El papa Francisco envió este sábado una carta al arzobispo
de San Salvador, José Luis Escobar Alas, en ocasión de la beatificación de
monseñor Oscar Arnulfo Romero, asesinado en 1980.
A
continuación se reproduce el texto del sumo pontífice:
"La
beatificación de monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez, que fue Pastor de esa
querida Arquidiócesis, es motivo de gran alegría para los salvadoreños y para
cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia. Monseñor
Romero, que construyó la paz con la fuerza del amor, dio testimonio de la fe
con su vida entregada hasta el extremo.
El
Señor nunca abandona a su pueblo en las dificultades, y se muestra siempre
solícito con sus necesidades. Él ve la opresión, oye los gritos de dolor de sus
hijos, y acude en su ayuda para librarlos de la opresión y llevarlos a una
nueva tierra, fértil y espaciosa, que ”mana leche y miel“ (cf. Ex 3, 7-8).
Igual que un día eligió a Moisés para que, en su nombre, guiara a su pueblo,
sigue suscitando pastores según su corazón, que apacienten con ciencia y
prudencia su rebaño (cf. Jer 3, 15).
En
ese hermoso país centroamericano, bañado por el Océano Pacífico, el Señor
concedió a su Iglesia un Obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los
hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor. En tiempos de difícil
convivencia, Monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño,
permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su
ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y
marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo
Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse
plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas.
En
este día de fiesta para la Nación salvadoreña, y también para los países
hermanos latinoamericanos, damos gracias a Dios porque concedió al Obispo
mártir la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo, y fue moldeando
su corazón para que, en su nombre, lo orientara e iluminara, hasta hacer de su
obra un ejercicio pleno de caridad cristiana.
La
voz del nuevo Beato sigue resonando hoy para recordarnos que la Iglesia,
convocación de hermanos entorno a su Señor, es familia de Dios, en la que no
puede haber ninguna división. La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se
asume hasta sus últimas consecuencias genera comunidades artífices de paz y de
solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en
América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en
levadura de reconciliación para la sociedad.
Monseñor
Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la
concordia. Es necesario renunciar a ”la violencia de la espada, la del odio“, y
vivir ”la violencia del amor, la que dejo a Cristo clavado en una cruz, la que
se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan
crueles entre nosotros“. Él supo ver y experimentó en su propia carne ”el
egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance
a los demás“. Y, con corazón de padre, se preocupó de ”las mayorías pobres“,
pidiendo a los poderosos que convirtiesen ”las armas en hoces para el trabajo“.
Quienes
tengan a Monseñor Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como
protector e intercesor, quienes admiren su figura, encuentren en él fuerza y
ánimo para construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden social
más equitativo y digno.
Es
momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los
desafíos que hoy se afrontan. El Papa participa de sus esperanzas, se une a sus
oraciones para que florezca la semilla del martirio y se afiancen por los
verdaderos senderos a los hijos e hijas de esa Nación, que se precia de llevar
el nombre del divino Salvador del mundo.
Querido
hermano, te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí, a la vez que
imparto la Bendición Apostólica a todos los que se unen de diversas maneras a
la celebración del nuevo Beato".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario