HISTORIA DE LA SALUD EN CALBUCO
RESEÑA BIBLIOGRAFICA – Primera Parte
Por JOSE D: MANSILLA ALMONACID
Dos fechas conmemorativas con relación a la salud pública en Calbuco se han celebrado en el último tiempo. El 7 de abril de 2007 se cumplieron 100 años de la fundación del Hospital de Calbuco: y El 8 de marzo recién pasado se conmemoran 100 años desde que fuera inaugurado oficialmente. Para honrar estos centenarios se ha publicado el mas importante texto sobre historia calbucana escrito en los últimos años. Nos referimos al libro “Calbuco, Castro y Quellón 1962 – 1973. Memoria y Salud en la XII zona” de los médicos Yuri Carvajal Jorge Minguell, Homero Vásquez y Carlos Yurac, quienes -desde la Memoria y la mirada de la Microhistoria Local, como vívidos actores sociales, gracias a su profesión de médicos- nos relatan los sucesos ocurridos en las localidades sureñas en una época crucial de nuestra historia nacional.
I
Los más lejanos antecedentes documentales que conocemos de la práctica de la medicina alopática en Calbuco, es la actuación del Cirujano Mayor Juan Isidro Zapata, natural de Lima, quien entre 1787 y 1797 estuvo dos veces “destacado en el Fuerte de San Miguel de Calbuco, Frontera de los Enemigos de Tierra por orden del Gobierno de Chiloé atendiendo asuntos del Real Servicio” durante una epidemia que afectó a la tropa y el paisanaje de la región[1].
Ya en el siglo XIX quienes ejercen actividades sanitarias son los Vacunadores Departamentales, quienes realizan la “inoculación del fluído”, para combatir la viruela. Se recuerda a José Blanco y José María Bustamante[2] entre otros. El primer médico que presta servicios en Calbuco es el Doctor Don Ramón Ortiz Cerda en noviembre de 1881. En 1882 se establece en Calbuco la Dispensaría, voz española con la que se conocían los sanatorios o consultorios médicos de atención ambulatoria de la época. Se le asignaron $450 anuales pesos para gastos operacionales. Otros médicos pioneros de la atención sanitaria en Calbuco fueron Don Isaías Grez nombrado médico de Calbuco en 1886 y Don Matías Yuraseck quién fue designado en 1888 con un sueldo de $ 500[3].
II
LOS DOCTORES YURAC Y ROMERO
Volviendo al texto reseñado:
Desde hace un largo tiempo ya, que tengo guardadas las notas que tomé en la relectura de este importante texto. La primera vez que me asomé a sus páginas fue en características muy singulares: Un pariente debió someterse a una intervención quirúrgica en el hospital de Carabineros Teniente Merino. Mientras esperaba el resultado de la operación me leí de una sola tirada este extraordinario texto, viviendo los sentimientos encontrados que su lectura sugiere y provoca.
Porque en sus páginas encontramos las vivencias, la existencia de la pequeña comunidad calbucana de entonces, vista por jóvenes profesionales, en un tiempo donde la profesión de médico era una misión en la sociedad, con un vuelo más alto que el actual hedonismo individualista. Pero no es nostalgia lo que se encuentra en estas páginas sino la participación de las personas que se involucraron en la modernización de la salud en el sur de la patria. Ese es el hilo central de la historia.
De alguna manera la misión de los médicos de la década del 50 al 70, emerge con cierta semejanza a la labor de los evangelizadores del siglo XVIII, porque el paisaje bordemarino condiciona la labor sanitaria a las navegaciones y regresos por los archipiélagos.
Pero dejemos hablar a los protagonistas de esta historia: El Doctor Señor Carlos Yurac, su señora esposa la doctora Gloria Romero, el doctor Don Carlos Minguell.
