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sábado, septiembre 27, 2008

ELIAS LAFFERTE RELEGADO EN CALBUCO EN 1930

ELIAS LAFFERTE RELEGADO EN CALBUCO EN 1930
Los compañeros terminaron en fila,
con los ojos bajos. Sus remos muestran
el sitio donde duermen en la playa.
Nadie los recuerda. Justicia.
Yorgos Seferis: Mithistórima
FOTO: Lafferte, Aguirre, Breton y Recabarren

Recuerdo una lejana tarde cuando mi abuela Victoria separó un par de esas ricas tortillas al rescoldo que preparaba—era nuestro pan diario-, las envolvió junto con otras minucias en un blanco paño hecho de saco harinero y fuimos juntos a entregarlo a un hombre que afirmado en un bote tumbado en la playa contemplaba el Mar de La Vega.

-Es un relegado comunista- , me dijo

Un relegado. Por entonces no sabía lo que eso significaba. Eran días extraños esos tiempos: Íbamos a la plaza del pueblo donde se congregaba un montón de gente, porque había un Cabildo Abierto. Después de largas colas en la Municipalidad recibíamos unos cupones que nos permitían comprar harina o azúcar en el negocio de Delfín Soto o doña Chalbita. Otro día en el mismo lugar, en brazos de mi tía Delfina o doña Olfa Soto, gran luchadora social, escuchábamos unos encendidos discursos de María de La Cruz; también veía gente con escobas en la mano que iban a esperar la llegada del candidato a presidente, Carlos Ibáñez Del Campo.

Un cuarto de siglo después, cuando se habían esfumado los años alegres de mi vida feliz, volví a encontrarme con el estigma: El Relegado. Esta vez eran los amigos José Santos, Adrián Fuentes, del Sindicato de la Construcción que eran enviados a Putre, Toconao, San Pedro.

DE EXILIOS Y RELEGACIONES

Pero ¿Quién es un relegado?

Desde al alba de la civilización, en los caso de confrontación bélica, la mayor victoria de los vencedores, consistía en expulsar de su territorio a los vencidos. Cuando el hombre se asienta en las urbes, -cuando nace la propiedad privada, se diferencian las funciones de los individuos y se regula el uso del poder- una forma de conservar ese poder, mantener el orden establecido y evitar la rebelión, lo constituyó el exilio con sus diferentes matices: el exilio forzoso (que es ineludible), el forzado (obligado), la proscripción, la deportación, el ostracismo, el confinamiento, el destierro, el transtierro, la relegación; todos estos conceptos definen el alejamiento forzado de su ciudad, de su patria por razones políticas, religiosas o sociales, etc.

Estos desplazamientos forzosos son ejecutados selectivamente a individuos y/o grupos de personas, pero no se debe confundir con los éxodos masivos de personas por razones de seguridad o conveniencia voluntaria o involuntaria como las migraciones internas o externas o los grandes desplazamientos colonizadores.

Este instrumento represivo ha sido usado masivamente en todas las sociedades y en algunos casos como el Chile reciente ha tenido efectos desintegradores desde el punto de vista social al dividir y dispersar la familia chilena.

EL EXTRAÑAMIENTO EN LA HISTORIA

Históricamente se sabe que en el siglo VIII AC. El rey asiático Tiglapileser III -que había ascendido al trono por medio de un golpe de estado-, deportaba a sus adversarios enviándolos como colonos a los límites del reino. En Grecia, esta imposición penal se conoció como ostracismo y consistía en un destierro de 10 años, sin privación de bienes y afectaba a las personas políticamente sospechosas o peligrosas para la seguridad de las ciudades-estado. Herodoto de Halicarnaso, el padre de la Historia, fue desterrado a la isla de Lemos en 499 AC por tramar una revuelta contra el tirano local Ligdanis.

En la antigua Roma la pena de extrañamiento tenía diferentes niveles. La deportación era un destierro perpetuo con ocupación de los bienes y privación de los derechos civiles. En un grado menor existía la relegación, destierro que privaba al ciudadano de sus derechos. En sus orígenes el exilio forzoso era una alternativa a la negación del agua y el fuego (aqua et ignis interdictio) símbolo de la comunión civil y se imponían por crímenes políticos y prácticas religiosas no permitidas.

