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domingo, febrero 02, 2020

LOS INDIOS REYUNOS DE CALBUCO CONTRA EL GOBERNADOR DE CHILOE (1761-1765) PARTE 2


CONFLICTOS SOCIALES  EN CALBUCO HISPANO: LOS INDIOS REYUNOS  CONTRA  EL GOBERNADOR DE CHILOE (1761-1765) - PARTE 2
JOSE D. MANSILLA-UTCHAL  ALMONACID
caicaen@gmail.com


CONTRAOFENSIVA LEGAL DE LOS REYUNOS


 Y considerando que tampoco esta vez obtendrían solución a sus demandas; pese a la prohibición de ausentarse de Chiloe, salieron nuevamente desde Caicaén y Abtao hacia el norte en piraguas. Una a una fueron llegando a Concepción las piraguas de los reyunos ese año de 1764. El primero en arribar fué el constructor de navíos Lorenzo Colechu a quien el gobernador lo tenia trabajando en la construcción de dos navíos, sin pagarle su trabajo y sin darle ración, por lo que debía mantenerse con los mariscos que cogía. Agrega que Garreton tenía empleados otros indios en la construcción de piraguas para su propia utilidad.

En carta a la Audiencia de Santiago dice Teodoro Martínez de Saavedra, protector de indios de Concepción, que no bien habían salido para Santiago Colechu y sus compañeros cuando otra piragua con 16 indios, entre ellos dos caciques arribaron con las mismas quejas. Luego el 17 de febrero arribaron los caciques Juan de Aloy, Domingo Cainquel, Miguel Colipillu y Francisco Ñanco. Todos ellos se presentaron ante el fiscal de la Audiencia Melchor de Santiago Concha, exponiendo lo que había ocurrido con el mandato presidencial del 11 de agosto de 1763.

En sus descargos Garreton alega que estos indios que llegaron a la Audiencia desertaron de Chiloé antes de que él iniciara las indagaciones. Lo cierto es que en los autos remitidos a Santiago el corregidor de Castro fecha el 6 de marzo de 1764, aparece el gobernador obedeciendo la provisión del 11 de agosto de 1763, recién el 31 de enero de 1764, y estimo que lo hizo cuando se enteró de la huida de los caciques reyunos de Abtao y Caycaén hacia Concepción. En este obedecimiento, refrendado ante los escribanos Andrade y Gómez se “cuida de establecer que los caciques querellantes deben probar su demanda si quieren que les dé satisfacción[2]

Ese mismo dia se dio comienzo a las indagaciones. El corregidor de Castro emitió un auto notificando al protector de los indios naturales de la provincia José Muñoz de Alderete, asignándole cinco días a los caciques para probar su querella.
Las declaraciones de querellantes, acusados y testigos duraron todo un mes. Al tenor de las declaraciones se desprende que a los reyunos se adeuda:

18 tablones de alerce de tres varas de largo cortados en la cordillera
100 tablas de avellano
50 remos de barca de la misma madera
Toda la madera cortada y trabajada para la Galeota y barca del Rey que además han trabajado desde el principio de su fábrica.
Pago de los dias empleados en recoger los diezmos por espacio de dos años, a valor de un peso de provincia al día como se les paga a los jornaleros.
Pago de tablones para hacer cajas, 15 artesas, 15 bateas y 16 chungas, ordenados por el gobernador.
Pago de salarios por los indios ocupados como sirvientes por Isidro de Vera capitán del fuerte San Miguel, el vicario de Calbuco Joaquín de Acosta, y otros repartidos en distintas personas de ese fuerte.
Pago de dos mil chiguas de carbón
Pago de los días en que los han ocupado en acarrear leña para el capitán y gobernador.

Consultado el teniente de Tesorero Pedro de Flores y el teniente de contador interino Mateo Abraham Evrard, certificaron que en los libros de la Real Hacienda no existían partidas de pagos hechos a  los caciques de ambas reducciones. Pero que la práctica  era gratificar a los indios y caciques de dichas reducciones con trescientos pesos de “buena plata anuales, que se les reparte fielmente en tabla y mano... y que con esto han estado siempre prontos a trabajar con buena voluntad en las obras que se han ofrecido del Rey [3]

De la otra parte recusada declararon autoridades, funcionarios, soldados, gobernadorcillos de indios, caciques.  Estas declaraciones  no hacen otra cosa que avalar el proceder de Garreton y sus subordinados. Sus testimonios se pueden resumir en los siguientes puntos:

Las conas de Calbuco son indios y caciques que no tienen grado alguno y por eso se han ocupado en cortar tablas, hacer remos y en la fábrica de dos navíos. Se ocupaban siete hombres en cada cuadrilla para acarrear madera y se iban alternando.

