NICOLÁS DEL TECHO
HISTORIA
DE LA PROVINCIA DEL PARAGUAY DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
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TOMO
SEGUNDO * LIBRO
CUARTO
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CAPÍTULO IV
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EL P. DIEGO DE
TORRES DA BASTANTES DISPOSICIONES ÚTILES PARA LA PROVINCIA.
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Grandes eran los progresos de
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Grabado Inserto en Historia del Reyno de Chile de Alonso Ovalle S. J:
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CAPÍTULO V
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SON
EVANGELIZADAS LAS ISLAS DE CHILOÉ
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Próximas á la isla de Chiloé, que antes
hemos descrito, hay otras cuarenta, cual satélites alrededor de un planeta ó
ramos cerca del tronco; su vista causa alegría, turbada con frecuencia por
vientos repentinos y horribles tempestades; nunca se navega por el archipiélago
de Chiloé sin grave peligro de que el mar se agite. Las costumbres de sus
habitantes son iguales á las que tienen los de la isla mayor; idénticas sus
casas y alimentos, pero su estupidez es mayor. En una de estas islas se
establecieron ochenta españoles cuando los rebeldes chilenos destruyeron
varias ciudades; allí edificaron un fuerte. La mayor parte de ellas están
poco pobladas, y dan sus moradores por razón, que los piratas desembarcan
frecuentemente y se llevan cuantos cautivos pueden, á fin de emplearlos en
trabajos forzosos, no obstante la oposición de las autoridades. Las islas de
Chiloé están administradas por un gobernador. Tan luego como los Padres
Melchor Vanegas y Juan Bautista Ferrusino tuvieron orden de ir á ellas, se
embarcaron; en alta mar los sorprendió una tempestad que los arrojó á la
costa de Chile dominada por los insurrectos; bajaron de la nave y en vano
solicitaron la celebración de una entrevista con los araucanos en las ruínas
de Valdivia. Calmados los vientos prosiguieron su viaje, llegando felizmente
al puerto de la isla mayor. Contaban los indígenas que en todos los sitios
donde las misioneros celebraron misa durante su primera expedición, se veían
luces prodigiosas y en medio un altar radiante y espléndido: estos milagros hicieron
crecer el ascendiente de los Padres, quienes después de confesar á los
españoles, aunque sabían muy bien lo peligrosas que eran aquellas aguas,
navegaron en una barca, diciendo que sería indigna cosa temer las olas,
cuando los piratas se exponían á su furor por apresar hombres, empresa
indigna de ser comparada á la de salvar almas. Ningún sacerdote había en las
cuarenta islas, excepción hecha del que moraba en la fortaleza de los
españoles, por cuya razón, si bien se contaban numerosos cristianos, éstos
eran ignorantes y no conocían el uso de los Sacramentos; nada sabían del
matrimonio, de la confesión, de iglesias y de misterios católicos. Demasiado
claro aparecía que quien los bautizó no pretendía el bien espiritual de los
indios, sino su interés particular. En la primera navegación los misioneros
recorrieron todas las islas en el espacio de seis meses; autorizaron
seiscientos matrimonios; oyeron muchas confesiones y bautizaron quinientas
veinte personas. En tan ardua tarea, los Padres iban por mar de un lado á
otro, sufriendo males indecibles: tres veces estuvieron á punto de morir
ahogados en medio de las olas; muchas otras se mojaron en tiempo frío, y así
pasaron noches enteras al raso. Comían raíces y lo que arrojaba el mar. A
causa de los naufragios se corrompían los víveres, y entonces carecían de lo
más preciso; á pesar de tales tribulaciones sentían dulzura inefable pensando
que servían á Cristo. En cierta ocasión hallaron un neófito viejo casi
espirando, quien al ver los jesuitas, ostentando la cruz, lleno de alegría
exclamó: Esta, oh Padre, es mi esperanza; armado con ella y despreciando
supersticiosas medicinas, recobraré la salud. Después que hubieron
recorrido las islas pequeñas, tornaron á la mayor, y yendo por las costas en
una balsa visitaron los veinticinco pueblos que tenía, administrando el
Bautismo y la Confesión y predicando con feliz éxito. Para concluir; en los
dos años siguientes volvieron á estar en las islas, donde construyeron
ochenta capillas en otras tantas aldeas y nombraron maestros de la doctrina
cristiana. No puedo consignar cuántas personas bautizaron. Lo que afirmo es
que con su constancia en soportar trabajos ganaron en estimación y recogieron
frutos de alegría entre indios y españoles; el gobernador de las islas escribió
al Provincial rogándole que no se ausentaran varones tan útiles. Los
misioneros, en vista de lo mucho que eran venerados, daban á los neófitos
cédulas autógrafas, con las cuales éstos ponían en fuga los demonios. Los
españoles no se atrevían á molestar á los Padres, viendo que eran honrados
por los ciudadanos más beneméritos. Tan poderosa es la virtud, que protege la
inocencia y detiene á los culpables.