IIa
Don Carlos Yurac, era chilote; terminado sus estudios de medicina se cruza en Santiago con el doctor Don Silvio Roncone, quien le insta a convertirse a ser Médico General de Zona, volver a la provincia y desarrollar una labor concordante con los ideales del socialismo de entonces. Se prepara para el desafío practicando obstetricia en el Hospital Barros Luco Trudeau. Por ese entonces lee el texto de Gustavo Molina y Guillermo Adriasola sobre Administración sanitaria “Se me abrió un mundo –dice- y supe que tenía que hacer en el hospital de Calbuco. Concebí un plan de salud integral para Calbuco, basado en su realidad y delineando un futuro”[4].
Para entonces el doctor Yurac ha formado familia con su colega la medico pediatra señora Gloria Romero y son padres de Vesna. “Calbuco no era un puesto –escriben-, era una misión. Sentíamos con Gloria que devolvíamos a la sociedad lo que nos había dado al formarnos como médicos”[5].
La pareja de médicos arriba a Calbuco en junio de 1962. Instalados en la isla pusieron en marcha los postuladlos de salud pública del doctor Molina y la clínica aprehendida en los hospitales Salvador, Calvo Mackenna, Barros Luco –centros médicos donde se incorporó el doctor Yurac para traer esas experiencias a Calbuco.
Anecdóticamente nos cuenta que en la isla funcionaba un sistema de camilleros, formados por cuatro personas que cargaban una angarilla donde se conducían a los enfermos al hospital. De aquí se deduce que había real necesidad de modernizar la salud, redistribuyendo los recursos para que llegaran a los modestos habitantes de las zonas remotas y rurales como era Calbuco y sus aledaños.
Encontraron aliados en la comunidad religiosa de la Sagrada Familia. Los curas holandeses le hicieron un espacio en la lancha en que misionaban en las islas. Así se llevaba la salud espiritual y física a los campesinos. Preocupación fundamental fue la atención periférica de la salud, crearon la posta de la población Texas, la de Abtao y la estación medica en Tabón, para lo cual capacitaron a los pobladores interesados.
Un duro revés fue el incendio del Hospital la noche del 11/12 de octubre de 1962. Este incendio redujo a cenizas el hospital calbucano. Si bien no hubo que lamentar ninguna pérdida de vida humana, gracias a la acción de bomberos, personal del hospital, sacerdotes y vecinos.
A la mañana siguiente: “restos calcinados de fichas clínicas se esparcieron por todo el pueblo y volaban con el viento que se levantó”[6]. La biblioteca de los doctores atesorada por años, sólo eran unos libros chamuscados y quemados en los terrenos aledaños.
La contundente respuesta con que los médicos de Calbuco enfrentaron esta adversidad los dignifica como héroes en tiempo de paz. En efecto, los enfermos, “yacían en la pampa sobre mantas y colchones rescatados del siniestro” y allí mismo “ante la presencia de la presidenta de la Cruz Roja se decidió trasladar a los pacientes al local de esa institución”[7]. Cumpliendo esa tarea, la misma noche usando unas angarillas con patas que sirvieron como camas de emergencia.
Los médicos también perdieron lo que era su hogar, sus pertenencias personales.
En la antigua Royal salvada del incendio, José Moneva escribió el oficio Nº 1 del Hospital de Emergencia a la Dirección de Zona comunicándole el desastre. Los directivos de la Salud le ofrecieron a los médicos trasladarse al Hospital de Achao, pero Don Carlos y la señora Gloria optaron por quedarse el Calbuco. No teniendo habitaciones en la isla se instalaron en la localidad de Fresia. ¡El doctor Yurac recorrió 8 horas diarias durante meses para atender a los pacientes de Calbuco!. Finalmente se instalaron en San Rafael, desde donde atendían operaciones, emergencias, atravesando en bote el canal, en la húmedas noches calbucanas.