A esta pena se terminó por designarla con la palabra exsilium (de exsul = desterrado). La práctica de la deportación se extendió a los pueblos romanizados. Todos los pueblos conquistadores y los gobiernos totalitarios la han practicado: Hay expulsión de judíos, moriscos, hugonotes, puritanos. En caso de cambios políticos a comunistas, anticomunistas, palestinos, etc.

En la América antigua, los incas deportaban a los pueblos que se oponían a su dominio. Estos eran enviados a los confines del imperio como colonizadores. Se conocen como mitimaes.

En la jurisprudencia hispana la relegación se cumplía en Ultramar y los relegados podían seguir ejerciendo sus profesiones bajo la vigilancia de la autoridad.

En el período hispano, en América la pena de algunos delitos era conmutada por el servicio militar en las plazas fuertes de frontera. Las plazas de Valdivia y Chiloé eran conocidas como presidios por tener soldados confinados. En el fuerte San Miguel de Calbuco en el siglo XVIII, hubo algunos extrañados provenientes de Quito y El Callao que sirven plazas de soldados. En este siglo se produce la expulsión de la orden jesuita de los dominios hispanos, hecho que produjo un notorio retraso cultural en los reinos españoles.

Durante las guerras de emancipación de la corona española, los patriotas chilenos tuvieron que refugiarse en Mendoza, donde fueron acogidos por el gran General D. José de San Martín, el cual puso en pie a la provincia mendocina, preparó un ejército de miles de hombres los que junto a los exiliados finalmente expulsaron a los realistas españoles de Chile.

La región sur, aislada, distante del centro del poder, ha sido un lugar favorito de confinamiento y relegación. Ya a mediados del siglo XIX la villa de Castro recibía una partida de opositores al gobierno de Manuel Bulnes. José Zapiola, el autor de la Canción de Yungay narra así la experiencia en su Recuerdos de Treinta Años: “Cuando en 1850, sin ser nosotros naturalistas, geógrafos, marinos, astrónomos ni ingenieros, se le ocurrió a ese gobierno hacernos emprender un viaje al interior de Chiloé, fuimos a parar a Castro...”. Zapiola, quien participó en el Combate de Bellavista –bajo las órdenes de Freire- durante la anexión de Chiloé a la República, estuvo acompañado por Eusebio Lillo, autor de la letra del Himno Nacional, quien tambien andaba “de paseo” por Chiloé.

También después de la Guerra Civil de 1891, partidarios del Presidente Balmaceda fueron enviados a la zona: El ex Ministro de Marina y pintor de las hazañas navales chilenas D. Álvaro Casanova Zenteno, sorprendido de noche gritando consignas a favor del Presidente muerto fue relegado a Puerto Montt por el presidente y contraalmirante Montt. Casanova Zenteno adquirió una goleta, la que convirtió en su hogar, navegando con su familia por las prístinas aguas del Reloncaví. Uno de sus biógrafos dice que más de alguna gota de agua salada está impregnada en sus famosas marinas. Si el pintor navegara hoy, es probable que sus pinturas estuvieran contaminadas de residuos fecales de salmones, el ordinario legado acuícola que nos han dejado los emprendedores salmoneros.

EXILIO Y RELEGACIÓN EN EL SIGLO XX

Podemos leer que en nuestro país, el exilio, la relegación han sido una constante; producto de las determinaciones arbitrarias –apoyadas en una éticamente dudosa legalidad- tomada por el administrador político de turno.

