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sábado, abril 01, 2006

CHILOE, BOTANICA DE LA COTIDIANIDAD


NUEVO LIBRO DE RENATO CARDENAS ALVAREZ y
CAROLINA VILLAGRAN MORAGA

El miercoles 29 de marzo, tuvimos la alegría de estar presentes en el Lanzamiento del nuevo libro de Renato Cárdenas y Carolina Villagrán: CHILOE, BOTANICA DE LA COTIDIANIDAD. La Sala Alonso de Ercilla de la Biblioteca Nacional de Santiago se llenó de lahuales, chilcas, papas, hierbabuenas y notros a través de las palabras de Cárdenas, uno de los artífices de la moderna chiloenidad. Hubo después de la presentación un diálogo que versó en parte sobre el peligro de la extinción del bosque sureño.
Hemos extractado parte de la Introducción del texto, introducción que para nosotros es una declaración de amor a la tierra nuestra:

1. NATURALEZA, CULTURA Y COTIDIANIDAD (Fragmento)

Soñar con árboles -me dijeron en Quinchao- anuncia riqueza y buena salud, especialmente si están florecidos.

A1 chilote le resultaría muy difícil vivir sin árboles. O sin llu­via. Y, por cierto, las flores salen como un regalo no sólo del monte sino de la antesala de la casa, de ese jardincito que toda familia hace crecer con tanto esmero como su huerta.

Desde muy antiguo sus ancestros veliche cultivaron esta rela­ción entre seres humanos y naturaleza, permitiendo que la hier­ba entrara hasta a sus casas y creciera sobre sus techos; se hi­ciera pichana, tablazón y canasto; madurara en fruto, papa y medicina.

Desde los bosques, playas y mares se ha fundado lo substan­cial de nuestra cultura local. Si existe una región de nuestro país donde el medio ha determinado tan profundamente a sus habitantes es, precisamente, en la nuestra.

Los habitantes de estas regiones vivieron sobre la tierra. Nave­garon sobre sus aguas. Atravesaron el bosque. Otearon los hori­zontes y el cielo. La intervención sobre la naturaleza fue míni­ma. La desgarraban sólo cuando era necesario, porque estaba al alcance de la mano, pródiga, pero también dura, resistente.

La llegada del europeo facilitó la acción depredadora. Sus he­rramientas de acero abrieron paso al homo sapiens, ya no como domesticador de ese medio, sino como amo de él. En su afán civilizador el ser humano proyecta sus visiones de mundo, pero el medio -a su vez- las determina dialécticamente. Domesticar, dice "EL PRINCIPITO", consiste en crear vínculos.

El huilliche y el canoero chono habían establecido un código de relaciones con la naturaleza que hasta el presente nos sor­prende. Practicaron este vínculo en la vida diaria, viviendo con el bosque, entendiéndolo a partir de una visión mágica, mítica, afectiva y racional de la vida. El bosque, el mar, el arroyo, el Camahueto, o el pudú, al igual que cada uno de los seres humanos, estaba integrado a un sistema mucho mayor que es el universo, el cosmos. Ellos trazaron los principios de una disciplina que hoy llamamos ecología.

Continúa más adelante Renato, con sus observaciones, certeras, responsables e inquietantes.

Pero hace unas décadas los japoneses "descubrieron" que en nuestros mares se producía un par de algas rojas con un alto concentrado de agar-agar, producto base para la fabricación de un centenar de productos para la cosmetología, farmacia y otros. La fiebre de las algas en nuestra región creó una pobla­ción flotante que llegó de distintas ciudades del país. Se arrancharon en carpas de polietileno y vivieron por meses rastrojando los fondos marinos hasta acabar con el recurso.
...
La gente de nuestra región domeñó esta intrincada geografía y la hizo navegable. Le construyó dalcas, mitos y leyendas. Al viento y a los cuatro espacios del universo los colmó de pre­sencias. Sacó de sus playas los mariscos más pródigos de la creación y de sus mares los peces más sabrosos del planeta.

En este lafquenmapu, en esta orilla, en este borde marino, gran parte de nuestras comunidades trazó el patio de sus juegos y diseñó sus primeras utopías.

El chilote es, por excelencia, el habitante de la costa. Moldeó su hábitat frente al mar reposado del interior, que más parece un lago que un océano capeando el temporal entre las islas. A él le correspondió habitar la orilla de ese valle glaciado, entre la cordillera de la costa y la de los Andes; heredó el legado de los hielos: la depresión central haciéndose mar interior, desintegrándose en archipiélagos y lagos. El Valle de Chile central produjo al huaso. Nosotros a los marinos, navegantes.

La verdadera huerta chilota es marina. Las grandes bajamares o pilcanes dejan al descubierto un festín de nombres que pue­den todavía ser parte de nuestra carta de alimentación: tacas, navajuelas, culenges, chaperines, huepos, choritos, comes, colles, melonges, palo-palos y machas, o conquihuenes es como los llaman los cucaguanos. La cholga, el erizo, el piure y el loco se mariscan hoy con buzos. El cangrejo es para sacarlo en las noches de plenilunio, en pleno invierno, con el pestañeo alucinante de los faroles.