Todo el equipo humano del hospital se involucró al lado de los dos médicos e hizo un trabajo tan eficiente en el pequeño local de la Cruz Roja que al poco tiempo la comunidad no notaba la diferencia en la atención hospitalaria, ya que el Hospital de Emergencia se fue expandiendo con piezas, bodegas, oficinas. José Moneva, Nelly Sánchez, Nora Ulloa, Melania Cárcamo, Mercedes Gallardo, la señora Adelaida, Lucy Montaña, Brisilia Mansilla, Ema Alvarado, Ramón González “procuraron soluciones sencillas a las grandes dificultades logísticas que demanda el funcionamiento de un hospital” Escribe el doctor Yurac: “Repaso en mi mente los rostros de esos funcionarios, y veo claramente que eran nobles y sencillas personas, volcadas a servir a la comunidad, sin estridencias, con historias que no aparecen en los periódicos...”[8]
El trabajo de salud tuvo énfasis en la atención rural y en las campañas de vacuna. En sus periplos por las islas llevaban cientos de jeringas esterilizadas en largas tablas envueltas que llamaban “guaguas”. Un método aprendido de los yanquis durante el terremoto de 1960. Con ello vacunaban cientos de niños, especialmente inoculando la “triple”, entonces en fase piloto. Una atención importante fue la prolongación de la lactancia para mitigar el raquitismo.
También pioneramente se abrió una ficha a los recién nacidos. Se comenzó a inscribir los nacimientos por el Oficial Civil en el Hospital. Se regularizó la inscripción de defunciones y se hospitalizaban las madres junto con sus hijos. Nunca un enfermo grave quedó sin un familiar que los acompañara. “El hombre pasaba a ser un sujeto en salud y no un objeto”[9].
IIb
El doctor Yurac se trasladó a Castro. Allí entre 1972 y 1973 llegó a ser Director del hospital castrino. Bajo su dirección se refaccionó el edificio hospitalario, quedando como nuevo. Se intensificó el plan de entrega de leche, se crearon: el hogar de la madre campesina para alojar a las embarazadas de las islas; el primer jardín infantil de la región; el Cuerpo de Voluntarios de Salud Rural. Se ideó un nuevo plan de acción para el “Cirujano Videla”, barco que hacia rondas por la cordillera llevando leche y medicamentos y atención primaria y dental. Un pesado camión se habilitó como unidad móvil y se construyó una docena de postas rurales. Es decir un vasto plan de modernización donde no se escatimaron los pocos recursos que disponían el Gobierno Popular de Salvador Allende
Contrastan estas realizaciones en Salud con el discurso del general golpista Leigh –sin tener además competencia en las materias- quien expresó en julio de 1974: “Además de politizar definitivamente los servicios, facilitar la indisciplina, favorecer el ausentismo, desquiciar sus jerarquías, agotar y hacer perder incalculables recursos materiales; el gobierno marxista organiza y pone en marcha todo un siniestro sistema paralelo y clandestino de salud, destinado a apoyar la guerra civil”.[10]
Mientras los médicos, funcionarios y la gente veían que la gestión apuntaba al progreso de la salud, hubo personeros que se fueron desperfilando. (Es que para entonces, ya la antipatria –tan bien representada por ese propietario de un diario con nombre mitológico que es el dios de los ladrones- se había sentado en Washington a tomar tecito con el Secretario de Estado Mr. Kissinger para traicionar a Chile, Su Presidente y su pueblo[11]).
Así llegó septiembre del 1973 “con una terrible fractura que se estaba asomando en horizonte”, mientras los termocéfalos gritaban en las calles el inútil y desmovilizador slogan: “el que no salta es momio”[12], los cuerdos sólo pensaban en lo que se venía.
Una decena de médicos atendía el hospital de Castro: R, Acevedo, O. Puerta, O Marabolí, L. Landa, G. Romero, C. Yurac y Omar Osorio, Francisco Guerrero y Raúl Miserda, “Estos tres últimos de oposición, estaban en huelga” y eran tenaces opositores al programa de Salud de la UP y llegaron “a tener un papel violento y delator después del once”[13].
Esa mañana del martes once, el doctor Yurac –ya premonitoriamente en conocimiento que el golpe se venía- asistió a su despacho en el hospital. Hasta allí “subieron los médicos golpistas y gritaban enfurecidos, querían sacarme de la Dirección. Algunos funcionarios leales los hicieron retroceder”[14].