Consideran falso que se haya obligado a la recaudación del diezmo, ya que desde tiempo inmemorial es ocupación del cacique mandón en su carácter de gobernadorcillo. La recaudación se hacía solo en dos meses y no seis y que para ello se ocupaban 2 cuadrillas de 40 hombres.

Anualmente los reyunos fabricaban una piragua de cuenta de Su Magestad, para su real servicio y la recaudación del diezmo para los gobernadores. Porque con eso se mantienen y se hace así porque no hay orden en contra y asi se acostumbra desde tiempo inmemorial.           

Pasaron, después, el corregidor de Castro, los tenientes de oficiales reales, los escribanos y el protector de indios a visitar el astillero de la fabrica de la Galota y falúa del rey para comprobar si los tablones obsequiados por los reyunos se habían destinado a la obra de la embarcación.

El Protector declaró cuantos indios conas estaban repartidos en poder de particulares y resultó:

Donde el gobernador                         2 indios
Cura de Chacao                                 1 indio
Cura de Calbuco                                9 indios
Capitan de Calbuco                           8 indios
Teniente Soto                                     2 indios
Alférez Alvarado                               1 indio
Sargento Mansilla                             1 indio
Sargento mayor de Chacao               2 indios
Alférez Pedro Mansilla                     2 indios

En total 26 indios reyunos libres reducidos a sirvientes de diferentes autoridades.

En sus descargos Garreton retruca que el no ha hecho innovación alguna al respecto y dejó todo como encontró hecho por sus antecesores. Esgrimió también el capítulo de una instrucción de Manuel Amat que siendo presidente de Chile recomendó:

“Si en Lima se le suministrase fierro viejo... y también lona de las velas de1 desecho, convendría que atrayéndose con voluntad a los indios carpinteros de su jurisdicción, construyese sin costo dos bergantines de porte cada uno de llevar cien hombres...[4]

El estamento español de Chiloé cerró filas en torno al gobernador, tensionando a toda la sociedad chilote, colocándose ambas repúblicas en posiciones antagónicas. Parte de ese clima confrontacional está reflejada en la declaración contradictoria del sargento mayor Abraham Evrard que dice:

Los indios conas de la reducción de Abtao han contribuido con quinientas chiguas de carbón para las fraguas del Rey en dos años y dos meses que Garreton gobernaba y para dar abasto a las fraguas del Rey cuando se trabajaba en el montaje de la artillería fue necesario comprar carbón a varios particulares; que el carbón de los indios de Abtao es de mala calidad y solo sirve revuelto con el bueno; que es ridículo el tamaño de las tales chiguas pues como trabajo de indios chilotes, poco y malo, algunas de ellas apenas tenía un almud de carbón y lo demás de tierra y ceniza...

según los reclamos del maestro armero Fermín Velázquez[5].

Entre las diligencias hechas por Garreton en esta etapa del conflicto se cuentan: A pedido del Protector de Indígenas el 8 de febrero de 1764 exoneró de su cargo al cacique mandón  Gonzalo Colipangui y su hijo que hacia de sargento mayorcillo. Exoneró a los caciques e indios graduados de la obligación de trabajar en los barcos y en el corte de maderas, mas no de las faenas en los fuertes. El mismo Garreton declara que tuvo necesidad de ocupar a los indios de las reducciones de Abtao y Caycaén  en obras de Su Magestad, que no les pagó cosa alguna por tener ellos una asignación de trescientos pesos anuales que recibían cuando se  repartía a la tropa el Real Situado.
Con relación a la orden del 11 de agosto de 1763 que le fue entregada por el corregidor de Castro que manda pagar a los indios por los trabajos, y en atención a las declaraciones de las partes y considerando que la construcción de los barcos fue hecha por orden del actual virrey, Garreton como Juez Conservador de la Real Hacienda suspende esos pagos dejando la determinación al Presidente, Gobernador y Capitán General de Chile. Sin embargo, se compromete a pagar los tablones, artesas, bateas y chungas, a pesar de que fueron obsequio de los indios a su gobernador y que en el futuro pagara el importe de cuatrocientos pesos de provincia a los recaudadores de los diezmos y las correspondientes raciones diarias.

Queda en la espera de la resolución del presidente y escribe una representación que adjunta a los autos que dice:

Don Juan Antonio Garreton.... Dice que ha visto las representaciones hechas por las reducciones de Calbuco y Abtao...y bien persuadido que la voluntariedad de los indios es causa de tanto alboroto sin tener fundamento para ello... pues no ejecutando por sí estas operaciones sino producidas de agena influencia que lo animan...es causa que anden de este modo vagantes... I no poniendo remedio a estos desordenes se aumentará este pernicioso vicio de fugas... Por lo que se hace preciso en este caso  y en otros semejantes... se haga alguna particular demostración de castigo para enmienda de los que lo ejecutan y ejemplo de los demás. I no siendo así ... le será a este gobierno ... imposible mantener la provincia en buen  régimen pues... no me queda duda que dejándoles esta puerta abierta se animarán y de la provincia apartándose  de la pública obediencia y cristiandad porque no aspiran a otra cosa sino es al ocio y libertad que llegará el tiempo de negar la obediencia al gobierno y demás justicias…según ejemplos que se han visto y la experiencia enseña que esta nación necesita de sujeción...[6]

Al día siguiente, 11 de febrero el corregidor de Castro ordena que los autos se remitan a la Capitanía General para su decisión.

Pero hace dias que las popas de las piraguas de Abtao y Caycaén dejaron atrás el Golfo de los Coronados y la punta de La Galera. Ya en Concepción se han entrevistado con el protector Saavedra y han llegado a Valparaíso y desde allí por tierra a Santiago. El oidor de la Real Audiencia Melchor de Santiago Concha pone en conocimiento del presidente nuevamente lo escrito por los caciques de Abtao y Calbuco y le solicita que se emita una segunda provisión con más fuerza y dirigida a “persona de mayor representación” para que la haga cumplir, solicita además que el corregidor de Castro envíe los autos que se han debido obrar en cumplimiento del decreto del 11 de agosto de 1763.

El 04 de abril de 1764, el presidente Guill de Gonzaga mandó que se cumpla el decreto del 11 de agosto, ordenando que el corregidor de Castro entregue los autos al sargento mayor Mateo Abraham, a quien se le otorga comisión para que practique las diligencias encomendadas al corregidor. Se les notifica al corregidor, gobernador, justicias y mandones de la provincia que en el caso de hacer la mas leve vejación a los caciques e indios querellantes se les aplicará una multa de mil pesos con apercibimiento a presentarse en los Tribunales y perder el cargo.

Mientras por una puerta de la Audiencia salía la nueva provisión  rumbo a Calbuco, por otra ingresaban los autos enviados por el corregidor Vargas desde Chacao. El 26 de abril el presidente ordenó que los papeles se adjuntaran el expediente de la causa, sin  innovar en lo mandado. Son los antecedentes que hemos tenido en vista.

Esta segunda provisión fue traída a Chiloé por los caciques reyunos Juan Aloi, Miguel Colipillu y Francisco Ñantu, fugitivos que estaban de Calbuco. El mismo Garreton acusa que cuando llegaron los caciques desde Concepción se quedaron tres dias en Carelmapu en casa de Diego Marverde y que desde allí despacharon emisarios a distintos parajes de la provincia comunicando a sus parciales “novedades de estraños sentidos a fin de conmover los ánimos...dando ocasión a que el libertinaje del vulgo levantase quiméricas noticias...[7]

Los caciques llegaron a Castro el 8 de julio de 1764, encontrándose con la noticia que Mateo Abraham había muerto. Al dia siguiente solicitaron al sargento mayor subrogante la apertura de los pliegos y que ordenara su ejecución. Abiertos estos ante los escribanos se notificó al corregidor de Castro para que emita autos de las diligencias ordenadas. Vargas contesto por escrito desmintiendo a los indios de no haber hecho las diligencias necesarias.