Durante el siglo XX hay tres períodos marcados por profundas crisis políticas que han enfrentado desigualmente a la sociedad chilena:

a) Entre 1927 y 1931, el general Carlos Ibáñez del Campo se ensañó por igual contra comunistas y conservadores relegándolos a remotos lugares.

b) Gabriel González Videla, quien en 1945 subió al poder en brazos del pueblo trabajador, una vez instalado en La Moneda –al igual que unos y otros- le muestra las nalgas al pueblo legalizando la relegación y el exilio con la Ley de Defensa de la Democracia, mejor conocida como La Ley Maldita
[1]. Pablo Neruda en El Canto General le dedicó estos versos con los que debe ser recordado el felón:

“…sobre la tierra mía que vendió. Cada día
Saca de sus bolsillos las monedas robadas
Y piensa si mañana venderá territorio
o sangre.
Todo lo ha traicionado.
[2]

c) Sin embargo fue durante la dictadura militar-empresarial de 1973-1989(¿?) –tan aplaudida por quienes hoy visten de demócratas y pacifistas ciudadanos- donde se produce el mayor numero de exiliados y confinados de la historia chilena.
El Golpe de Estado de los generales y almirantes, la traición de Pinochet y secuaces: sus seguidores civiles, es uno de los hechos más traumáticos que nuestro país ha vivido y la profunda división, las heridas que de tiempo en tiempo afloran en la sociedad chilena es porque no hemos sabido recabar y conocer el verdadero peso del complejo proceso del cual se ha escamoteado la justicia y se ha pretendido tender un manto de olvido para convertirnos en un país sin memoria, de zombies que “miren hacia delante”, como si detrás de nosotros no existiera Historia, traición, hipocresías, latrocinios, sufrimientos, muertes; y donde los funcionarios y seguidores del la ex UP terminan abrazados con los golpistas de ayer.

EL RELEGADO ELIAS LAFFERTE GAVINO

De nuestras lecturas por la Historia Social de Chile, emerge la figura de Don Elías Lafferte y leemos que estuvo relegado en Calbuco desde mayo de 1930 hasta agosto de 1931.

D. Elías Lafferte está improntado en la Historia de Chile, en el imaginario popular como una de esos grandes luchadores que han tratado de humanizar el mundo, que han navegado en las gruesas olas del conflicto social del lado de los desposeídos de siempre, de los trabajadores, como Recabarren, Clotario Blest, Gladys Marín.

Según Boizard, Lafferte “ante todo y sobre todo es un trabajador, un obrero legítimo, por tanto un hombre que se mueve en dos dimensiones concretas: la realidad y el profundo sentimiento humano...”
[3]

Elías Lafferte nació en Salamanca, a orillas del rio Choapa, el 19.12.1886. Antes de los 17 años ya estaba trabajando en el Ferrocarril Salitrero de Iquique; después en las oficinas salitreras, la Municipalidad de Pisagua. Activo dirigente de la clase obrera, administró el diario El Despertar de los Trabajadores en Iquique. Fundador del glorioso Partido Comunista de Chile en 1922. Senador de la República, candidato a Presidente de Chile, testigo de la Matanza en la Escuela Santa Maria de Iquique. Encarcelado, relegado, deportado en innumerables ocasiones por haber “vaciado entera su capacidad de vivir en la función revolucionaria”
[4]. Un hombre del pueblo para quien “la lucha no es un sueño dorado, ni una aspiración abstracta; es simplemente una manera de resolver los propios problemas y los de los demás”[5]

CHILE EN LOS AÑOS 1927 – 1931

La llegada a la Presidencia de la República del general Carlos Ibáñez entre 1927 hasta 1931 se enmarca dentro de los movimientos militares de 1924 y 1925 que se caracterizan por el intento de crear lo que se denominó el “Chile Nuevo”. Las preocupaciones fueron de los militares al poder político, a través de ácidas críticas a los partidos políticos tradicionales que se tradujeron en un reformismo social, laboral y económico.

En estas situaciones los militares y el mismo Ibáñez presionaron para que fuera incluido en el gabinete de D. Emiliano Figueroa, como Ministro del Interior. En abril Figueroa renunció a la presidencia, convocándose a elecciones de Presidente, resultando elegido Ibáñez, ahora ascendido a general con el 98% de los votos.

Básicamente el objetivo era “obtener un clima de orden público, es decir, condiciones que hicieran imposible la revolución social o cualquier alteración en las instituciones y valores considerados permanentes de la nación”
[6]. Se comenzó a reprimir aisladamente a los trabajadores, después la represión se fue generalizando y subiendo de grado hasta convertirse en un estado policíaco. Ibáñez suprime algunas garantías ciudadanas y comienza a perseguir, deportar y relegar ciudadanos.