El 27 de septiembre don Carlos Yurac fue destituido de su cargo de Director del hospital. No sin antes pasar por la pesadilla de recibir anónimas llamadas con amenazas por teléfono, las acusaciones que tenía un hospital clandestino en su casa, hospitales para la guerrilla en las postas rurales y hasta en una pieza debajo del estanque de agua del hospital. Lo acusaron de tener fotos con Allende (cuando el Presidente navegó en el Buque Sanitario Cirujano Videla), etc. Era continuamente requerido a declarar, porque algunos médicos presionaban para que allanasen su casa, incluso los médicos delatores viajaron a Puerto Montt con cargos y acusaciones al mando militar.
A fines de septiembre, Yurac se traslada a Santiago al Hospital Barros Luco[15]. Mientras arreglaba el traslado de su familia se encontró con el médico de Calbuco el doctor Jorge Minguell, exonerado y trasladado a Castro.
Mas de treinta años después de estos sucesos, las memorias del doctor Yurac no invitan a recordar, conocer y reflexionar sobre nuestra Microhistoria Calbucana, en años tan cruciales cuando la angurria empresarial coludida con los soldados abortó la democratización de Chile.
¡Gracias Don Carlos Yurac y Señora Gloria Romero por su gestión en Calbuco!
¡Honor y Gloria siempre para Ustedes de todos los calbucanos de corazón noble!
Ojalá sus palabras: “con la plata del cobre se levante un hermoso puente que libere las estancadas aguas del canal Caicaen y permita que las mareas vuelvan a enfrentarse como maravilla de la naturaleza”[16], sean escuchadas por quienes perdieron la democracia en las armas de los militares y que después de recuperada por el pueblo, los mismos la vendieron a los empresarios cuyo sistema social, por lo visto en los recientes acontecimientos: en Educación, la Araucanía y el apaleo de pobladores y trabajadores salmoneros en Calbuco nos están señalando que nuevamente “en Chile el fascismo ha asomado su feo rostro”[17]
Continúa.
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NOTAS
[1] Juan Isidro Zapata, fue destinado posteriormente a la isla Juan Fernández. En 1810 abrazó la causa independista y se exilió en Mendoza. Allí llegó a ser el médico de cabecera del General Don José de San Martín y le acompañó en el Cruce de los Andes. En Chiloé ofició también de tanatólogo al efectuar exhumaciones de cadáveres y practicar las autopsias para la aplicación de justicia en hechos delictivos en Chonchi y Gueltin, en el tranquilo Chiloé del siglo XVIII.
[2] Este último fue además Gobernador del Departamento de Carelmapu, jurisdicción que comprendía los poblados de Calbuco, Carelmapu y Maullín.
[3] Don Matías Yuraseck fue además Médico en Campaña durante la guerra de 1879.
[4] Yuri Carvajal Jorge Minguell, Homero Vásquez y Carlos Yurac: Calbuco, Castro y Quellón 1962 – 1973. Memoria y Salud en la XII zona pp. 32
[5] Op. Cit. Pp. 32
[6] Op. Cit. Pp. 38
[7] Op. Cit. Pp.40
[8] Op. Cit. Pp.4
[9] Op. Cit. Pp.50
[10] Op. Cit. Pp. 126
[11] El Premio Nacional de Literatura Armando Uribe dice que lo vio.
[12] Op. Cit. Pp.59
[13] Op. Cit. Pp. 50 Y subrayado por nosotros.
[14] Op. Cit. Pp.60
[15] A pesar de todo, Yurac corrió mejor suerte que algunos de sus amigos: El educador Sanitario Don Marcelo Guzmán fue muerto aplicándosele “la ley de la fuga” (pp.58); o sea asesinado cobardemente por la espalda por quienes siguieron tranquilamente tomando su desayuno. El Mercurio escribió que planeaba envenenar el agua potable de Iquique. Dejó 5 pequeños hijos.
[16] Op. Cit. Pp. 48
[17] Palabras de Salvador Allende el 21.05.1973