hierro, otra de madera, hacha, barreta, rastrillo, azapico, pizón, balde combo martillo y un cordel. Eran empleados del estado.

En la provincia el camino troncal de Puerto Montt a Trumao, lugar de balseo y embarque de pasajeros y mercadería a corral y Valdivia, estaba dividido en cinco secciones: Puerto Montt-Puerto Varas, Puerto Varas-Puerto Octay, Puerto Octay-Cancura, Cancura-Osorno, Osorno-Trumao.

Para abrir  un camino  primero se abría una senda de penetración, luego su ensanche talando los árboles. En los pantanos se colocaban los troncos atravesados, uno al lado de otro: los planchados. En los sectores de terreno firme, se comenzó a utilizar el sistema de carril, que consistía en colocar ripio en la huella de las ruedas de las carretas. posteriormente se comenzó a lastrar o ripiar todo el ancho del camino con una capa de 20 a 25 centímetros de espesor. Los puentes eran de pilotes de madera hincados, vigas y travesaños de roble y piso de tablón labrado.

Hacia fines de siglo se estaban ripiando casi todos los caminos para hacerlos carreteros, exceptuando el antiguo camino real que estaba casi abandonado.


             
LOS CAMINOS DE LA PROVINCIA EN EL SIGLO XIX.

 Un catastro preliminar

 La red caminera de la provincia se caracteriza por:

Un centro nuclear administrativo, inicio y terminal de itinerario, de 1º jerarquía, que conecta con  centros periféricos de menor importancia

Una red troncal principal, longitudinal, central, con un eje norte-sur que conecta estas jerarquías de menor importancia.

Un entramado transversal, con muchas vías que nacen del camino troncal, desde sus extremos e intermediaciones y se expanden hacia el sector andino y costero.

Una red de conexiones en varias direcciones, entre los centros de menor jerarquía con rutas de mayor o menor relevancia.

 El camino troncal de la Colonización

 Hemos dado este nombre a la ruta trazada Melipulli que enlaza Puerto Varas, Frutillar, Puerto Octay, Cancura, Osorno y Trumao que era el término de itinerario. En ambos lugares extremos los pasajeros y mercaderías hacia destinos más lejanos eran embarcadas y despachadas en veleros y vapores.

Este camino tuvo su origen en el advenimiento mismo de la colonización alemana:

Para iniciar el reparto de tierras entre los colonos alrededor del lago Llanquihue, se inició la mensura de las chacras. No existían vías de acceso para llegar al lago. La apertura de un camino desde Melipulli hasta el lago era imprescindible, Ya que solo existía una senda que recorrió en 1851. Vicente Pérez Rosales y que describe como “un oscuro socavón de cinco leguas, practicado al través de una húmeda y espesísima enramada, cuya base fangosa se componía de raíces, troncos y hojas a medio podrir[9]

 Los tramos que se construyeron fueron en una primera etapa y su evolución posterior fueron:

1.- Desde Melipulli al Lago, por el lado sur

2.- Desde Osorno hasta Puerto Octay por el norte

3.- El camino que bordeaba la orilla accidental del lago entre Puerto Octay y el término del camino desde Melipulli.

 1.- Sección desde Melipulli al Lago Llanquihue:

  Longitud: 20 Kilómetros. La intención de construir un camino al lago Llanquihue, desde el Astillero de Cayenel para que los alerceros pudieran sacar su producción hasta el mar estaba en el despacho de la Intendencia desde 1842, pero por diferentes motivos la idea era pospuesta.

En 1852 –a instancias del Agente de Colonización- se dictó el decreto que mandaba abrir dos caminos en el continente “uno que gire entre el Seno de Reloncaví y la parte austral de la Laguna de Llanquihue; otro que ponga en contacto el departamento de Osorno y la parte septentrional de la citada laguna”[10]

El trabajo de apertura de estos caminos se le encomendó a los agrimensores Francisco Geisse y Alberto Wiesse.

En el estudio de la ejecución de los  caminos, Geisse, informa -con relación al que se origina en Melipulli- que el trazado hasta el lago mide 18.123 metros de longitud. Se proyectaban cerca de cuatro kilómetros de planchada con enmaderado de alerce, labrados en dos costados opuestos  que descansaban sobre durmientes del mismo material. El costo estimado del planchado ascendía alrededor de $700.  El ancho del camino era de 3.00 metros. El trazado además tenía que salvar dos cuestas. El valor del presupuesto por la construcción del camino ascendía a $ 3.450.[11]

Según el historiador portomontino Velásquez Torres,  el camino fue iniciado por Guillermo Hoffman y  luego continuo José Decher, un agrimensor alemán de la Escuela Politécnica de Cassel.[12]

En su construcción trabajó un contingente de milicianos de los dos batallones cívicos de Calbuco y los colonos llegados, quienes “construyeron puentes en todos los lugares donde había necesidad de ellos” Muchos de estos milicianos optaron por quedarse a trabajar cerca de la colonia. El pueblo de Calbuco se había quemado en sus dos terceras partes y muchas familias emigraron a Puerto Montt. Dice Rondizzoni que por tal causa  motivo, en 1854 no se podía establecer con certeza cual era la fuerza militar acantonada en los batallones calbucanos.[13]

Más datos sobre este camino nos aporta el Intendente Del Río quien dice que la longitud del camino cuyo itinerario se iniciaba en calle Illapel es de 19.681 metros hasta el lago. El ancho medio era de 7 a 8 varas. Durante los inicios de su construcción se contrataron peones venidos desde Chiloé, pero con el aumento de mano de obra que llegaba a los terrenos de colonización, a los pocos meses se contrataban a mas bajo precio en Puerto Montt.

Entre las anécdotas  de su construcción se destaca la dificultad en el acarreo de piedras en carretas para la base. Se tuvo que traer bueyes de otras provincias, las que por falta de pasto ramoneaban quilas dispersándose durante la noche, por lo que a la mañana siguiente se perdía un valioso tiempo en la búsqueda de los bueyes. Sin contar la permanente lluvia y el irritante lodo.

Del mismo Velázquez citado más atrás leemos que “en 1864, el camino ya estaba terminado y enripiado hasta la chacra de Joseph Emhardt en el sector de La Laja”.

A fines del siglo XIX el tráfico de jinetes, carretas y carretones por esta ruta era intenso. Contaba con los puentes carreteros Avellano, 13 metros, Arena 37 metros, Río Chico 18 metros, Río Negro 30 metros, Arrayán 23 metros, Quebrada Honda, 25 metros. Existían 5 puentes menores de 10 metros. Todos estaban  siendo refaccionados y reconstruyéndose.

 2.- Sección de Puerto Varas a Puerto Octay. El Camino al borde del Lago.

  A Geisse se lo ordenó abrir un camino bordeando el lago desde playa Maitén a Puerto Octay, continuando hasta el desagüe occidental del lago, el punto donde nace el río Maullín. A la vera de este camino se instalaron los inmigrantes alemanes, primeramente

El mismo Geisse en un informe de 1855 publica en el diario de gobierno que el camino que rodea la laguna por el poniente tiene doce leguas y en su mayor parte un ancho de tres a cuatro varas. El camino era un humedal intransitable en invierno porque los altos y tupidos árboles a ambos lados del camino impedían que penetrara el sol y el aire. Este camino comunicaba la Colonia de la orilla oeste del lago entre sí.

Todavía a fines del siglo era calificado como camino sendero para tráfico de a caballo. En el sector del Desagüe (hoy Llanquihue), origen del río Maullín se había construído en 1898/99 un puente de 90 metros de largo con pilotaje de madera.

 3.- Sección de Puerto Octay a Osorno.