Ya para este tiempo el exilio, la relegación se ha institucionalizado en el sistema legal chileno, consagrando esta práctica regresiva a estadios jurídicos primitivos, ya que va contra el derecho del individuo de fijar libremente su residencia. El Diccionario Jurídico Chileno define la Relegación como: “Es la traslación del condenado a un punto habitado del territorio de la Republica con prohibición de salir de él, pero permaneciendo en libertad”. Los grados en que esta pena se sanciona (siempre arbitraria) son 1º.- Relegación perpetua, 2º.- Relegación Mayor en su grado máximo 3º.- Relegación Mayor en su grado medio 4.- Relegación Mayor en su grado mínimo 5º.- Relegación Menor en su grado máximo 6º.- Relegación Menor en su grado medio 7º.- Relegación Menor en su grado mínimo.

ELIAS LAFFERTE RELEGADO EN CALBUCO

A fines de la década del 20, Lafferte, curtido en las luchas junto al pueblo, ocupa el cargo de Secretario General Ejecutivo de la Federación Obrera de Chile (FOCH). La represión de Ibáñez lo envió relegado a la isla de Pascua. A comienzos de enero de 1930 estaba de vuelta en el continente. Al arribo descubre que su compañera no lo ha esperado y a desertado con un mercenario de las filas enemigas.

Hay cesantía en esos días en Chile. Aprovechando que por el tiempo relegado han olvidado su nombre, regresa a trabajar a la FOCH. Lafferte con 44 años consigue un empleo en los almacenes Grace que dura pocas semanas pues lo despiden por “ser muy viejo”. Vive en casa de su madre, siendo vigilado a tiempo completo por los esbirros de Ibáñez.

En abril de 1930 es nuevamente detenido y encerrado en un calabozo de investigaciones. El mismo recordará después que conserva de aquellos días el más tenebroso de los recuerdos.

En el mes de mayo lo embarcaron para Puerto Montt.
[7] Arribó al puerto, “bajo una lluvia atroz”. Desde allí al calabozo y al día siguiente enviado a Calbuco – su lugar de relegación- en el vaporcito “Atlas”. Calbuco era entonces, según la propia descripción que hizo años más tarde: “...un puertecillo de las islas de Chiloé (sic) donde no llegan sino pequeños barcos de tarde en tarde. Casas bajas de mal unida enmaderación, veredas sin pavimento y calles golpeadas por la lluvia y por la noche, calles de barro y penumbra que meten sus pies en el mar, gente descalza con sacos de ostras y centollas, fábricas de conserva que no racionan el mal olor, mundo tímido y bovino, campesinos de agua salada; tal es Calbuco”[8]

Llovía implacablemente en las islas, Lafferte dormía en el cuartel en un camastro de corcho que le habían prestado, “comía de pensión en la casa de la mujer del cabo Furriel”. En ese lugar conoció a Valdebenito, practicante del hospital, antiguo navegante que después volvió al mar y pereció en un naufragio en el estrecho de Magallanes. Valdebenito le tendió su mano solidaria y le auxilió. Cuando Lafferte recibió su cama desde Santiago se fue a vivir en casa de una dama calbucana cuyo marido estaba preso por abigeato. Pronto se le unieron otros relegados: Salvador Ocampo, Jorge Grove, Pedro Rivas Vicuña.

Poco a poco los relegados se fueron relacionando con los aldeanos. La desconfianza se fue replegando, la gente de Calbuco comenzó a saludar a los relegados, conversar con ellos e invitarlos a sus casas de vez en cuando.

Un día el teniente de Carabineros les propuso que ayudaran a los campesinos a llenar los formularios para el primer censo agrícola que se hacia en el país
[9]. Cobraban un peso por formulario hasta que les salió como competencia un señor Alvarado que cobraba 60 centavos.

