A 70 años de la victoria soviética sobre el fascismo
7 mayo 2015| Ángel Guerra Blog
El 30 de abril de 1945 los
sargentos del Ejército Rojo Mijaíl Yegorov y Meliton Kantaria colocaron en lo
más alto del Reichstag la bandera carmesí de la Unión Soviética con la hoz y el
martillo.
La imagen recorrió el mundo y permanece hasta hoy como
el símbolo vivo
de la victoria soviética sobre el nazi-fascismo pese a los esfuerzos de
la mendaz dictadura mediática para presentar el tardío desembarco de Normandía
como el causante de ese desenlace. También silencia el decisivo papel de
los comunistas, que en la Europa ocupada llevaron el peso mayor de la
resistencia y organizaron vigorosos movimientos guerrilleros en Yugoslavia,
Grecia y Albania.
El 9 de mayo de aquel año, el jefe militar alemán Wilhelm
Keitel, firmó la rendición incondicional de la Alemania nazi ante el legendario
mariscal de la Unión Soviética Gueorgui Zhukov. Casi cuatro años después de que
en la madrugada del 22 de junio de 1941 cuatro millones y medio de efectivos
alemanes y de sus aliados encuadrados en 225 divisiones, apoyadas por 4 400
tanques y 4000 aviones arrollaran las unidades soviéticas de la frontera y
destruyeron casi toda su aviación en tierra y buena parte de sus carros de
combate.
A las tres semanas, los
invasores habían penetrado 600 kilómetros dentro de la URSS y conquistado
Letonia, Lituania, Bielorrusia, el occidente de Ucrania y casi la totalidad de
Moldavia.
Stalin estaba anonadado y
en un principio se negaba a aceptar la realidad y a reaccionar. Y es que ante
la negativa de Londres y París a firmar una alianza antinazi con Moscú,
propuesta insistentemente por la diplomacia soviética, y la pusilanimidad de
ambas ante la arremetida de Hitler contra España republicana, Austria, Polonia
y Checoslovaquia, el líder soviético cometió el gravísimo error de firmar el
Tratado de No Agresión entre Alemania y la URSS. Ello tuvo serias consecuencias
en el prestigio y la preparación contra el ataque nazi, tanto de la cuna de la
revolución bolchevique como del movimiento comunista y antifascista
internacional.
Stalin confió tercamente en que ese pacto protegería al Estado
soviético de la inminente agresión hitleriana, informada con antelación a sus
servicios de inteligencia por audaces revolucionarios de otros países que los
integraban, como el periodista alemán Richard Sorge, íntimo del embajador nazi
en Tokio.
Stalin también cayó en una trampa de los servicios secretos
alemanes, que lo llevó, vísperas de la guerra, a ordenar el fusilamiento de gran
parte de los más experimentados generales del Ejército Rojo.
Pero logró sobreponerse. Historiadores como Hobsbawm afirman que
durante la guerra cesó la represión y por las memorias de Zhukov y otros jefes
sabemos que los escuchaba antes de tomar decisiones. En la Gran Guerra Patria el Ejército Rojo protagonizó frente a los
alemanes las más grandes y encarnizadas batallas de la historia, caracterizadas
por el empleo de miles de piezas de artillería, aviones y tanques. Las batallas
de Moscú, Leningrado, Stalingrado, Kurks y Berlín se cuentan entre sus
deslumbrantes victorias.
Debe subrayarse que lo que
hizo posible la derrota del Tercer Reich fue el heroísmo de los pueblos de la
Unión Soviética y la enérgica actuación de una pléyade de talentosos, leales y
competentes jefes militares, casi todos de reciente promoción. Pero,
guste o no y pese a sus graves errores, excesos y crímenes antes y después de
la guerra, fue bajo la dirección de Stalin que se logró la hazaña.
No obstante, aprovechando la sorpresa y la inicial impreparación
de los soviéticos, los nazis lograron ocupar grandes franjas de su territorio,
algunas importantes ciudades y amenazar seriamente a Moscú, Leningrado y
Stalingrado. Pero después de su colosal derrota en la última y de la arrolladora
contraofensiva soviética en Kursk, ningún conocedor del arte militar dudaba que
la derrota de la Alemania nazi sería solo cuestión de tiempo.
La proeza de detener en tan trágicas circunstancias la poderosa
ofensiva alemana, trasladar la industria de guerra miles de kilómetros a
la retaguardia y ponerla a pleno rendimiento, movilizar a toda la
población(hombres, mujeres, jóvenes, niños) para la defensa del país y la
producción y barrer al enemigo hasta derrotarlo en Berlín, únicamente podía ser
fruto de una sociedad educada y solidaria, con economía centralmente
planificada y profundo amor a la patria, ingredientes forjados sobre los
ardientes rescoldos del fuego revolucionario de 1917.
Twitter: @aguerraguerra
Este contenido ha sido publicado originalmente por teleSUR bajo la siguiente dirección:
http://www.telesurtv.net/bloggers/A-70-anos-de-la-victoria-sovietica-sobre-el-fascismo-20150507-0001.html.
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