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jueves, julio 13, 2006

MONTE VERDE

Por Pablo Katz
Biólogo Marino


RECREACION DEL SITIO MONTEVERDE. Tomado de:TOM D. DILLEHAY: MONTE VERDE. UN ASENTAMIENTO HUMANO DEL PLEISTOCENO TARDIO EN EL SUR DE CHILE

(La Coloración Arbitraria es nuestra. C. de C)


Bajo un cielo en constante amenaza y en una época donde las catástrofes naturales remataban la obra creadora de la última era glacial, un grupo de cazadores recolectores; inimaginables en su apariencia pero capaces de caminar grandes distancias, detuvo su silente paso y levantó un rudimentario campamento en medio de un remoto bosque inextinguible. Allí pudieron establecerse, descansar y recuperarse de las heridas tras perseguir gigantescas bestias. A lo mejor rieron mientras comían carne en abundancia y nadie sabe si alguno de estos hermanos sintió en el ocaso sur austral un extraño sentimiento de trascendencia, en el tiempo milenario.

Por supuesto que sin saberlo y buscando supervivencia, a la orilla de un helado río, después llamado Chinchihuapi, fundaban los cimientos de nuestra verdadera nacionalidad y perfilaban la vocación de un destino americano. Estos hombres del bosque no reconocieron los textos tradicionales de historia y obligaron a rescribir todo lo que se creía saber respecto del poblamiento sudamericano. Son el primer vestigio del ser humano en esta lluviosa tierra sureña, cuando el hielo glacial estaba muy cerca y los grandes cataclismos sumados a fuertes erupciones volcánicas modelaban el sur austral, tal como lo conocemos hoy en día. Compartimos con ellos el mismo sol y la misma luna, en lenguas pretéritas posiblemente también se quejaron del exceso de lluvia o la escasez de comida. Un ya lejano día dominaron el bosque húmedo, se alimentaron de él, conocieron sus remedios, viajaron, vivieron y finalmente murieron en su entorno. Humanos como nosotros, soñaron con un mañana mejor.

Se perdieron en la noche de los tiempos, no se sabe si huyendo de algún cataclismo o algún terrible enemigo. El fuego del fogón se extinguió lentamente. Uno de los pequeños pisó en el barro que luego cubriría la arena y pasaron 12500 años (¡Ciento veinticinco siglos, nada menos!) para que, gracias al azar, la turba anóxica, la perspicacia de la lugareña familia Barría y la constancia científica del antropólogo Tom Dillehay, se descubriera comprobadamente su aún misterioso paso por el mundo. El tiempo pareció haberse detenido para que este lugar tuviese su historia. En pleno sur de Chile, Monteverde es ese extraordinario espacio singular. Los alimentos, herramientas, cordeles con nudos ballestrinque incluidos y demás restos que allí se encontraron son el invaluable recuerdo ancestral, que nos distingue como región.


La tribu eligió donde erigir su primigenia obra colonizadora. Mediante estacas y pieles levantaron sus tiendas. Sus huellas y vestigios hoy se guardan bajo normas y condiciones seguras de importante evidencia científica. Ese entorno y el poder apreciar los restos, o sus replicas, exactamente donde lo hallaron los investigadores constituyen un privilegio en el cual, con el derecho de habitante sureño actual, se debe insistir. Ellos mismos, los monteverdinos, seguirán defendiendo su existencia que ya tuvo un noble sentido al explicarnos su mundo, de bosques y glaciares, tal como ellos lo conocieron. Así esta historia tendrá un comienzo y en eso, se llegue algún día a comprender un final.

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