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TOMO
SEGUNDO * LIBRO
QUINTO
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CAPÍTULO X
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DE LOS ASUNTOS
DEL REINO DE CHILE
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En la capital de Chile y su jurisdicción
la Compañía convirtió algunos guarpos. No menos diligentes se mostraban los
Padres que residían en Mendoza; entraron con banderas desplegadas en las
tierras de idólatras y lograron insignes victorias contra el demonio. Pero
quien soportaba las mayores cargas era el Padre Valdivia, el cual sin cesar
animaba á los misioneros que trabajaban en las fronteras de los rebeldes, con
su palabra y ejemplos. Gracias á su intervención muchos arancanos, zumbeIes,
catarayes y de otras naciones, depusieron las armas é hicieron la paz con el
rey de España y no pocos entraron en el seno de la Iglesia. El P. Melchor
Vanegas, prefecto de las misiones en Chiloé, visitó por mandato del virrey
peruano treinta y cinco islas del Archipiélago á fin de velar por la
inmunidad de los indios; careciendo de remeros iba con otro compañero en una
piragua á través de un mar proceloso y poniendo á las veces sus manos al
remo; confesó á todos los neófitos, y bautizó trescientas ochenta personas
con ayuda del otro Padre. Ocho meses invirtió en esta empresa, y pasados
navegó al Perú para dar cuenta de su expedición al virrey; antes consoló á
los indígenas. Tornó después á las islas y prosiguió en ellas sus apostólicos
viajes. Mientras estuvo ausente, los rebeldes de Osorno en el continente y
otras tribus enviaron una comisión al gobernador de Chiloé pidiendo un
sacerdote cristiano, prometiendo que se acomodarían á las condiciones
ofrecidas por el P. Valdivia en nombre del rey de España y abrazarían la fe católica
con tal que cesaran las vejaciones de los soldados. Dispuso el gobernador que
fuese á Chile Diego de Castañeda, clérigo secular, y éste halló que los
insurrectos del interior deseaban á toda costa la paz; en las ruinas de
Osorno bautizó quinientos indios, y en otros varios lugares gran número de
los mismos. Mas la avaricia de algunos hombres se oponía á lo que era de
esperar se alcanzaría; éstos posponían á sus intereses particulares, contra
lo ordenado por el monarca y el Consejo de Indias, la salvación de tantos
mortales y manchaban la fama del Padre Valdivia con torpes y nefandas
acusaciones; pero éste, armado de paciencia, soportó con fortaleza las saetas
que con saña le disparaban..
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CUADERNOS DE CAICAEN Historia y Folklore desde Las Islas, es una publicación fundada en 1991 por José D. Mansilla-Utchal y J. Milton Vivar con el objetivo de dar a conocer la Historia y el Folclor de Calbuco y su comarca aledaña. Con el tiempo se nos unió Sergio O. Vargas quién se nos fué en la primavera de 2013
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miércoles, mayo 11, 2016
CHILOE Y LOS JESUITAS SEGUN NICOLAS DEL TECHO p.II
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