Ese mismo dia el protector Muñoz de Alderete solicitó el pago a los caciques y conas de Abtao y Calbuco como mandaba el capitán general, pues hasta la fecha no se les había abonado ni medio real. Replicó el sargento mayor interino que no habia lugar a la petición por cuanto los autos se habían remitido a Santiago y dejado la decisión de lo demandable en manos del capitán general del reino.

Nuevamente pasaron meses sin resolverse la cuestión. Mientras tanto Garreton convocó a los caciques en Chacao con el fin de interrogarles si era verdad que se habian concertado nombrando a Juan Aloi y Domingo Cainquel  para representarlos ante el presidente porque estos decían representar a todos los caciques en sus quejas. Según Garreton respondieron los caciques a coro que no tenían conocimiento de las fugas de  los nombrados por que cuando esto ocurrió ellos estaban en Chacao.

Una tercera provisión había sido emitida por el presidente y dada a conocer en castro el 4 de mayo de 1765, donde se ordena pagar a los reyunos según lo estipulado en 11 de agosto de 1763. Esta provisión se publico por bando el 17 de mayo en Chacao.

Sin embargo un hecho producido por el propio Garreton vino a definir los acontecimientos: En una carta dirigida al presidente Guill y Gonzaga las emprende contra los jesuitas diciendo que si de la provincia “salieran tres jesuitas...lograría la Sagrada Compañía de Jesús hacer el mayor obsequio a Dios y quedaría es provincia en una gran tranquilidad[8]

En dicha carta acusa que los misioneros habian escrito cartas anónimas en contra del gobernador Santa Maria denigrándolo, que la embarcación que conducía las cartas se perdió y Santa Maria intercepto las notas por casualidad y las presento a su despacho. Al mismo tiempo Garreton presento su renuncia al cargo de gobernador. Nuevas indagaciones llevaron a la conclusión al fiscal de la Real Audiencia que Garreton había violado la correspondencia de los jesuítas en Chiloé y para evitar mayores perturbaciones, pide que se  le separe del oficio de gobernador.

Posteriormente el fiscal Concha informó al Capitan General en agosto de 1765, que consta no haberse aliviado en nada a los indios a pesar de lo ordenado por el presidente a Garreton, y que ahora se sumaba la causa criminal por apertura de correspondencia. Pide al presidente que se le destituya de su cargo y se le impongan las penas que por fuero y derecho ha incurrido, para que en el futuro sucesor de Garreton guarde y cumpla los capítulos específicos en los autos. No sabia el fiscal que Garreton ya había pagado.

El 17 de agosto de 1765 el presidente ordenó que se haga como pide el fiscal y que el nuevo gobernador actuara con los indios conforme a las ordenanzas del marqués de Casa Concha, las cuales para refrescar la memoria de encomenderos y otros se pregonaran por bando en la provincia de Chiloé. Todavía en Santiago y recién nombrado el nuevo gobernador Manuel de Castelblanco recibió estos mandatos del capitan general el 11 de septiembre de 1765.

El nuevo corregidor de Castro B. Gregorio Gómez, en nota fechada a 20 de octubre de 1765, dice que “en cumplimiento de lo mandado, se pagaron a los indios de Calbuco y Abtao tres mil pesos por sus jornales, dos mil en reales y mil en efectos, fuera de cien pesos mas que se tenían por recibidos...” con cuya cantidad según presentación escrita de su protector quedaron conformes y se repartieron entre 310 hombres, tocando la mayor parte a 96 reales c/u y quedaron en paz, libres de servicio personal y demas obligaciones en que los tenían los gobernadores, por lo que agradecieron al muy ilustre señor Presidente y rendían las debidas gracias a Su Magestad. [9]

Los reyunos cobraron por sus salarios la suma de cinco mil setecientos cincuenta reales a excepción de la comida. Examinadas las cuentas por Garreton les propuso transar en dos mil pesos de palta y cuanto diere de diezmo el partido de Quinchao. Deliberando caciques y Garreton en el palacio del gobernador se transó en tres mil cien pesos de plata que en pesos de la provincia equivalía a 12.400 pesos. El pago se hizo el 28 de mayo de 1765.

Pasó el corregidor de Castro al fuerte San Miguel a hacer pagar a los indios repartidos en particulares en ese lugar. Allí los reyunos confesaron haber sido pagados y satisfechos. El único que no pagó fue el cura de Calbuco Joaquín de Acosta quien dijo “no estaba obligado a la paga por haberse servido de los indios a titulo de doctrinero sin exigirles frutos o recensiones”. Quedaron en adelante los indios desligados de servirle personalmente.

En sus descargos finales Garreton expone que pagó de su propio peculio los tres mil pesos, que se reintegró de las Cajas Reales solo quinientos pesos quedando en la pobreza total, no teniendo ni un platillo en que comer. Pide a la Real Hacienda que examine las cuentas porque se esta pagando trabajos que se hicieron por cuenta del rey. El Contador Real Lorenzo de Arrechea concluyó la revisión estimando que debía devolverse a Garreton 859 pesos 3 reales pues esa parte era por cuenta del rey. Sentenció el oidor Aldunate que como esa suma se invirtió en la fábrica de las dos galeotas de orden del señor virrey, Garreton debía recurrir al virrey en Lima para solicitar su reembolso.

En nota al capitan general, se queja de que se dirigió  contra él toda la fuerza de la justicia, que no hizo innovaciones, pues lo que ejecutó lo halló establecido de sus antecesores. Que su corto sueldo no le alcanzaba ni para papel y sólo contaba para su mantención con los diezmos que los indios recogían. Con el nuevo orden de cosas, argumentaba, el gobierno de Chiloé sólo se podrá conceder en adelante como destierro.

EPÍLOGO

Al parecer Garreton pasó a Lima, allí su superior Amat, le canceló las diferencias y lo volvió a nombrar Gobernador de Chiloé. En 1773, lo volvemos a encontrar en un momento de gran convulsión en la sociedad chilote. Los indios tributarios abogan por la extinción de la encomienda en Chiloé. El dia 24 de diciembre 28 caciques presentaron sus quejas en San Carlos, Garreton les contestó en voz alta que nunca saldrían de las encomiendas, atemorizándolos en vez de buscar soluciones.

Con relación a los indios reyunos de Calbuco y Abtao, en 1767 el gobernador Manuel Fernández de Castelblanco se quejaba en 1767 que los indios de la reducción de Calbuco:

según el estado en que están cada día se va radicando ellos nuevas imposiciones, que ya no es llevadero ocuparlos en cualquier servicio del rey dándoles el premio diario que está ordenado...ya que en obedecimiento al despacho de una embarcacioncilla piragua para registrar la costa de esta provincia hasta la punta de La Galera en la plaza de Valdivia ...y en tratos con el gobernadorcillo Juan Aloi...habiendo llegado al término del trato de cuanto les debía pagar... quince pesos no de provincia sino de plata de cruz y lo firmaron Su protector y dos soldados infantes conmigo para que conste...[10]

En 1768 los indios reyunos están ocupados en  construir las defensas militares de San Carlos de Ancud en tiempos de Carlos de Beranguer, quien le llamaba la atención esta milicia siempre “envuelta en su extraño traje de poncho”. Para entonces se habia fundado la villa de San Carlos, el gobierno de la provincia se habia trasladado a ese lugar. También Chiloé había sido separado del reino de Chile y anexado al Perú. Los indios encomenderos debían dirigir sus reclamos a Lima.
Fueron acusados por los gobernadores y exploradores de incitar a los indios tributarios de abogar por su libertad y salirse de las encomiendas. El mismo Castelblanco escribe: “la altanería de los indios ha llegado a tan alto grado que solo falta declararse por libres”.

Agregaba que los indios tributarios se sentían postergados frente a los reyunos de Calbuco[11] y que los indios encomendados se acercaban a los reyunos con el propósito de intentar pasar por oriundos de Calbuco y quedar asi liberados de encomienda y tributo[12]. Además, los reyunos eran considerados ladinos porque la mayoría sabia hablar castellano y veliche y muchos sabían leer y eran expertos en pleitos y en eso asesoraron a sus compañeros de etnia.