Lafferte consiguió trabajo como peón en el hospital, donde hacia de todo: “desde lavar los vidrios, hasta componer cercas y murallas caídas”. Ya por entonces los relegados gozaban de cierta consideración en el pueblo. Eran invitados a fiestas y curantos y los calbucanos no pudieron ocultar su asombro que “los feroces comunistas”, fueran personas tranquilas, bien educadas, que cantaban a la vida como ellos.
[10]

Lafferte recuerda que los isleños del pequeño caserío calbucano son hospitalarios y afectuosos. Muchos años después todavía hablaba con afecto de D. Ramón Ricardo Alvarado, caudillo conservador, quien se convierte en el mejor amigo del comunista; lo aloja en su casa varios días y lo sienta en su mesa. También visita al relegado ese chilote moreno y fuerte, D. Maximiliano Oyarzún cura del pueblo, con quien prepara Lafferte veladas y beneficios para las obras católicas.
[11]

Por acuerdo municipal, el tesorero comunal D. Julio Contreras, le dio un empleo en la Tesorería. Alguien le paso el soplo al tesorero provincial de Puerto Montt, quien se indigno porque un relegado estaba en la ventanilla atendiendo publico.

En octubre de 1930 se comenzó a preparar la celebración de la Fiesta de la Primavera, cuyo producto económico se repartía entre la Iglesia y los bomberos. Los organizadores le solicitaron ayuda a los relegados que aceptaron gustosos. Lafferte organizo un ballet humorístico y Ocampo interpreto varias piezas en su violín. Hemos encontrado una huella de la participación de Lafferte en estas actividades: En un diario El Llanquihue de 1930 leemos que para estas fiestas está integrando la Comisión de Corsos.

Los caballeros de las conferencias de San Vicente, las señoras catequistas y los miembros de la Acción Católica se sienten a sus anchas con este comunista con cara de padre mercedario, con palabra de misionero y pobreza de franciscano. Le oyen hablar tantas cosas prácticas sobre los pobres, tantas cosas dulces sobre la solidaridad, que descubren en el comunista de marras inesperadas analogías”
[12]. Cuando Teresa Ossandón, dirigente de la Juventud Católica Femenina, visita Puerto Montt y –como era su costumbre- comenzó a lanzar diatribas contra los comunistas se encontró sorprendida que las damas católicas calbucanas defendían con energía el sentido de sociabilidad de los relegados comunistas.

Los autores Barruel y Cárdenas narran una anécdota ocurrida durante la vista del Presidente Carlos Ibáñez a Calbuco en esos días: “…llega en horas previas un grupo de agentes de investigaciones para conducir a Caicaén a los relegados y mantenerlos todo el día en ese lugar mientras dure la visita de Ibáñez”, los agentes allanaron la casa donde se alojaba Lafferte y registraron sus pertenencias no encontrando elementos comprometedores, como seguramente esperaban Y agregan los autores citados: “Lo que había sucedido, era que don Elías había guardado todos sus papeles y literatura comunista detrás de un cuadro religioso, de un Sagrado Corazón, y jamás los agentes imaginaron que allí tras la imagen de Jesús estaban los documentos del relegado político”
[13].

Ibáñez arribó a Calbuco a las 10:45 de la mañana del 15.03.1931 en El Araucano procedente de Ancud. En el muelle de Calbuco –dice el diario- lo esperaba todo el pueblo: bomberos, escuelas, obreros, etc., La comitiva presidencial visitó la Escuela de Mujeres, donde una niña recitó una poesía alusiva a la llegada de S. E. Enseguida fueron al cuartel del Cuerpo de Bomberos en uno de cuyos salones se ofreció un champañazo. Pronunció el discurso de bienvenida el Alcalde D. Roberto Ditzel, saludando y congratulándose a nombre del pueblo por la visita de S. E. Finalizó su alocución enumerando las diversas necesidades que tenía la comuna. Después el Presidente visitó el hospital. Desde allí la comitiva volvió embarcarse en El Araucano donde la Marina de Chile representada por el contralmirante D. Alejandro García Castilblanco ofreció un cóctel y almuerzo a S. E. Ibáñez abordó luego el Sargento Aldea y se dirigió a Cochamó. Volvería a Calbuco en 1952 durante la campaña presidencial que lo llevó nuevamente a la Presidencia. Los chilenos, que vivimos en el país sin memoria, siempre tropezamos dos veces.