Eso si tenemos suerte y los tramperos industriales no han pa­sado antes que nosotros. Como ocurría con los Cuchivilus, esa serpiente con cabeza de cerdo, de cuchi. Estos depredadores de los esteros se comían los peces que quedaban atrapados en los corrales de pesca, esos cercados de varas que eran como redes de madera. El SERNAP prohibió su uso y en un par de décadas casi han desaparecido. No sabemos si el Cuchivilu también abandonó estos espacios; al menos parece que no es animal de mares adentro, porque las salmoneras no se han quejado de él, y los cadáveres baleados que uno encuentra en las playas corresponden solamente a lobos marinos.

El regulador de nuestro medio ha sido tradicionalmente la marea y los rústicos instrumentos artesanales con que se pes­ca y marisca. Un periodo al mes hay una marea, con tres o cuatro días para mariscar. Cada marea habilita la playa por un par de horas. El lugareño estaba condicionado a esas normas que impone la naturaleza. Sus herramientas son el palde y el gualato, arcaicos resabios del palo de plantar. Pero cuando apareció el buzo la naturaleza fue burlada, porque para este anfibio no hay mareas.

Esta región está siendo llevada de a pedacitos. Fueron los es­pañoles quienes comenzaron a explotar masivamente el bos­que chilote, inicialmente tras el alerce, que durante la colonia fue solicitado por Perú y otros sitios...

El bosque significó para los pehuenche el pan. Para los chilotes fué la casa, la embarcación, las herramientas y la medicina o lahuén. "...en la actualidad cerca del 80 % de la flor-a nativa es reconocida todavía con nombres vernaculares y utilizada en la vida diaria para resolver diferentes necesidades de los pobladores”. Esto nos habla de supervivencias. El padre Wilhelm de Moesbach, en su Botánica Indígena de las 750 especies que registra, más de 620 tienen nombres propios en la lengua vernácula.

Esto nos habla de una integración. De diálogos, de alianzas entre el ser humano y su medio.

Durante las últimas décadas nuestra región sur se ha transfor­mado en un sitio de confluencias de intereses económicos que invierten en la explotación de nuestros recursos naturales. E1 estado chileno no ha previsto el calamitoso proceso de dete­rioro de nuestro medioambiente y los acelerados ritmos a que se lleva a las nuevas relaciones económicas, sociales y comu­nitarias que se establecen.

La nueva sociedad que se impone es, a veces, reacia a la inte­gración, a los sincretismos y a otros procesos de encuentro que en alguna medida funcionaron en otros momentos de nuestra historia.

El nuevo sistema quiere incorporarnos al siglo XXI, pero sin escuchar la milenaria voz de esta sociedad ni sus consejos. A lo más les interesa la anécdota festiva; el chascarro de la tradi­ción; el exotismo y la postal, que pudieran ser un buen condi­mento para un turismo primario. La crisis está planteada. Los jóvenes tienen puestos los ojos en esa sociedad exitista, rápi­da, de parcas y buenas camionetas que, desde hace una déca­da, se está 'haciendo cargo de la economía de la región. `Al menos la juventud se queda en su tierra ", filosofan con re­signación los antiguos viajeros patagónicos. Ellos hicieron crecer a sus familias, a costa de separaciones y sufrimientos. No desean una suerte similar para sus hijos y nietos.

La crisis está planteada. Nuestros gobiernos deberían planifi­car sobre la base de los destinos económicos e históricos de sus regiones que no están trazados desde hoy, sino desde muy antiguo. Para esta región sur el bosque debe entrar en veda definitiva. Ya se le ha entregado una cuota suficiente de depre­dación al mundo industrial. Nosotros necesitamos un medioambiente como el que todavía conservamos, con mares y lagos limpios y con árboles en pie. El bosque que nosotros poseemos tiene la riqueza de lo prístino, de lo natural. En po­cos sectores de( planeta encontraremos un cosmos vegetal con la pureza del nuestro.

En las décadas siguientes el mundo pagará por ver bosques como los nuestros. Se pagará por ver un árbol de más de mil años. Se pagará por ver ese intrincado mundo de insectos, la filigrana de las hepáticas, el verdor de los musgos, la transpa­rencia de los helechos, los mil colores de los líquenes, con aves y sonidos que una plantación de pinos no puede entregar.

Los pueblos originarios lograron equilibrar el conocimiento personal e histórico, su experiencia y la memoria comunitaria, en una misma suma. Este trabajo quiere ser testimonio del profundo sentido que la naturaleza adquiere cuando el lugare­ño vive en relación plena con ella. Así, cuando se corta un bosque no sólo se está atentando contra el ecosistema con la máxima diversidad biológica de nuestro territorio, sino que también se están mutilando esas relaciones y ese conocimiento Se apaga un mundo que es la historia del ser humano en m parte del planeta.

[Tomado del texto aludido pp. 3-9]

El texto de 365 páginas se inicia con una Introducción hasta la página 66 donde los autores explicitan la naturaleza, cultura, cotidianidad, el mundo vegetal de Chiloé , un extenso capítulo dedicado a la papa, el chamanismo y la medicina, la cultura de la madera y las plantas tintóreas.

En la Segunda parte un completísimo Diccionario Botánico de la Cotidianidad, donde se refleja el trabajo de más de 7 años de los autores.

El libro es un aporte más al conocimiento de los Archipiélagos, realización de estas dos grandes figuras de la ciencia y la cultura.


JOSE MANSILLA ALMONACID

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pedí este libro en la biblioteca de mi U, quisiera saber donde lo puedo comprar, lo busque el librería antártica y no lo encontré. agradecería mucho alguna información.
Saludos