Otra apreciación es la del marino andaluz, Moraleda: “En los reyunos hay una especie de soez altanería, que como característica de ellos los distingue de todos los demás...”[13]
Hacia fines de siglo, y como consecuencia de la guerra de España contra Francia habian cedido y hecho oblación como donativo al Soberano de los 300 pesos con que Su Magestad los gratificaba anualmente[14]

Según Olguín Bahamondes la importancia del paso dado por los reyunos fue determinante en el problema que por entonces tensionaba la sociedad chilote: La supresión del servicio personal en el régimen de las  encomiendas[15].

El coraje y su perseverancia para buscar la justicia en Santiago y la dignidad que tenían de andar libremente por islas y pueblos fué un poderoso estímulo para la lucha que posteriormente dieron los caciques tributarios del archipiélago chilote en los estrados de Lima procurando la supresión de las encomiendas, las que fueron definitivamente abolidas en Chiloe el 1º de octubre de 1780 y comunicadas por bando a pregón y caja en la ciudad de Castro el 26 de marzo de1782.

CONCLUSIÓN

Finalmente, luego de haber mostrado a los reyunos en sus acciones, y como reaccionaron a un mundo jurídico que le habia sido traído desde fuera, impuesto por los conquistadores, operando insidiosamente con fuerzas y modos económicos sobre los que ellos no tenían ningún control, mundo que ellos mismos, incluso sin darse cuenta, han contribuído a mantener; pero que siendo desbravados a la fuerza para acoplarlos cada vez a las nuevas exigencias que les imponían los gobernadores, estos indios reyunos han terminado por rechazarlas a riesgo de la vida. Los hechos presentados demuestran que estas nuevas exigencias fueron impuestas por el gobernador en beneficio personal y en perjuicio de los reyunos.

Este es el sentido de este trabajo, mostrar esta Historia como ejemplo para que sirva para la acción, para acción histórica. Podemos simpatizar o no con estos indios reyunos. Pero sí tenemos que reconocer su existencia. Reconocer a través de estos hechos que en diferentes momentos históricos – incluso de nuestra Microhistoria Local- hubo hombres cuya acción contribuyó a cambiar profundamente la sociedad, como este grupo de  los 310 indios reyunos que cambiaron las imposiciones de los funcionarios del más grande imperio de la Humanidad de la época.

San Miguel de Calbuco, octubre de 2005


[1] Este artículo fue publicado en la Revista ESPACIO REGIONAL Revista de Estudios Sociales del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de los Lagos Volumen 2, Número 3 Año 2006 Osorno Chile pp. 29-45
[2] Silva: Historia (inédita) EN: ANS FV Vol 141
[3] Algunos indios en contra de sus encomenderos 1756 ANS CG Vol 510.  Ya hemos visto que el pago era en especies y su pago comenzó a desregularizarse en  tiempos del gobernador Santamaría
[4] Algunos indios en contra de sus encomenderos 1756 ANS CG Vol 510
[5] Algunos indios en contra de sus encomenderos 1756 ANS CG Vol 510. Citamos este personaje por cuanto fue Alférez de Infantería en el fuerte San Miguel y en 1750 llevó una expedición hasta la isla de Tenquegüén (frente al actual Puerto Aysén en la mar océano) donde edificó el fuerte San Fernando de Inche y se hizo acompañar por caciques de la reducción de Calbuco y Abtao los que se quedaron de custodia en el fuerte durante 18 meses hasta que se despobló.
[6] Algunos indios en contra de sus encomenderos 1756 ANS CG Vol 510
[7] Algunos indios en contra de sus encomenderos 1756 ANS CG Vol 510
[8] Expediente contra varios indios de Chiloé por violación de correspondencia 1765 ANS CG Vol 323
[9] Algunos indios en contra de sus encomenderos 1756 ANS CG Vol 510
[10] Manuel Fernández de Castelblanco al presidente de Chile 1767 ANS CG Vol 664 fs 177
[11] Carlos Olguín Bahamondes: Instituciones políticas y administrativas de Chiloé en el siglo XVIII  (Santiago 1971), 36
[12] Urbina  Población Indígena (2004), 275
[13] Urbina  Población Indígena (2004), 117.
[14] Cuadernos de Caicaen Historia y Folklore desde las Islas no 6 (1997), 21
[15] Olguín Instituciones (1971),127


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