En julio de 1931, se produjeron importantes cambios en la política nacional. El pueblo estaba cansado de la dictadura y la crisis económica. La cesantía vaciaba en Santiago masas de trabajadores hambrientos con sus mujeres y sus hijos. Ibáñez viendo que tambaleaba su gobierno, volvió las cosas a un régimen constitucional. Se dictó la amnistía y los relegados fueron notificados que podían ir y venir por Chile como cualquier ciudadano.

Por la isla comenzaron a pasar los deportados de Aysén y Chiloé que regresaban a Santiago. Los calbucanos acudieron a felicitar a Grove y Lafferte, porque podían volver a sus hogares. Pero Lafferte no tenia medios con que partir. ¿Le falta dinero? El pueblo de Calbuco se lo reúne con multitudinaria generosidad... y hubiera dado el doble para que se quedara. Jorge Ditzel, propietario de los barcos que hacían el servicio entre los canales, le ofreció pasaje gratis hasta Puerto Montt. Lafferte pudo partir después de despedirse de la gente isleña, a la que había aprendido a conocer y a querer. Así cargado de esperanzas volvió a la lucha, a nuevos peligros, a nuevas deportaciones. Porque Lafferte era de esos hombres que luchan toda la vida, esos hombres que son imprescindibles.

Decíamos al comienzo de este relato que Elías Lafferte fue testigo de la Matanza en la Escuela Santa María de Iquique. El Premio Nacional de Literatura D. Miguel Varas cuenta que la primera vez que supo de la masacre fue a través de Volodia Teitelboim. En efecto Teitelboim –también Premio Nacional- es el autor de la novela Hijo del Salitre inspirada en la vida de Elías Lafferte. A través de cuatro grandes capítulos: La áspera mañana; Vamos al puerto; Sábado negro y El canto de la pampa el narrador nos introduce en las vicisitudes de la pobreza, la forja del temple acerado del luchador social en las calcinantes oficinas salitreras, para continuar en la marcha a Iquique que desemboca en la matanza, donde Elías, deambula en la multitud que será atravesada por la muerte colectiva. En esta ultima etapa del aprendizaje, el protagonista se integra a la lucha social y “se encuentra con el forjador del movimiento revolucionario y fundador del glorioso Partido Comunista D. Luis Emilio Recabarren”.

¿En algún momento de su residencia en la tierra calbucana, al calor de la lumbre en las húmedas noches isleñas, D. Elías Lafferte habrá narrado, que allá lejos en un patio escolar de Iquique, hubo dos mil quinientas miradas que fueron apagadas por la refriega?

Años después de su paso por la isla los obreros de las fábricas conserveras fundaron la primera filial de la CUTCH en Calbuco; motivados también, como Lafferte, en la búsqueda de un mejor destino colectivo.

JOSE D. MANSILLA ALMONACID.

NOTAS

[1] En este nefasto período también llegaron relegados a Calbuco. Uno de ellos D. Cruz Nievas, padre del escritor Eduardo Nievas, se enamoró de la tierra y quedose a vivir en las islas de las aguas azules.
[2] Pablo Neruda: Canto General: González Videla el traidor de Chile
[3] Ricardo Boizard: Cuatro Retratos en Profundidad. 1950 pp. 160
[4] Ricardo Boizard: op. cit. pp. 85
[5] Ricardo Boizard: op. cit. pp. 160-161
[6] Jorge Rojas F.: Ibáñez y los sindicatos 1927-1931. 1993 pp.23
[7] Elías Lafferte: Vida de un comunista pp. 219
[8] R. Boizard op. cit. pp. 131
[9] E. Lafferte op. cit. pp 219
[10] E. Lafferte op. cit. pp 220
[11] R. Boizard op. cit. pp. 132
[12] R. Boizard op. cit pp. 133
[13] Esteban Barruel y Floridor Cárdenas: Historia Cotidiana y Contemporánea del pueblo de Calbuco en el siglo XX. 2002 pp. 145

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