Semiótica de la Pandemia
27 MARZO 2020
Una lista
larga de palabras, gestos, tecnicismos y decisiones proferidas por
“autoridades”, de extracción muy diversa, abrió en campo semántico “nuevo” en
el que reina la ignorancia -o la confusión- de las mayorías y no poca
petulancia de algunas minorías especialmente repletas de burócratas en su peor
acepción. Con sus honrosas excepciones. Sabiendo, muy relativamente, todo
lo inédito del episodio que nos impone el “coronavirus”, (y en general las
amenazas a la salud púbica) habríamos de exigirnos dosis generosas de humildad
opuestas radicalmente al tonito doctoral de algunos “expertos” oportunistas
con micrófonos o con títulos. Eso no implica suspender “lo categórico” de
las recomendaciones más útiles para la defensa de la vida. Aunque existan
muchos que confundan humildad con debilidad. Nos envuelve un miedo y una
ignorancia enorme que estamos resolviendo planetariamente con ayuda de algunos
talentos científicos no serviles al sistema. Y algunos “vivos” se aprovechan de
eso.
Tal como fue
declarada la pandemia del “coronavirus” (11-03-20) generó un paquete se
“sentido” complejo, de dudas y certezas, para un escenario global en el que la
salud de los pueblos ha sido mayormente abandonada a las aventuras mercantiles
del capitalismo. Se trata de una red de “sentido” en la que transitan
interrogaciones, y recomendaciones, tamizadas por el miedo (genuino o inducido)
y la desconfianza generalizada. En plena
crisis de credibilidad mundial nos piden confianza en su capacidad para manejar
una crisis. Ahí donde el neoliberalismo pervirtió más rabiosamente
el derecho humano a la salud, ahí se han multiplicado las muertes de manera
desbordada. Aguardan con obscenidad la multiplicación de los muertos para dar
rienda suelta a su circo macabro, interrumpido por avisos publicitarios.
Algunos subieron el “rating”. Exacerban el individualismo, deslizan su
xenofobia y aplauden soterradamente la lógica del sálvense quien pueda (o
más tenga) pero con tono filantrópico burgués… o sea falso. Los
“noticieros”, fabricados por los monopolios de medios, han exhibido toda su
estulticia y su epistemología fascista de la información. Aunque la maquillen
con sonrisas amables, medicuchos conservadores y caras de compungidos.
Demagogia de
números. Nuevamente el sistema, mudo casi siempre de realidad, vuelve a
relatarla casi exclusivamente con estadísticas. Cifras, porcentajes,
comparaciones… y frases “ingeniosas” para hacer creer que se sienten “muy
seguros” con las decisiones que asumen sin consultar a los pueblos. Opera
una especie de “aristocracia académica” que, con el pretexto de que los pueblos
“no saben”, dictan normas y decretos a granel para conducir la crisis por los
senderos que, para ellos, son más seguros. En la lógica del combate al
“coronavirus” reinan los silogismos del “estado presente” pero con pueblos
desmovilizados a punta de pánico o de verdades a medias. “Todos a su casa” a
fungir como espectadores de las cifras y de las acciones asumidas por quienes
dicen saber qué hacer ante una amenaza de la que saben poco o nada. Nadie se
imaginó una movilización de pueblos que, desde sus casas, desarrolle una
experiencia de crítica política frente a los vacíos de sentido o contra el
relleno semántico impuesto por el capitalismo para salir ganando a pesar de la
pandemia. O por eso mismo.
Experimentamos
la barbarie de una ocupación ideológica cuyo relato ha desfigurado
–profundamente- el tejido social y ha forzado el sometimiento de comunidades
enteras. Tal ocupación tiene por objeto establecer las hegemonías políticas y
militares de la opresión y acceder a los territorios de la impunidad absoluta
frente al saqueo y la explotación. La “guerra mediática” es también una
estrategia para la apropiación y explotación de la memoria histórica, de la
diversidad cultural y de la identidad de género. Consumimos el palabrerío
hegemónico como si se tratase de la verdad.
Pero el
“sentido” más importante que se produce, en el escenario de la pandemia, es esa
solidaridad humana de la que se habla poco. Esa solidaridad que prospera en el
caldo de cultivo que son las contradicciones de un sistema económico, político
e ideológico destructor de fuerzas productivas (identidades y patrimonios
culturales) a mansalva y ahora se disfraza de “salvador de la humanidad”
vestido con “cubrebocas” y batas de salubridad. Nada de lo que hablan los
técnicos, los científicos, los políticos, empresarios y farándula informativa
del sistema, tiene importancia alguna si no mencionan la base económica y
fraterna que aportan los pueblos a pesar del dolor, las incertidumbres, las
contradicciones y los errores que (incluso lógicamente) se han cometido y
cometerán en medio de una situación de “crisis” cuya dinámica no se reduce a la
aparición del virus. Hemos vivido la crisis del capitalismo por demasiadas décadas.
El relato
del poder sigue esperando que un “genio individual”, en un laboratorio privado,
con dinero y poder suficiente, descubra la “vacuna milagrosa”, la salvación de
coyuntura que traerá unos años más de respiro a un capitalismo en corrupción
acelerada. Esperanzas
del individualismo para un relato que, con su moraleja, nos adiestra para la
resignación una vez más. Salvo excepciones, como la cubana, se construye un
imaginario burgués que, de antemano, deja en manos de empresas trasnacionales
de la salud el negocio inmenso de hacer, distribuir y vender las vacunas y sus
adláteres. Ni una sola concepción comunitaria de las soluciones, los
tratamientos, la responsabilidad colectiva. “Hay que confiar en los
expertos”. Como si no supiésemos que todo el negocio oligarca de la salud, tan
desastroso, costoso y mercenario como es, lo han construido y dirigido sus
“expertos”. No se puede
tapar la lucha de clases con un virus.
Una cosa es segura dentro de toda la parafernalia semiótico-mediática que
envuelve y maquilla a la pandemia de estos días: los pueblos están entendiendo una
dimensión de la barbarie capitalista que va quedando al desnudo según pasan las
horas. El sistema tiembla por todas partes y para esconder sus temores habla en
tono “científico” y derrama dinero que antes juraba no tener. Construye un
sentido mesiánico de sí mismo. Descubre recursos donde dijo que no existían y
reinventa soluciones que juró eran imposibles. Quieren demorar, con dinero, el
despertar de los pueblos.
Tomado de TELESUR
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