 El segundo proyecto caminero que se ordenó que construyera Geisse fue el camino de Osorno al Lago Llanquihue. La longitud del trazado era de 48.804 metros. 151 correspondían a puentes, debían construirse numerosos planchados y vencer cuatro cuestas, Señala en ingeniero Greve que el estudio de Geisse tiene la particularidad de que para calcular el costo del presupuesto el agrimensor hizo “un prolijo ensayo – con veinte trabajadores actuando estos con cuatro yuntas de bueyes- del cual pudo deducir el rendimiento para calcular así el costo de construcción de todo el camino”. Es “uno de los estudios y presupuestos, originarios de aquella época, verdaderamente más interesantes” acota el citado autor.[14]

El camino se construyó en el sendero de nueve leguas de largo por dos varas de ancho construído en el invierno de 1851 por el  mismo agrimensor Geisse[15]

Hacia 1869 el estado del camino troncal de Puerto Montt a Osorno es descrito por el ingeniero Concha y Toro: “De Osorno a Cancura el camino se hace muy dificultoso, desde allí a Puerto Octay el camino era un sendero entre montes, otro sendero rodeaba el lago desde ese punto hasta Puerto Varas y allí un excelente camino de cinco leguas seguía hasta Puerto Montt[16].

A fines del siglo el sector entre Octay y Cancura es una excelente vía carretera, con dos puentes: el del Molino de 18 metros y el de Cancura de 25 metros. Desde Cancura a Osorno se encontraba en mal estado, en invierno su tráfico era dificultoso y hasta peligroso. Existía un puente que atravesaba el río Pichil.

 4.- Sección de Osorno a Trumao.

  Longitud: 26 kilómetros. Su trazado pasaba por El Roble, Bellavista, Quilacahuin. A fines de siglo se encontraba  en mal estado. En julio de 1899 el puente sobre el río Damas de 75 metros de largo fue destruido por una crecida de sus aguas, luego del cual se estableció allí un balseo provisorio.



[2] ANS Capitanía General Vol. 482 

[3] Claudio Gay: Historia Física y Política de Chile. Botánica, Tomo V Paris 1849

[4] Claudio Rosales Urrutia: Evolución de la organización espacial de la región de los lagos: Hacia una resurgencia de los espacios litorales e insulares. Revista Líder, Año 5, Nº 7 Segundo Semestre, 1999 pgs. 91-114

[6] Greve op. cit 

[7] Santiago Marín U. : Los caminos de Chile, su desarrollo y su financiamiento. Santiago Empresa Editora “La Semana”. 1930 

[8] Luis Lemuhot: Algunas observaciones sobre los caminos de Chile y modo de cuidarlos.

[9] Vicente Pérez Rosales: Recuerdos del Pasado.

[10] Ernesto Greve: Historia de la Ingenieria en Chile Volumen 2 

[11] Greve op. cit. 

[12] Para hacer una comparación de los valores en juego en este presupuesto damos algunas cifras del valor de precios y rentas en la región de Osorno a Ancud en 1853

Presupuestos caminos

Rentas Municipales

Sueldos Anuales

Precio Mercaderías

Melipulli - Lago

$ 3.450

Ancud

$ 3.887

Agente de la

Colonización

$ 2.500

Novillo 3 años

$ 5

Osorno - Puerto Octay

$ 3. 900

Calbuco

$ 232

Agrimensor

$ 414

Frazadas

$ 12

 

 

Castro

$ 55

Gobernador

Departamental

$ 365. 000

100 tablas de alerce

$ 12, 4 reales

 

 

 

 

Preceptor

$ 150

 

 

[13] José Rondizzoni: Memoria que el Intendente de Chiloé presenta al Señor Ministro de Estado en el Departamento del Interior, dando cuenta de todos los ramos de la Administración. 1854

[14] Greve op. Cit. tomo II p

[15] ib id. 

[16] Enrique Concha y Toro: Memoria sobre el Lago Llanquihue, su situación e importancia, seguido de un plano del mismo lago